06 Octubre 2016
VOCERA. González contó cómo fue descubrir las ondas gravitacionales.
Ecuaciones, gráficos y curvas, extrañas (al menos, para oídos legos) unidades de medida... y un sinfín de elementos técnicos no taparon lo fundamental: su capacidad de transmitir la pasión y el entusiasmo del que, después de años y años de búsqueda, encuentra.
Gabriela González -orgulloso producto de la universidad pública argentina, en este caso, la de Córdoba- fue vocera de LIGO en la 101 Reunión de la Asociación Física Argentina. En otras palabras: representó a 1.004 investigadores del Observatorio de Ondas Gravitacionales con Interferómetro Láser (LIGO, por la sigla en inglés) que el 14 de septiembre de 2015, junto con socios científicos de Europa y Asia, probaron la existencia de las ondas gravitacionales, y confirmaron, una vez más, que Albert Einstein tenía razón cuando formuló la Teoría General de la Relatividad (TGR).
González cuenta la experiencia y la sonrisa sigue llenándole los ojos de felicidad. “Buscábamos desde hacía años, mientras perfeccionábamos nuestros interferómetros (ver Detector) para darles mayor sensibilidad y precisión -explica-. Para estar seguros de que el interferómetro funcionaba bien, cada tanto ‘inyectábamos’ una simulación; necesitábamos estar listos. Un día la computadora saltó. Era madrugada en EE.UU., pero nos llamaron de los laboratorios de Europa y preguntaron ‘¿qué inyectaron?’. ‘¡Nada, nada!’, les dijimos. Despues de 40 años las habíamos encontrado”.
Para tratar de entender
Las ondas gravitacionales son distorsiones en el espacio-tiempo (imaginémoslo como una cama elástica), causadas por masas en movimiento. Esas distorsiones causan la fuerza de gravedad, generan ondas y habían sido predichas hace 100 años por Einstein (“se equivocó en varias cuestiones matemáticas”, destaca González y lo celebra: “bueno saber que él se equivocaba también”). Pero sucede que esas ondas son muy débiles (en comparación con las electromagnéticas); hacen falta fenómenos astrofísicos que pongan en juego gran cantidad de masa.
“Buscábamos por el lado de las supernovas... pero nos llegaron de la fusión de dos agujeros negros (los elementos astrofísicos de mayor masa). Los dos interferómetros, ubicados a 3.000 km de distancia, captaron la misma señal con solo 7 milisegundos de diferencia”, relata. “No terminábamos de convencernos, pero en octubre obtuvimos otra lectura (no tan precisa, así que la contamos solo como candidato) y el 26 de diciembre llegó la confirmación”, añade.
El futuro
“El futuro es brillante”, fueron las palabras con las que cerró la conferencia, y con razón. El hallazgo no solo confirmó la TGR, sino que cambió el paradigma de la astronomía, que se había basado en la radiación electromagnética (luz, ondas de radio, rayos X). La revolución de las ondas gravitacionales está dada por el hecho de que, a diferencia de las radiación electromagnética, no son reflejadas ni absorbidas por la materia. Eso permitirá observar objetos astrofísicos que, de lo contrario, habrían permanecido ocultos, y fenómenos (como agujeros negros) que no producen luz.
Gabriela González -orgulloso producto de la universidad pública argentina, en este caso, la de Córdoba- fue vocera de LIGO en la 101 Reunión de la Asociación Física Argentina. En otras palabras: representó a 1.004 investigadores del Observatorio de Ondas Gravitacionales con Interferómetro Láser (LIGO, por la sigla en inglés) que el 14 de septiembre de 2015, junto con socios científicos de Europa y Asia, probaron la existencia de las ondas gravitacionales, y confirmaron, una vez más, que Albert Einstein tenía razón cuando formuló la Teoría General de la Relatividad (TGR).
González cuenta la experiencia y la sonrisa sigue llenándole los ojos de felicidad. “Buscábamos desde hacía años, mientras perfeccionábamos nuestros interferómetros (ver Detector) para darles mayor sensibilidad y precisión -explica-. Para estar seguros de que el interferómetro funcionaba bien, cada tanto ‘inyectábamos’ una simulación; necesitábamos estar listos. Un día la computadora saltó. Era madrugada en EE.UU., pero nos llamaron de los laboratorios de Europa y preguntaron ‘¿qué inyectaron?’. ‘¡Nada, nada!’, les dijimos. Despues de 40 años las habíamos encontrado”.
Para tratar de entender
Las ondas gravitacionales son distorsiones en el espacio-tiempo (imaginémoslo como una cama elástica), causadas por masas en movimiento. Esas distorsiones causan la fuerza de gravedad, generan ondas y habían sido predichas hace 100 años por Einstein (“se equivocó en varias cuestiones matemáticas”, destaca González y lo celebra: “bueno saber que él se equivocaba también”). Pero sucede que esas ondas son muy débiles (en comparación con las electromagnéticas); hacen falta fenómenos astrofísicos que pongan en juego gran cantidad de masa.
“Buscábamos por el lado de las supernovas... pero nos llegaron de la fusión de dos agujeros negros (los elementos astrofísicos de mayor masa). Los dos interferómetros, ubicados a 3.000 km de distancia, captaron la misma señal con solo 7 milisegundos de diferencia”, relata. “No terminábamos de convencernos, pero en octubre obtuvimos otra lectura (no tan precisa, así que la contamos solo como candidato) y el 26 de diciembre llegó la confirmación”, añade.
El futuro
“El futuro es brillante”, fueron las palabras con las que cerró la conferencia, y con razón. El hallazgo no solo confirmó la TGR, sino que cambió el paradigma de la astronomía, que se había basado en la radiación electromagnética (luz, ondas de radio, rayos X). La revolución de las ondas gravitacionales está dada por el hecho de que, a diferencia de las radiación electromagnética, no son reflejadas ni absorbidas por la materia. Eso permitirá observar objetos astrofísicos que, de lo contrario, habrían permanecido ocultos, y fenómenos (como agujeros negros) que no producen luz.
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