Acampando en los techos o a merced de las alimañas: el drama en La Madrid

Un grupo de vecinos se refugió en los vagones de la vieja estación, otros se autoevacuaron y muchos aguardan a la vera de la ruta que el agua empiece a bajar.

NO SE MARCHARÁN DE SU CASA. Instalados en el techo, los vecinos esperan que vuelva la normalidad. Pero pueden pasar varios días. LA GACETA/FOTO DE OSVALDO RIPOLL NO SE MARCHARÁN DE SU CASA. Instalados en el techo, los vecinos esperan que vuelva la normalidad. Pero pueden pasar varios días. LA GACETA/FOTO DE OSVALDO RIPOLL
04 Abril 2017
INUNDACIONES
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Acampando en los techos o a merced de las alimañas: el drama en La Madrid
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Un grupo de vecinos se refugió en los vagones de la vieja estación, otros se autoevacuaron y muchos aguardan a la vera de la ruta que el agua empiece a bajar
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la gaceta / fotos de osvaldo ripoll
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Miradas perdidas y que revelaban una angustia sin fin. Otras clavadas en el paisaje devastador, difícil de imaginarlo como cuando sus pobladores llevaban una vida normal.  Calles, plazas y casas casi borradas por una masa líquida de la que asoman sólo  los techos. Una postal que no permite imaginar pasado ni futuro. “Con mucha suerte espero poder volver a vivir en mi rancho dentro de 20 días. Ojalá lo recupere porque tengo seis hijos y esposa. Vivir ahora en un vagón de locomotora es un tormento”, confesó Gabriel Darío Gómez.
Gabriel es una de las 60 personas que alcanzaron a refugiarse  en los acoplados ferroviarios que permanecen en la ex estación de La Madrid. “Fuimos escupidos por el agua hacia cualquier lado. Ahora no puedo ni trabajar. Sólo tenemos la ayuda de la gente” planteó por su parte Héctor Díaz, otro de los autoevacuados.
Amén de los ocupantes del vagón, cientos de pobladores están instalados en carpas improvisadas a orillas de la ruta nacional 157 y de la provincial 308. Unos 800 optaron por ir a los centros para evacuados que dispuso el Gobierno, en Simoca y Taco Ralo.
Cuando el sábado a la noche llegaron las  aguas desbordadas del río Marapa, el nivel de agua  llegó a superar 1,70 metro de altura. Hasta anoche apenas fue de 20 centímetros la reducción que registró esa masa líquida.
Si no empeoran las condiciones climáticas, el agua que sepultó al pueblo podría terminar de escurrirse en un lapso de tres días, según estimó la Policía. La reparación desinfección y reacondicionamiento de calles y casas podría hasta meses. Así lo admitió el ministro del Interior, Miguel Acevedo, al anunciar que una vez que pase la inundación esa dependencia tiene previsto instrumentar un amplio operativo de recuperación de la comunidad. Dijo que este proceso se concretará en conjunto con la Nación. 
A  orillas  de la ruta provincial 308 y a lo largo de tres kilómetros hay familias instaladas en carros agrícolas y carpas improvisadas. “Pasamos  una noche  de terror porque los mosquitos no nos dejaron dormir. Además había que estar atentos  a las  arañas y víboras. Rogamos  que este infierno  se termine  pronto”, imploró Andrea Correa, madre de tres niños.
El titular del Plan Belgrano, José Cano, recorrió la zona inundada y escuchó los reclamos de los vecinos. “Con el Ejército vamos  a ver cómo encaramos el día después, principalmente con el fin  de recuperar los caminos secundarios, la red terciaria  que está en estado crítico. La Nación  va  a acompañar”, enfatizó.
Solidaridad  sin fin
La angustia de los pobladores  encontró el consuelo y el acompañamiento de gente solidaria  que llegó a asistirlos  con alimentos. Otros trabajaron, incansables, en las tareas  de acercar a través  de botes y lanchas ayuda a la  gente  que permanecía  en la planta  alta  de sus casas o en carpas que levantaron en los techos. También  socorrieron  mascotas que habían quedado en sitios altos.
Más de 30 lanchas de voluntarios, de bomberos y de la Policía  se desplazaron sin tregua a lo largo del día llevando comida y medicamentos a distintos sitios  del pueblo. Mauricio Oyola, y los hermanos Cristian y Julian Zelaya, todos de Alberdi, fueron algunos de los que trabajaron sin tregua con lanchas de su propiedad. Lo mismo hicieron deportistas de aventura, como Alberto Payrola, Matías Haedo y Antonio Lazarte.
Máxima tensión
Dardo Herrera, comisionado comunal de La Madrid, llegó por la ruta 157 a media mañana. Fue  rodeado por un grupo de vecinos  que, sin insultos, pero con mucha vehemencia, le reprochó el hecho de no haber realizado las obras que podrían haber apaciguado el desborde del Marapa. También estaba allí el ministro Acevedo.
“No hiciste nada. Y encima ni siquiera te encargaste de advertirnos que podía pasar esto. Por radio dijiste  que no había qué temer y que todo estaba controlado”, le reprochó Pedro Correa. “Y no hiciste nada porque ni siquiera vivís acá. Tu familia está a salvo en otro lugar, mientras la nuestra está pagando la irresponsabilidad tuya”, remató. 
Acevedo, tratando de calmar los ánimos, respondió que se iban a hacer todas las obras que sean necesarias para recuperar al pueblo. Herrera en ningún momento se inmutó, pero Acevedo sufrió de repente una descompensación y debió ser trasladado a un centro asistencial.
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NO SE MARCHARÁN DE SU CASA. Instalados en el techo, los vecinos esperan que vuelva la normalidad. Pero pueden pasar varios días.
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REPARTIENDO ALIMENTOS. Desde arriba miran pasar la embarcación.
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MOMENTO DE BAJAR. Así rescataron a vecinos de uno de los techos.
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LLEGANDO A LA ESTACIÓN. Allí se instalaron muchos pobladores.

