Dos dedos, 28 letras y todo el realismo mágico: los entretelones de "Cien años de soledad"

El primer párrafo de la novela fue una epifanía y García Márquez le puso color a ese instante.

EMBLEMÁTICA. Sara Facio capturó esta imagen de García Márquez en 1967. En la tapa del libro se distingue el diseño que devino en un clásico.  EMBLEMÁTICA. Sara Facio capturó esta imagen de García Márquez en 1967. En la tapa del libro se distingue el diseño que devino en un clásico.
30 Mayo 2017

Dos dedos, 28 letras y una alta dosis de realismo mágico fueron los ingredientes que usó Gabriel García Márquez para escribir “Cien años de soledad”, una de las principales obras de la literatura universal, que hoy cumple 50 años de su primera edición.

Fiel a ese estilo de fantasía y realidad que impregnó las obras que le supusieron el Premio Nobel de Literatura en 1982, el escritor colombiano se encargó de rodear de anécdotas la etapa previa a la publicación del libro por parte de la editorial argentina Sudamericana, que terminó de imprimirlo el 30 de mayo de 1967.

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Problemas económicos, aislamiento en “la cueva de la mafia” (el nombre que le dio al estudio en su casa de México donde escribió el libro) y tristeza infinita por la muerte de protagonistas de la obra fueron relatados por “Gabo” a amigos y en escritos periodísticos.

Al recibir una distinción especial en 2007, en el marco del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, en Cartagena de Indias, García Márquez admitió que en un comienzo no llegó a imaginar que su obra más célebre llegaría a alcanzar tal importancia. “Pensar que un millón de personas pudieran leer algo escrito en la soledad de mi cuarto, con 28 letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal, parecería a todas luces una locura”, confesó aquella vez.

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“Nunca he visto nada distinto que mis dos dedos índices golpeando, una a una y a un buen ritmo, las 28 letras del alfabeto inmodificado que he tenido ante mis ojos durante estos setenta y pico de años”, agregó.

Tantas historias...

La idea de relatar las historias alucinantes de la familia Buendía en la mítica Macondo empezó a rondar la cabeza de García Márquez mucho antes de 1967, a partir de los relatos que le contaba su abuela Tranquilina Iguarán cuando era niño.

Pero ese párrafo inicial de “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” se le apareció de repente y no pudo parar de escribir hasta después de pasar 18 meses en “la cueva de la mafia”.

En un artículo que publicó en 2002 en la revista colombiana “Cambio”, que ya desapareció y de la cual fue cofundador, García Márquez dijo que la idea de iniciar la obra le llegó de repente a comienzos de 1965 mientras conducía su automóvil en un paseo familiar a Acapulco.

“Me sentí fulminado por un cataclismo del alma tan intenso y desgarrador que apenas si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera”, escribió “Gabo”, tras recordar que desde ese momento no tuvo sosiego.

En detalle

La anécdota ya la había narrado en 1982 en “El olor de la guayaba”, un libro de conversaciones con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, en el que relató que el afán por sentarse a escribir el primer párrafo era tan grande que dio vuelta en la carretera para regresar a Ciudad de México.

La biografía sobre García Márquez escrita por el británico Gerald Martin señala que en realidad el paseo familiar con su esposa, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo sí alcanzó a llegar a Acapulco, pero ratifica que desde ese momento el novelista no pudo descansar hasta tener listo el producto final.

Consciente de que no podía enclaustrarse varios meses para escribir sin ganar el sustento diario como periodista o guionista de cine, García Márquez le pidió un préstamo al también escritor colombiano Álvaro Mutis. El dinero quedó en manos de su esposa Mercedes, quien tuvo que cortar al máximo los gastos y rogar al dueño de la casa un plazo prudente para pagar el alquiler.

“Lo que podía ser motivo de otro libro mejor, sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo, con nuestros dos hijos, durante ese tiempo en que no gané ningún centavo por ninguna parte. Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa”, recordó el escritor en 2002.

Más contratiempos

Terminada la obra, la pareja salió al correo para enviar el borrador a Buenos Aires pero se encontró con un tropiezo: el dinero no alcanzaba para pagar el flete. La solución de urgencia fue enviar la mitad para ver después cómo conseguir dinero para el otro envío.

“Sólo después caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la primera sino la última parte. Pero antes de que consiguiéramos el dinero para mandarla, ya Paco Porrúa, nuestro hombre en la editorial Sudamericana, ansioso de leer la primera mitad del libro, nos anticipó dinero para que pudiéramos enviarla”, destacó el escritor, quien murió en 2014.

