12 Abril 2017
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Un recorrido de 100 kilómetros a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, a través de cerros y valles, concentra lo mejor de Tucumán en materia de vinos y abre una ventana al legado colonial y la herencia indígena de las poblaciones que habitaron esa zona central de los Valles Calchaquíes.
La Ruta del Vino arranca en Tafí del Valle, sobre la ruta 307, y desde allí se extiende hasta alcanzar la ruta 40, por donde se despliega hacia Tolombón, en el límite con Salta, atravesando Los Zazos, Amaicha del Valle, Colalao del Valle y El Pichao.
Los vinos de los Valles se caracterizan por estar elaborados a partir de uvas cultivadas con alta exposición al sol, con climas fríos en invierno y calurosos y secos en verano, y en una de las zonas vitivinícolas de mayor altura del mundo.
Los primeros viñedos en el valle se remontan al siglo XVI pero sólo a partir de fines del XIX se empezaron a elaborar vinos para el mercado. A partir de 1910, se amplió la superficie de viñedos gracias a canales de riego y represas llegando así, en 1934, a una superficie cultivada de 83 hectáreas registradas en Colalao del Valle.
Los varietales que se producen en la Ruta del Vino tucumana son el Torrontés, el Malbec, el Cabernet Sauvignon, el Bonarda, el Syrah y Tannat, que en esta zona encuentran un suelo franco, permeable, limpio, profundo y con vientos permanentes de norte a sur.
La primera parada en esta ruta es la bodega comunitaria Las Amaichas, construida como una gran fortaleza de piedra, emplazada a 2.300 metros de altura, en medio de un paisaje donde el sol está presente casi todo el año.
En todo el mundo, sólo hay otras dos bodegas que pertenecen a una comunidad indígena. El vino que producen se llama Sumak Kawsay, que significa "el buen vivir" y su producción forma parte de un proyecto integral que prevé también el apoyo a la artesanía, a la recuperación de la soberanía alimentaria y al turismo comunitario.
El segundo punto de interés en este recorrido es la Albarossa, un emprendimiento de enoturismo que comprende una bodega y un establecimiento hotelero boutique. La bodega se especializa en el vino blanco Torrontés y en el tinto Malbec, un vino orgánico y natural con el sabor de los Valles Calchaquíes.
La tercera parada en la Ruta del Vino tucumana es la bodega Chico Zossi, un emprendimiento vitivinícola montado sobre una casa en la que Francisco Baltazar Chico Zossi encabeza la cuarta generación familiar dedicada a la producción de vinos en los Valles Calchaquíes. En la finca donde está emplazada la bodega se puede pasar el día. Cuenta con un gran jardín, un quincho y una sala con juegos para grandes y chicos.
La bodega y estancia Río de Arena, ubicada en la localidad de El Bañado, en Colalao del Valle, cerca de la Ciudad Sagrada de Los Quilmes, es la siguiente posta.
El lugar permite caminar por los viñedos, conocer sobre la crianza de llamas y disfrutar de noches de fogón y guitarreadas bajo las estrellas. El río Santa María le pone límite a la estancia, hacia el oeste.
Los viñedos se trabajan con una modalidad orgánica, con abonos naturales de guano y aporte de residuos de otras producciones agrarias. Las conducciones son en parrales para las variedades blancas, evitando la exposición directa al sol y en espalderos para las tintas.
El riego de los viñedos se realiza por goteo en la mayoría de los casos, aunque también se aplica el riego por manto. Siempre se utiliza agua pura de deshielo, lo cual favorece a la pureza de la uva.
La Ruta del Vino arranca en Tafí del Valle, sobre la ruta 307, y desde allí se extiende hasta alcanzar la ruta 40, por donde se despliega hacia Tolombón, en el límite con Salta, atravesando Los Zazos, Amaicha del Valle, Colalao del Valle y El Pichao.
Los vinos de los Valles se caracterizan por estar elaborados a partir de uvas cultivadas con alta exposición al sol, con climas fríos en invierno y calurosos y secos en verano, y en una de las zonas vitivinícolas de mayor altura del mundo.
Los primeros viñedos en el valle se remontan al siglo XVI pero sólo a partir de fines del XIX se empezaron a elaborar vinos para el mercado. A partir de 1910, se amplió la superficie de viñedos gracias a canales de riego y represas llegando así, en 1934, a una superficie cultivada de 83 hectáreas registradas en Colalao del Valle.
Los varietales que se producen en la Ruta del Vino tucumana son el Torrontés, el Malbec, el Cabernet Sauvignon, el Bonarda, el Syrah y Tannat, que en esta zona encuentran un suelo franco, permeable, limpio, profundo y con vientos permanentes de norte a sur.
La primera parada en esta ruta es la bodega comunitaria Las Amaichas, construida como una gran fortaleza de piedra, emplazada a 2.300 metros de altura, en medio de un paisaje donde el sol está presente casi todo el año.
En todo el mundo, sólo hay otras dos bodegas que pertenecen a una comunidad indígena. El vino que producen se llama Sumak Kawsay, que significa "el buen vivir" y su producción forma parte de un proyecto integral que prevé también el apoyo a la artesanía, a la recuperación de la soberanía alimentaria y al turismo comunitario.
El segundo punto de interés en este recorrido es la Albarossa, un emprendimiento de enoturismo que comprende una bodega y un establecimiento hotelero boutique. La bodega se especializa en el vino blanco Torrontés y en el tinto Malbec, un vino orgánico y natural con el sabor de los Valles Calchaquíes.
La tercera parada en la Ruta del Vino tucumana es la bodega Chico Zossi, un emprendimiento vitivinícola montado sobre una casa en la que Francisco Baltazar Chico Zossi encabeza la cuarta generación familiar dedicada a la producción de vinos en los Valles Calchaquíes. En la finca donde está emplazada la bodega se puede pasar el día. Cuenta con un gran jardín, un quincho y una sala con juegos para grandes y chicos.
La bodega y estancia Río de Arena, ubicada en la localidad de El Bañado, en Colalao del Valle, cerca de la Ciudad Sagrada de Los Quilmes, es la siguiente posta.
El lugar permite caminar por los viñedos, conocer sobre la crianza de llamas y disfrutar de noches de fogón y guitarreadas bajo las estrellas. El río Santa María le pone límite a la estancia, hacia el oeste.
Los viñedos se trabajan con una modalidad orgánica, con abonos naturales de guano y aporte de residuos de otras producciones agrarias. Las conducciones son en parrales para las variedades blancas, evitando la exposición directa al sol y en espalderos para las tintas.
El riego de los viñedos se realiza por goteo en la mayoría de los casos, aunque también se aplica el riego por manto. Siempre se utiliza agua pura de deshielo, lo cual favorece a la pureza de la uva.
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