Miradas perdidas y que revelaban una angustia sin fin. Otras clavadas en el paisaje devastador, difícil de imaginarlo como cuando sus pobladores llevaban una vida normal. Calles, plazas y casas casi borradas por una masa líquida de la que asoman sólo  los techos. Una postal que no permite imaginar pasado ni futuro. “Con mucha suerte espero poder volver a vivir en mi rancho dentro de 20 días. Ojalá lo recupere porque tengo seis hijos y esposa. Vivir ahora en un vagón de locomotora es un tormento”, confesó Gabriel Darío Gómez.

Gabriel es una de las 60 personas que alcanzaron a refugiarse  en los acoplados ferroviarios que permanecen en la ex estación de La Madrid. “Fuimos escupidos por el agua hacia cualquier lado. Ahora no puedo ni trabajar. Sólo tenemos la ayuda de la gente” planteó por su parte Héctor Díaz, otro de los autoevacuados.

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Amén de los ocupantes del vagón, cientos de pobladores están instalados en carpas improvisadas a orillas de la ruta nacional 157 y de la provincial 308. Unos 800 optaron por ir a los centros para evacuados que dispuso el Gobierno, en Simoca y Taco Ralo.

Cuando el sábado a la noche llegaron las  aguas desbordadas del río Marapa, el nivel de agua llegó a superar 1,70 metro de altura. Hasta anoche apenas fue de 20 centímetros la reducción que registró esa masa líquida.

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Si no empeoran las condiciones climáticas, el agua que sepultó al pueblo podría terminar de escurrirse en un lapso de tres días, según estimó la Policía. La reparación desinfección y reacondicionamiento de calles y casas podría hasta meses. Así lo admitió el ministro del Interior, Miguel Acevedo, al anunciar que una vez que pase la inundación esa dependencia tiene previsto instrumentar un amplio operativo de recuperación de la comunidad. Dijo que este proceso se concretará en conjunto con la Nación. 

A orillas de la ruta provincial 308 y a lo largo de tres kilómetros hay familias instaladas en carros agrícolas y carpas improvisadas. “Pasamos  una noche  de terror porque los mosquitos no nos dejaron dormir. Además había que estar atentos  a las  arañas y víboras. Rogamos  que este infierno  se termine  pronto”, imploró Andrea Correa, madre de tres niños.
El titular del Plan Belgrano, José Cano, recorrió la zona inundada y escuchó los reclamos de los vecinos. “Con el Ejército vamos  a ver cómo encaramos el día después, principalmente con el fin  de recuperar los caminos secundarios, la red terciaria  que está en estado crítico. La Nación  va  a acompañar”, enfatizó.

Solidaridad  sin fin

La angustia de los pobladores  encontró el consuelo y el acompañamiento de gente solidaria  que llegó a asistirlos  con alimentos. Otros trabajaron, incansables, en las tareas  de acercar a través  de botes y lanchas ayuda a la  gente  que permanecía  en la planta  alta  de sus casas o en carpas que levantaron en los techos. También  socorrieron  mascotas que habían quedado en sitios altos.

Más de 30 lanchas de voluntarios, de bomberos y de la Policía  se desplazaron sin tregua a lo largo del día llevando comida y medicamentos a distintos sitios  del pueblo. Mauricio Oyola, y los hermanos Cristian y Julian Zelaya, todos de Alberdi, fueron algunos de los que trabajaron sin tregua con lanchas de su propiedad. Lo mismo hicieron deportistas de aventura, como Alberto Payrola, Matías Haedo y Antonio Lazarte.

Máxima tensión

Dardo Herrera, comisionado comunal de La Madrid, llegó por la ruta 157 a media mañana. Fue  rodeado por un grupo de vecinos  que, sin insultos, pero con mucha vehemencia, le reprochó el hecho de no haber realizado las obras que podrían haber apaciguado el desborde del Marapa. También estaba allí el ministro Acevedo.

“No hiciste nada. Y encima ni siquiera te encargaste de advertirnos que podía pasar esto. Por radio dijiste  que no había qué temer y que todo estaba controlado”, le reprochó Pedro Correa. “Y no hiciste nada porque ni siquiera vivís acá. Tu familia está a salvo en otro lugar, mientras la nuestra está pagando la irresponsabilidad tuya”, remató. 

Acevedo, tratando de calmar los ánimos, respondió que se iban a hacer todas las obras que sean necesarias para recuperar al pueblo. Herrera en ningún momento se inmutó, pero Acevedo sufrió de repente una descompensación y debió ser trasladado a un centro asistencial.


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