La primera edición del libro de 471 páginas se agotó en tres semanas. Se vendieron 8.000 ejemplares y la editorial tuvo que preparar rápidamente la segunda edición, según narró el escritor Eligio García Márquez, hermano de “Gabo”, en su libro “Tras las claves de Melquíades”. Ahí llegó “Cien años de soledad” a la cúspide de las letras castellanas.

“Se vendió volando”, rememora la editora Gloria Rodrigué, quien siguió de cerca el proceso. “Fue como un milagro, porque tampoco hicimos publicidad. El boca a boca es lo que funciona, en esa época y siempre”, analiza la ex directora de Sudamericana, actualmente al frente de Edhasa.

Ella también recuerda el adelanto que García Márquez recibió por su obra consagratoria: “fue un contrato con un anticipo de 500 dólares, que hoy parece absurdo”.



siete datos clave
un texto de la prehistoria
Desde 2009, el investigador e historiador español Álvaro Santana-Acuña se dedicó a estudiar a fondo “Cien años de soledad”, y detalló para la agencia DPA algunas de las claves de su origen. El estudioso señaló que en 1950, cuando Gabriel García Márquez trabajaba como periodista en la revista “Crónica” de Barranquilla, publicó varios fragmentos de lo que se considera un poco la prehistoria de esta obra. Uno de ellos lo tituló “La casa de los Buendía”. Según Santana-Acuña, el escritor introdujo por primera vez en ese texto el personaje de Aureliano Buendía.
méxico y el comienzo de la obra
En el verano de 1965, el escritor colombiano está radicado en México con su esposa, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo. Fue entonces que llegó a su cabeza la determinación de materializar la novela que tenía en mente desde su adolescencia, y que lo empujaba profesionalmente. Gabo pudo dedicarse a escribirla después de asegurarse una entrada económica mínima para el sustento de su familia, con los contratos firmados para publicar sus obras previas en inglés y en francés, los que fueron gestionados por la agente literaria Carmen Balcells. Pero el dinero recibido no fue suficiente, por lo que la familia vivió, tal como contó el propio autor, varios meses a crédito en los comercios y gracias a los préstamos de amigos cercanos al matrimonio.
el menos conocido de todos
A mediados de ese año, García Márquez era el guionista de la película “Tiempo de morir”, que se estaba rodando en México, por lo que pasaba bastante tiempo en los sets. Allí lo entrevistó el chileno Luis Harss, quien estaba preparando su libro “Los nuestros”. Era una antología que salió en inglés y en español sobre 10 grandes narradores latinoamericanos de la época, en la que incluyó a Gabo, pese a que era el más desconocido de todos.
el contacto con sudamericana
El libro de Harss despertó el interés de la poderosa editorial Sudamericana, la que contactó a García Márquez. El entonces editor Francisco Porrúa se interesó por sus obras previas (“Los funerales de la mamá grande”, “El coronel no tiene quien le escriba” y “La mala hora”) y le propuso publicarlas, pero el novelista colombiano ya había comprometido sus derechos con otras editoriales. En cambio, le habló de “Cien años de soledad”, a la que mencionó como “una novela muy larga y muy compleja en la cual tengo fincadas mis mejores ilusiones”. El libro le llegó de manos de Álvaro Mutis. 
las dudas sobre la calidad
Para Porrúa, la novela era una muestra perfecta del boom latinoamericano. Pero el propio García Márquez tenía dudas sobre su calidad, según se desprende de las cartas que el luego Nobel de Literatura cruzó con sus amigos Plinio Apuleyo 
Mendoza, Guillermo Angulo, Germán Vargas y Álvaro Cepeda Samudio, según estudió Santana-Acuña. Por ello, el escritor contó con las opiniones de sus allegados e inclusive de los lectores de diarios colombianos para pulir su joya más preciada.
portada improvisada
Originalmente, el libro iba a tener como portada un trabajo del artista mexicano-español Vicente Rojo (pedido por el propio Gabo), pero no llegó a enviar la ilustración a tiempo para la primera edición. Por este motivo, Sudamericana le pidió a su diseñadora Iris Pagano improvisar la carátula con un galeón perdido en medio de una selva azul y tres flores amarillas. El diseño de Rojo, con figuras geométricas y mucho más sencillo, salió en la tapa de la segunda edición.
las dudas sobre la calidad
Aproximadamente 13 meses le tomó a García Márquez escribir “Cien años de soledad” (lo terminó en agosto de 1966), aunque casi un año más estuvo corrigiendo y afinando detalles de la narración. Finalmente fue impresa el 30 de mayo de 1967 y llegó a las librerías argentinas seis días después. La novela lo catapultó inesperadamente a la cúspide de la literatura mundial con más de 45 millones de ejemplares traducidos a 44 idiomas (una hazaña que solo superó “Don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes Saavedra), y disparó el éxito de la editorial.
> Siete datos calves

