Franco encontró el lugar para decir lo que piensa

Le diagnosticaron Asperger a los 11 años, poco antes del ingreso al secundario. El paso por la primaria había sido traumático. “Aceptamos el desafío y los resultados fueron excelentes”, afirma la rectora del colegio III Milenio. Franco se integró con sus compañeros: habla sin filtros, va a las fiestas de 15, se reconoce bueno para la matemática y hasta exhibe sus dotes para hacer panchitos.

> ¿Qué es el síndrome de asperger?

Un trastorno del comportamiento que afecta la capacidad de socializar y de comunicarse correctamente. Quienes lo padecen pueden desarrollar un comportamiento social inusual y un interés profundo por algunos temas específicos.

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Hay casos excepcionales de integración y el de Franco Longo es, sin dudas, uno de ellos. El joven de 15 años, que fue diagnosticado con síndrome de Asperger, va a un colegio común y tanto adentro como afuera del aula es un alumno más. “Cuando se larga a hablar no lo podemos hacer callar”, opinan Sabrina y Melanie, dos compañeras que siempre lo consienten. Él las mira fijo y lanza: “vamos, ustedes son las más charlatanas del aula”. Están en la clase de Educación Física y la pelota de voley va y viene en el gimnasio del Colegio III Milenio, ubicado sobre el Camino del Perú, en Cebil Redondo. Franco se ríe todo el tiempo. Aunque no le gusta mucho que lo abracen, a la profesora Paula le besa la mano antes y después de cada clase. “Es un ser único”, dice ella.

Pero las cosas no fueron siempre fáciles para la familia Longo. Cuenta la mamá, Paola, que en la primaria sufrió bastante. Principalmente porque no tenían un diagnóstico. “Se demoraba con las tareas, tenía la letra muy grande, hablaba un lenguaje neutro (como centroamericano) y le costaba relacionarse con sus pares. Iba a una escuela pública y pasaba de grado porque pasaba. Él era el diferente para sus compañeros, ni ellos ni la docentes lo comprendían. Recuerdo una vez en cuarto grado que tuvo un brote de llanto, se fue al baño y no quería salir”, cuenta la mamá. Desde los cinco recibía asistencia psicológica, pedagógica y de una fonoaudióloga. El diagnóstico de Asperger llegó a los 11 años, cuando estaba por terminar la primaria. Al enterarse de la noticia, para los padres empezó el peregrinaje para determinar dónde iban a inscribirlo en la secundaria.

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“No lo querían recibir en ningún lado porque yo iba y les decía la verdad, que tenía ese síndrome. Tanto la sociedad como las instituciones no están preparadas para hablar del trastorno y, por lo tanto, les asusta tratar a alguien con esa condición”, detalla la mamá. Ella y su familia son de Tafí Viejo, pero en esa ciudad ninguna escuela les abrió la puerta. “Un día me recomendaron el colegio dónde está hoy y le encanta. Está a tres kilómetros de casa, pero vale la pena”, expresó.

La rectora del III Milenio, Natalia Martín, contó que nunca se les pasó por la cabeza no inscribirlo cuando la madre les presentó el caso. “Aceptamos el desafío y los resultados fueron excelentes porque se integró muy bien, no solo desde lo pedagógico, sino también desde lo humano”, cuenta, mientras muestra orgullosa un video en el que Franco expone en inglés cómo se hacen los panchos. “Ese día trajo panchos para todos sus compañeros; estaban felices”, relata. Y añade que en la institución también integraron una alumna con hipoacusia y otra con un leve retraso mental.

La mamá de Longo, que integra la Asociación Argentina de Asperger, resalta que en general las personas que lo padecen son muy sinceras y no tienen ningún tipo de filtro, cosa que les puede generar problemas para integrarse. “Nosotros ya nos acostumbramos, no nos cae mal que nos diga lo que piensa”, dicen los compañeros. Él los mira serio. “Contale que el sábado estuvimos en una juntada y no parabas de hablar”, le dicen los varones del curso. Franco agrega que va a todos los 15 de sus compañeras, pero que no le gusta bailar el vals. Dice que es bueno para la matemática y que cuando sea grande tal vez sea psicólogo. O vendedor de panchitos. “Tengo que pensar en un plan B porque plata voy a tener que ganar para sobrevivir”, reflexiona. Y lo dice muy en serio.



Libro
Presentaron una obra: el psiconálisis en Tucumán y la dictadura 
“Psicoanálisis y dictadura en Tucumán (1976-1983)”, de Mariela Ventura, fue presentado en el marco del Congreso de Psicología. Editada por Edunt, la obra indaga, coteja, compara y contextualiza un tema que ha sido prácticamente inexplorado: el desarrollo del psicoanálisis en Tucumán durante la última dictadura cívico-militar. Mirta Hillen, Aldo Cocheri y Gerardo Rodríguez integraron el equipo de producción del libro.  Ventura es doctora en Psicología y profesora titular de Estadística aplicada a la Psicología, en la Facultad de Psicología de la UNT. Escribió “Historia de un encuentro fallido: psicología y psicoanálisis en Tucumán, 1955-1976”.



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