Las protestas de grupos anticapitalistas contra el G20 dejaron a Hamburgo sumida en el caos

La ciudad fue sacudida por una escalada de violencia sin precedentes. Miles de personas hicieron reclamos contra la globalización.

CONTROL CON LA POLICÍA ANTIMOTINES. Cientos de personas que protestaban fueron reprimidas con tanques hidrantes y gases. REUTERS CONTROL CON LA POLICÍA ANTIMOTINES. Cientos de personas que protestaban fueron reprimidas con tanques hidrantes y gases. REUTERS
08 Julio 2017

HAMBURGO, Alemania.- La ciudad que alberga al G20 despertó ayer con la sensación de estar en medio de una guerra, sacudida por una escalada de violencia sin precedentes al comienzo de la cumbre que reúne a veinte países más industrializados y emergentes.

Tras una noche de disturbios y juegos al gato y al ratón entre la Policía y manifestantes anticapitalistas, la situación se complicó en las horas previas al inicio de las deliberaciones de dos días de los jefes de Estado y de Gobierno en el recinto ferial de Hamburgo y obligó incluso a modificar el programa de las “primeras damas”.

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Escaramuzas, automóviles en llamas, patrulleros policiales demolidos y sentadas en la calle para bloquear el paso de los convoyes oficiales era el panorama que ofrecía la ciudad.

En un día en el que las manifestaciones están prohibidas en el centro de la ciudad portuaria, cientos de manifestantes intentaron acceder a la zona de alta seguridad en la que se reúnen los líderes con el objetivo de bloquear el encuentro multilateral.

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La Policía se vio desbordada por los distintos focos de protesta y pese a contar con casi 20.000 efectivos las autoridades tuvieron que pedir refuerzo a otros Estados vecinos. Hasta el mediodía se habían contabilizado 159 agentes heridos y 60 detenidos.

Centenares de manifestantes bloquearon el acceso en calles céntricas de Hamburgo y algunas vías de tren, lo que causó retrasos en el transporte público.

La víctima más prominente de los retrasos fue la primera dama de Estados Unidos, Melania Trump, que se quedó sin poder participar en el paseo en barco previsto para los “consortes” de líderes del G20 al bloquear manifestantes su salida de la residencia oficial en la que se encuentra en Hamburgo.

Un grupo de activistas con paraguas de colores se sentaron en el acceso de la residencia temporal de los Trump, desafiando los tanques lanza-aguas de la Policía.

El programa de acompañantes tuvo que ser modificado por motivos de seguridad. Las autoridades decidieron suspender la visita al Centro Alemán de Investigación Climática y llevar a las primeras damas y “primeros caballeros” al Hotel Atlantic, donde escucharían una ponencia de expertos.

Desconocidos prendieron fuego a varios vehículos que se encontraban aparcados en diferentes zonas de la ciudad y atacaron negocios así como una comisaría de Policía situada en el barrio de Altona.

En el puerto, los activistas antisistema bloquearon un cruce vial importante, produjeron un largo embotellamiento de camiones y encendieron material pirotécnico.

Columnas de humo se elevaban en el oeste de la ciudad, zona de barrios residenciales junto al río Elba. En el elegante Elbchaussee ardieron entre 25 y 30 coches.

Ayer a la tarde, Schanzenviertel, el barrio contestatario que fue escenario de los desmanes en la madrugada tras la protesta titulada “Bienvenidos al infierno”, trataba de recuperar la normalidad.

“Hace 24 años que trabajo en la recolección de residuos y nunca vi algo así”, contó Andreas W. mientras dirigía una máquina barredora en medio de trozos de vidrio, adoquines arrancados de la calle y cajeros automáticos demolidos.

Un poco más allá, el ingeniero electrónico Björn M. de Hannover miraba con espanto los parabrisas hechos añicos de su coche, que no pudo poner a tiempo a salvo de los manifestantes.

“Acá pasaron a las 7.30 y arrojaron petardos en la calle sin mirar adónde. Esto no tiene nada que ver con la opiniones políticas”, se quejaba un vecino. “Nunca vi algo así. Fue como una pequeña guerra”, contó otra vecina, Carmen Meins.

Los temidos enfrentamientos reavivaron el debate por la decisión de celebrar el encuentro de los poderosos del mundo en pleno centro de una gran ciudad. “Lo tendrían que haber hecho en una isla”, se quejó esta mañana una mujer que intentaba ir a su trabajo en tren suburbano.

Las autoridades alemanas, en especial el alcalde de Hamburgo, Olaf Scholz, no se cansaron de explicar estos días en que un encuentro de esta envergadura sólo podía ser realizado en una gran ciudad con infraestructura adecuada y capacidad de alojamiento suficiente, además de un centro de convenciones de gran tamaño. (DPA)

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