Un texto de la prehistoria
Desde 2009, el investigador e historiador español Álvaro Santana-Acuña se dedicó a estudiar a fondo “Cien años de soledad”, y detalló para la agencia DPA algunas de las claves de su origen. El estudioso señaló que en 1950, cuando Gabriel García Márquez trabajaba como periodista en la revista “Crónica” de Barranquilla, publicó varios fragmentos de lo que se considera un poco la prehistoria de esta obra. Uno de ellos lo tituló “La casa de los Buendía”. Según Santana-Acuña, el escritor introdujo por primera vez en ese texto el personaje de Aureliano Buendía.

México y el comienzo de la obra
En el verano de 1965, el escritor colombiano está radicado en México con su esposa, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo. Fue entonces que llegó a su cabeza la determinación de materializar la novela que tenía en mente desde su adolescencia, y que lo empujaba profesionalmente. Gabo pudo dedicarse a escribirla después de asegurarse una entrada económica mínima para el sustento de su familia, con los contratos firmados para publicar sus obras previas en inglés y en francés, los que fueron gestionados por la agente literaria Carmen Balcells. Pero el dinero recibido no fue suficiente, por lo que la familia vivió, tal como contó el propio autor, varios meses a crédito en los comercios y gracias a los préstamos de amigos cercanos al matrimonio.

El menos conocido de todos
A mediados de ese año, García Márquez era el guionista de la película “Tiempo de morir”, que se estaba rodando en México, por lo que pasaba bastante tiempo en los sets. Allí lo entrevistó el chileno Luis Harss, quien estaba preparando su libro “Los nuestros”. Era una antología que salió en inglés y en español sobre 10 grandes narradores latinoamericanos de la época, en la que incluyó a Gabo, pese a que era el más desconocido de todos.

El contacto con Sudamericana
El libro de Harss despertó el interés de la poderosa editorial Sudamericana, la que contactó a García Márquez. El entonces editor Francisco Porrúa se interesó por sus obras previas (“Los funerales de la mamá grande”, “El coronel no tiene quien le escriba” y “La mala hora”) y le propuso publicarlas, pero el novelista colombiano ya había comprometido sus derechos con otras editoriales. En cambio, le habló de “Cien años de soledad”, a la que mencionó como “una novela muy larga y muy compleja en la cual tengo fincadas mis mejores ilusiones”. El libro le llegó de manos de Álvaro Mutis. 

Las dudas sobre la calidad
Para Porrúa, la novela era una muestra perfecta del boom latinoamericano. Pero el propio García Márquez tenía dudas sobre su calidad, según se desprende de las cartas que el luego Nobel de Literatura cruzó con sus amigos Plinio Apuleyo Mendoza, Guillermo Angulo, Germán Vargas y Álvaro Cepeda Samudio, según estudió Santana-Acuña. Por ello, el escritor contó con las opiniones de sus allegados e inclusive de los lectores de diarios colombianos para pulir su joya más preciada.

Portada improvisada
Originalmente, el libro iba a tener como portada un trabajo del artista mexicano-español Vicente Rojo (pedido por el propio Gabo), pero no llegó a enviar la ilustración a tiempo para la primera edición. Por este motivo, Sudamericana le pidió a su diseñadora Iris Pagano improvisar la carátula con un galeón perdido en medio de una selva azul y tres flores amarillas. El diseño de Rojo, con figuras geométricas y mucho más sencillo, salió en la tapa de la segunda edición.

45 millones de ejemplares traducidos a 44 idiomas
Aproximadamente 13 meses le tomó a García Márquez escribir “Cien años de soledad” (lo terminó en agosto de 1966), aunque casi un año más estuvo corrigiendo y afinando detalles de la narración. Finalmente fue impresa el 30 de mayo de 1967 y llegó a las librerías argentinas seis días después. La novela lo catapultó inesperadamente a la cúspide de la literatura mundial con más de 45 millones de ejemplares traducidos a 44 idiomas (una hazaña que solo superó “Don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes Saavedra), y disparó el éxito de la editorial.


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