09 Marzo 2017
NUEVA YORK.- Durante muchos años, el famoso cena-teatro Crystal Palace en Aspen presentó una canción de cabaret favorita del público: “The Peanut Butter Affair”.
Cuenta la historia de un alto ejecutivo que salió a trabajar un día sin haberse lavado la cara correctamente y todavía tenía un poco de crema de cacahuate en la barbilla. Sin embargo, ninguno de sus empleados se atrevía a decirle. Pero cuando llegó a su casa, su esposa se lo dijo y él se sintió horrorizado. Sin embargo, se horrorizó todavía más cuando fue a trabajar los siguientes días y, al final, “cada imbécil, desde el presidente hasta el oficinista tenía mantequilla de cacahuate en la barbilla”.
Esa parodia de subalternos que imitan a sus jefes me vino a la mente cuando oía a los asesores y aliados de Trump justificar la diatriba del Presidente en la que alegaba -sin evidencia- que el ex presidente, Barack Obama, había ordenado la intervención de los teléfonos en la Torre Trump durante la campaña electoral 2016. Parecía que el equipo de Trump se estaba embarrando mantequilla de maní en la barbilla. La pregunta era quién se había puesto más.
Mi voto es para la subsecretaria de prensa, Sarah Huckabee Sanders, quien le dijo a ABC que Trump “estalló por la información que lo ha llevado a creer que se trata de un potencial muy real”. ¿Información no especificada que ha visto?
Sin embargo, Sanders es solo una publicista. Más preocupante fue observar a un soldado honorable, al secretario de Seguridad Interior, John Kelly, dar palmaditas ligeras a la crema de cacahuate y defender la aseveración de Trump en CNN, diciendo que “el Presidente debe tener sus razones”.
¿Entonces, por qué el secretario de Seguridad Interior no las conoce y por qué el Presidente no las comparte? Y, ¿por qué aparece usted en la televisión con mantequilla de cacahuate en la barbilla, diciendo que el jefe de Estado tiene razones, pero sin decir cuáles son? Esa es la forma en la que un mandatario, moralmente en quiebra, embarra a todos a su alrededor, aun a un hombre bueno.
Trump compitió por el cargo prometiendo que protegería a los estadounidenses del terrorismo, de los inmigrantes y de los acuerdos de libre comercio. Sin embargo, ¿quién nos protegerá de él? Si nuestro Presidente está dispuesto a dañar con mentiras nuestros principios de conducta presidencial -como que no se acusa al predecesor de un crimen grave sin tener evidencia, solo para desviar la atención de su desorden reciente-, tenemos un problema.
Necesitamos hacer cosas grandes y duras juntos. Y ello requiere de un líder que nos una para hacer cosas dignas de nuestras energías y dedicación: una reforma sanitaria correcta, una reforma migratoria y fiscal e inversión en infraestructura, o trabajar bien con China y Rusia donde se pueda, y trazar líneas rojas donde se deba.
Pero también se requiere confianza en la integridad de ese líder, que cuando las cosas se pongan duras, el líder no abandone ni les dispare por la espalda a sus asesores y seguidores. No hay ningún congresista republicano, ni aliado de EEUU en el extranjero, que no se esté preguntando: ¿puedo confiar en este tipo cuando las cosas se ponen difíciles o Trump publicará alguna diatriba sin hechos sobre mí en Twitter? ¿Siquiera puedo confiar en compartir información con él? (Especial)
Cuenta la historia de un alto ejecutivo que salió a trabajar un día sin haberse lavado la cara correctamente y todavía tenía un poco de crema de cacahuate en la barbilla. Sin embargo, ninguno de sus empleados se atrevía a decirle. Pero cuando llegó a su casa, su esposa se lo dijo y él se sintió horrorizado. Sin embargo, se horrorizó todavía más cuando fue a trabajar los siguientes días y, al final, “cada imbécil, desde el presidente hasta el oficinista tenía mantequilla de cacahuate en la barbilla”.
Esa parodia de subalternos que imitan a sus jefes me vino a la mente cuando oía a los asesores y aliados de Trump justificar la diatriba del Presidente en la que alegaba -sin evidencia- que el ex presidente, Barack Obama, había ordenado la intervención de los teléfonos en la Torre Trump durante la campaña electoral 2016. Parecía que el equipo de Trump se estaba embarrando mantequilla de maní en la barbilla. La pregunta era quién se había puesto más.
Mi voto es para la subsecretaria de prensa, Sarah Huckabee Sanders, quien le dijo a ABC que Trump “estalló por la información que lo ha llevado a creer que se trata de un potencial muy real”. ¿Información no especificada que ha visto?
Sin embargo, Sanders es solo una publicista. Más preocupante fue observar a un soldado honorable, al secretario de Seguridad Interior, John Kelly, dar palmaditas ligeras a la crema de cacahuate y defender la aseveración de Trump en CNN, diciendo que “el Presidente debe tener sus razones”.
¿Entonces, por qué el secretario de Seguridad Interior no las conoce y por qué el Presidente no las comparte? Y, ¿por qué aparece usted en la televisión con mantequilla de cacahuate en la barbilla, diciendo que el jefe de Estado tiene razones, pero sin decir cuáles son? Esa es la forma en la que un mandatario, moralmente en quiebra, embarra a todos a su alrededor, aun a un hombre bueno.
Trump compitió por el cargo prometiendo que protegería a los estadounidenses del terrorismo, de los inmigrantes y de los acuerdos de libre comercio. Sin embargo, ¿quién nos protegerá de él? Si nuestro Presidente está dispuesto a dañar con mentiras nuestros principios de conducta presidencial -como que no se acusa al predecesor de un crimen grave sin tener evidencia, solo para desviar la atención de su desorden reciente-, tenemos un problema.
Necesitamos hacer cosas grandes y duras juntos. Y ello requiere de un líder que nos una para hacer cosas dignas de nuestras energías y dedicación: una reforma sanitaria correcta, una reforma migratoria y fiscal e inversión en infraestructura, o trabajar bien con China y Rusia donde se pueda, y trazar líneas rojas donde se deba.
Pero también se requiere confianza en la integridad de ese líder, que cuando las cosas se pongan duras, el líder no abandone ni les dispare por la espalda a sus asesores y seguidores. No hay ningún congresista republicano, ni aliado de EEUU en el extranjero, que no se esté preguntando: ¿puedo confiar en este tipo cuando las cosas se ponen difíciles o Trump publicará alguna diatriba sin hechos sobre mí en Twitter? ¿Siquiera puedo confiar en compartir información con él? (Especial)
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