Nicholas Kristof / The New York Times
Empecemos hablando de sexo. Cuando la pareja termina de hacer lo suyo, millones de espermatozoides entran en acción, compitiendo por llegar al óvulo y fertilizarlo. Pero los científicos dicen que hoy en día una creciente proporción de espermatozoides -un 90 por ciento en un joven común– está deforme, a veces con dos cabezas o dos colas.
Además, aunque estén debidamente formados, los espermatozoides de hoy son malos nadadores, desviándose como borrachos o coleteando a lo loco en círculos. El número de espermatozoides también parece haberse reducido notablemente en los últimos 75 años, de una forma que afecta nuestra capacidad de reproducción.
“Ha habido no solo una reducción en el número de espermatozoides, sino también en su calidad y su capacidad de nadar, su capacidad de hacer lo que se espera de ellos”, advierte Shanna Swan, epidemióloga del Hospital Monte Sinaí. Señala que los investigadores también han vinculado problemas del semen con una esperanza de vida más corta.
Esto no es solo un desconcertante dato curioso, sino más bien una urgente preocupación que afecta la reproducción e incluso quizá el futuro de nuestra especie.
El mayor riesgo
Andrea Gore, profesor de farmacología de la Universidad de Texas en Austin y director de la revista Endicronology, lo explica de esta forma: “la calidad y la fertilidad del semen del hombre se han reducido. No todos los que quieran reproducirse podrán hacerlo. Y son incalculables los costos de los trastornos masculinos en la calidad de vida y la carga económica para la sociedad”.
Estudios con humanos y animales apuntan que un importante causante es una clase muy común de sustancias llamadas perturbadores endocrinos, que se encuentran en plásticos, cosméticos, sofás y pesticidas, entre otros incontables productos. Debido a su relación ambiental, The New Yorker se refirió elegantemente a esta crisis como la “esperma silenciosa”. En los últimos 25 años ha habido innumerables estudios que refuerzan la preocupación de que el esperma del mundo esté en problemas.
Alarmas
¿Qué pasa con los hombres? Al parecer, relacionado con el problema de la reducción de la calidad del semen está el aumento del cáncer testicular en muchos países, en testículos no descendidos y en la malformación congénita del pene llamada hipospadias, en la que la uretra no sale por la punta del pene sino por la base o por un costado. Estos problemas suelen encontrarse juntos y se conocen como síndrome de disgenesia testicular.
No existe todavía un acuerdo sobre la dimensión del problema y los datos no siempre son confiables. Pero algunos científicos están empezando a preguntarse si en algún momento nos enfrentaremos a una crisis de reproducción. ¿Podríamos hacernos a nosotros mismos lo que les hicimos a las águilas calvas hace 50 y 60 años?
Contra las cuerdas
“Creo que estamos en un momento decisivo”, apunta Niels Erik Skakkebaek, estudioso danés de la fertilidad y pionero en este campo. “Es cuestión de si podemos mantenernos a nosotros mismos.”
Un estudio reciente encontró que de los solicitantes como donadores de esperma en la provincia china de Hunan, en 2001, fueron aprobados 56% pues su esperma cumplía con las normas de salud. Para 2015, fue aprobado sólo el 18 %. “La calidad del semen de los jóvenes chinos se redujo en 15 años”, concluye el estudio, que implicó a más de 30.000 hombres.
Quizá sea más alarmante el estudio llevado a cabo por canadienses durante siete años en un lago de Ontario, en el que vertieron sustancias endocrinas perturbadoras para observar su impacto en los peces. La sustancia tuvo un efecto devastador en los machos, muchos de los cuales se convirtieron en intersexuales, con características de ambos sexos pero incapaces de reproducirse.
La crisis de la salud reproductiva masculina parece empezar en el útero. Los fetos machos y hembras empiezan básicamente igual y luego las hormonas impulsan la diferenciación de unos y otras. El problema es que los perturbadores endocrinos imitan a las hormonas y confunden ese proceso, interfiriendo con el proceso biológico de convertirse en varón.
¿Cómo protegernos?
Swan evita los plásticos lo más que puede, incluso alimentos y bebidos que hayan estado en contacto con plástico. Recomienda consumir alimentos orgánicos para evitar residuos de pesticidas, además de evitar los analgésicos durante el embarazo. Los recibos de impresoras térmicas, como los de las estaciones de servicio y cajeros automáticos, también son sospechosos.
Empero, esto no es cosa de acciones individuales sino que es una cuestión de política pública que afecta a decenas de millones de personas, a su capacidad de reproducirse, a su salud y a su esperanza de vida.
La pregunta importante es por qué permitimos que la industria química pague para evitar la regulación efectiva de los perturbadores endocrinos. El engaño de la industria recuerda la batalla de las tabacaleras contra la regulación de sus productos. Si tiene dudas de lo que está en juego, recuerde: el futuro de la humanidad solo será tan saludable como su esperma.