Después del "blooper" histórico, Luz de luna festejó el Oscar

“Yo sabía que esto iba a ser un desastre”, sentenció el debutante presentador Jimmy Kimmel, y acto seguido dio por terminada la gala del Oscar. Lo ocurrido anoche en el Dolby Theatre de Los Ángeles no tiene antecedentes y difícilmente se repita: Faye Dunaway anunció que “La La Land” había ganado el premio a la Mejor Película y sus productores subieron a recibir la estatuilla. Pero mientras ensayaban el discurso de agradecimiento se descubrió que ella había cometido un error, porque la vencedora era “Luz de la luna”. Así que el equipo de “La La Land” debió entregar el Oscar al de “Luz de luna”, todo sobre el escenario y en medio del estupor de millones de espectadores.

Tan insólito fue el episodio que dejó en un segundo plano todo lo ocurrido antes. Warren Beatty, encargado de presentar el premio principal de la noche junto a Dunaway, intentó explicar por qué se habían equivocado. Sostuvo que en la papeleta que habían sacado del sobre decía “Emma Stone-La La Land”. Como si se hubiera repetido la correspondiente a Mejor Actriz, galardón que Stone había conquistado momentos antes. Todo muy confuso e incomprobable, teniendo en cuenta que los productores de “La La Land” mostraron a cámara la tarjeta que decía, sin lugar a dudas, “Moonlight” (el título original de “Luz de luna”).

¿Será que Dunaway estaba convencida del triunfo del musical y lo proclamó ganador sin leer con detenimiento? ¿Será que había dos tarjetas en ese sobre que tanto les costó abrir? Lo cierto es que del tema se hablará largo y tendido durante los próximos días. Por lo pronto, la Academia de Hollywood no quedó muy bien parada porque instantes después del episodio en las redes sociales -con Twitter a la cabeza- ardieron los comentarios sobre el tema y muy pocos fueron benevolentes. Afloraron las burlas, por ejemplos con memes en los que “Pipita” Higuaín aparece anunciado el ganador del premio.

Semejante epílogo le pone un curioso marco al sorprendente éxito de “Luz de luna”, el drama de un joven negro que lucha desde niño en un contexto de permanente adversidad por afirmar su condición de homosexual. Barry Jenkins, el director, se había llevado el Oscar al Mejor Guión Adaptado junto a Tarell Alvin McCraney. La elección de esta película no puede dejar de leerse como una respuesta a lo ocurrido el año pasado, cuando la Academia había ignorado de punta a punta a los filmes y a los actores afroamericanos.

“La La Land” parecía encaminarse a la conquista de los principales galardones, en especial después de los éxitos de Emma Stone y del talentoso director Damien Chazelle. Pero hasta allí llegó su impulso, porque de las 14 postulaciones que había logrado sólo certificó seis. Y para colmo al musical le tocó devolver un Oscar. el más importante de todos, que ya estaba agradeciendo.

La gala comenzó a todo brillo, con Justin Timberlake al micrófono y la platea bailando, pero después se desinfló y ofrecio pocos momentos para rescatar. Sting y John Legend ofrecieron números musicales sentidos y bien ejecutados, pero el despliegue escénico que suele desarrollar la gala estuvo más bien ausente.

A Kimmel le tocó explicar lo inexplicable en el cierre. “Regreso a mi programa. Por acá no vuelvo más”, sostuvo en la despedida. El animador sorteó el debut con el oficio que noche a noche exhibe en su late show de la TV estadounidense. Bromeó con Matt Damon -con quien mantiene una satírica relación de odio-, regaló golosinas que cayeron desde el cielo e invitó al auditorio a un grupo de desprevenidos turistas que paseaban en un city tour por Los Ángeles. A dos de ellos los “casó” Denzel Washington.

En cuanto a la política, Kimmel lanzó varios dardos contra Donald Trump y reivindicó a Meryl Streep. No hubo discursos como el que la actriz había ofrecido en los Globo de Oro, pero sí sobraron las referencias críticas a la política del presidente estadounidense. El más enfático en ese sentido fue Gael García Bernal, cuando enfatizó: “como trabajador inmigrante no apoyo ninguna clase de muro”.

Momentos de una ceremonia estándar, tan clásica como previsible, pero que se volvió loca en el instante decisivo. El Oscar dejó al mundo boquiabierto con uno de los mayores furcios de todos los tiempos. Como si Hollywood hubiera apelado a lo mejor de sus tragicomedias para dar qué hablar.

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