Por LA GACETA
02 Diciembre 2016
Es lo que distingue a un pueblo de otro, no en lo material sino en lo espiritual. La que da identidad y permite elevar la condición social. “La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir”, sostiene el novelista checo Milan Kundera. Con frecuencia la clase dirigente provincial etiqueta a Tucumán con la caña de azúcar, la principal actividad económica, con el citrus, y en menor medida, con el arándano y la soja. Sin embargo, no consideran a la cultura como un ícono de nuestra sociedad; será por ello, que esta -así como sus hacedores- permanece a menudo relegada.
Un ejemplo de ello es que mientras El Chaco, Salta, Córdoba, La Rioja y Jujuy cuentan desde hace muchos años con normas que otorgan un reconocimiento económico vitalicio a sus creadores destacados, Tucumán sigue en deuda con ellos, pese las varias iniciativas presentadas a partir de la década de 1990 y que no se concretaron. La última data de 2010, cuando el Concejo Deliberante capitalino aprobó por unanimidad la iniciativa que establecía la creación de la “Distinción y reconocimiento a la trayectoria artística” con carácter de premio vitalicio. Sin embargo, pese a promulgarse con el número 4.300, nunca se reglamentó.
Hubo otros proyectos que quedaron a mitad de camino, como por ejemplo, la creación del Fondo Editorial del Aconquija que permitiría financiar la edición, reedición y comercialización de obras de escritores tucumanos y de la región del NOA de carácter literario, histórico, científico, educativo y de cualquier otro género o interés general que constituyera un relevante aporte a la cultura. La iniciativa se convirtió en la ley N° 7694 en diciembre de 2005. Casi tres años después, en abril de 2009 se anunció la publicación de una novela que marcaba el debut de la editorial. En los años subsiguientes se editaron pocas obras se publicaron. La ley nunca fue reglamentada por el Poder Ejecutivo. La puesta en marcha a pleno de la editorial sería suma importancia para apoyar y divulgar la labor de los escritores.
Hace dos años, teniendo en cuenta la proximidad del bicentenario de la Independencia, propusimos en esta columna que sería interesante que al estilo del Premio Nobel, Tucumán diseñara un galardón, que distinguiera a nivel provincial o nacional -en las mismas o en otras categorías- a quienes hubiesen hecho una contribución importante para el mejoramiento de la sociedad. El premio podría consistir en una retribución económica significativa, cuyo monto surgiera de un presupuesto específico para tal fin, que fuera intocable y se dedujera del erario provincial. Podría entregarse todos los 9 de julio, en una ceremonia en la que participaran, por ejemplo, personalidades de la ciencia y la cultura. Si tal lauro se creara por ley y se reglamentara debidamente, podría tener continuidad a lo largo de los años. El galardón podría poner a Tucumán en la mirada de todo el país y su difusión estimularía el turismo, además de impulsar la producción científica, artística y social. Otro tanto debería ocurrir en el futuro con el exitoso concurso internacional de piano que concluyó recientemente.
Son los artistas y los científicos quienes han prestigiado a la provincia a nivel nacional e internacional. Sería positivo que la clase dirigente se percatara de ello y comenzara por reconocerlos debidamente y entendiera que la cultura puede convertirse en un motor de la economía.
Un ejemplo de ello es que mientras El Chaco, Salta, Córdoba, La Rioja y Jujuy cuentan desde hace muchos años con normas que otorgan un reconocimiento económico vitalicio a sus creadores destacados, Tucumán sigue en deuda con ellos, pese las varias iniciativas presentadas a partir de la década de 1990 y que no se concretaron. La última data de 2010, cuando el Concejo Deliberante capitalino aprobó por unanimidad la iniciativa que establecía la creación de la “Distinción y reconocimiento a la trayectoria artística” con carácter de premio vitalicio. Sin embargo, pese a promulgarse con el número 4.300, nunca se reglamentó.
Hubo otros proyectos que quedaron a mitad de camino, como por ejemplo, la creación del Fondo Editorial del Aconquija que permitiría financiar la edición, reedición y comercialización de obras de escritores tucumanos y de la región del NOA de carácter literario, histórico, científico, educativo y de cualquier otro género o interés general que constituyera un relevante aporte a la cultura. La iniciativa se convirtió en la ley N° 7694 en diciembre de 2005. Casi tres años después, en abril de 2009 se anunció la publicación de una novela que marcaba el debut de la editorial. En los años subsiguientes se editaron pocas obras se publicaron. La ley nunca fue reglamentada por el Poder Ejecutivo. La puesta en marcha a pleno de la editorial sería suma importancia para apoyar y divulgar la labor de los escritores.
Hace dos años, teniendo en cuenta la proximidad del bicentenario de la Independencia, propusimos en esta columna que sería interesante que al estilo del Premio Nobel, Tucumán diseñara un galardón, que distinguiera a nivel provincial o nacional -en las mismas o en otras categorías- a quienes hubiesen hecho una contribución importante para el mejoramiento de la sociedad. El premio podría consistir en una retribución económica significativa, cuyo monto surgiera de un presupuesto específico para tal fin, que fuera intocable y se dedujera del erario provincial. Podría entregarse todos los 9 de julio, en una ceremonia en la que participaran, por ejemplo, personalidades de la ciencia y la cultura. Si tal lauro se creara por ley y se reglamentara debidamente, podría tener continuidad a lo largo de los años. El galardón podría poner a Tucumán en la mirada de todo el país y su difusión estimularía el turismo, además de impulsar la producción científica, artística y social. Otro tanto debería ocurrir en el futuro con el exitoso concurso internacional de piano que concluyó recientemente.
Son los artistas y los científicos quienes han prestigiado a la provincia a nivel nacional e internacional. Sería positivo que la clase dirigente se percatara de ello y comenzara por reconocerlos debidamente y entendiera que la cultura puede convertirse en un motor de la economía.
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