Atlético mereció un mejor cierre para un año inolvidable

La "Generación de América" estuvo a minutos de dar el golpe en Avellaneda. Video.

Los numerosos de hinchas de Atlético que llegaron al estadio “Libertadores de América” para copar la tribuna visitante estaban, poco antes de que comenzara el partido, en estado de trance, como hipnotizados, y repitiendo por las calles de Avellaneda una frase que se parecía a un mantra: “esta noche hacemos historia”. Se referían, claro, a la posibilidad de eliminar a Independiente en los octavos de final de la Copa Sudamericana, ratificar aquel 1-0 de la ida en el Monumental, y escribir la página más dorada (o más celeste y blanca) de los 115 años del club.

Finalmente, ya cerca de la medianoche, y después de un partido que habrá dejado varios infartos (y el tremendo sinsabor del penal atajado a Luis Rodríguez, en especial porque la primera definición había sido gol), Independiente consiguió el triunfo, 2-0, y Atlético no tuvo ese resultado histórico que soñaba su gente, un pueblo mal acostumbrado a tantas hazañas consecutivas, como si no existiesen los imposibles para un plantel que comenzó a rearmase de las cenizas post fracaso en la B Nacional en 2014.

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Pero muerto el sueño, viva el reconocimiento, y los hinchas de Atlético deberían ponerse de pie y aplaudir hasta que llegue Navidad para celebrar el final de una epopeya: lo que anoche terminó, incluso con el dolor de no haber aprovechado la ventaja numérica que significó la expulsión de Nicolás Tagliafico al comienzo del segundo tiempo, fue una maravillosa aventura por las canchas del continente, primero en la Libertadores y después en la Sudamericana, que despertó la admiración de todo el fútbol argentino. Así como la “Generación Dorada” del básquet se despidió en los Juegos Olímpicos de Río 2016, lo de anoche fue la despedida de la “Generación Americana” de Atlético.

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En su última noche americana, y con un infatigable Rodrigo Aliendro como columna vertebral, el “Decano” peleó como pelean los grandes: el equipo de Ricardo Zielinski fue guapo en un partido con mucha tensión y mucho diente apretado. Ya desde el comienzo, Atlético intentó presionar a Independiente lo más lejos posible de Cristian Lucchetti para convertir el gol de visitante que le habría dado la tranquilidad de quien deja un estadio con olor a infierno y pasa a jugar a un jacuzzi, pero el objetivo quedó trunco: cuando Leandro Fernández convirtió el primer gol, a los 17’, el partido era muy parejo.

Este Atlético con los colmillos afilados sufrió más por los costados, en especial por el sector de Gabriel Risso Patrón, desde donde llegó la apertura del marcador, mientras que en ofensiva le faltó precisión en David Barbona, siempre activo, aunque anoche sin su claridad habitual. Independiente, que posiblemente sea el mejor equipo argentino de 2017, tuvo mucha velocidad en Fabricio Bustos (el defensor que ya fue citado para la Selección), Ezequiel Barco y Martín Benítez, a quien Lucchetti le tapó el segundo gol poco antes del entretiempo.

Pero tan bravo y corajudo resultó “la Generación Americana” que al comienzo del segundo tiempo indujo a la expulsión del capitán de Independiente, Tagliafico, y Atlético reforzó su ambición, casi su inconsciencia, de no respetar ni a un gran rival ni a una historia intimidante. La pelota pasó a ser casi íntegramente del “decano”, una postal que, dentro de muchos años, los abuelos deberían contarles a sus nietos: “Nosotros vimos al ‘Decano’ dominar a Independiente en Avellaneda por un torneo internacional”.

Pero en eso llegó el penal de Franco Sbuttoni, que parecía un puñal por lo inoportuno y evitable, aunque terminó siendo funcional al guión cinematográfico del partido: Lucchetti, acaso el más eterno de un equipo eterno, le atajó el penal a Fernández, quien insólitamente también erró la más fácil, el rebote. Parecía el punto más caliente de la noche pero todavía faltaba más. Y esta vez la épica le soltó la mano a Atlético.

Hoy alguien debería llamar a los hospitales de la provincia para saber si se registró un pico de infartos cuando llegó el segundo penal errado de la noche, el de Rodríguez, pero en este caso con mayor morbo: los hinchas del “decano” gritaron durante largos segundos el gol en la primera definición (que sentenciaba la clasificación por el gol de visitante), hasta que el árbitro uruguayo obligó a una repetición en la que Martín Campaña atajó el segundo remate.

Aun en la desventaja de jugar 10 contra 11, Independiente se agrandó después del penal y en ese envión llegó el golazo de Benítez. Recién entonces se rompió la paridad en la serie, que hasta allí iba a los penales. La “Generación Americana” de Atlético tal vez se merecía un final menos doloroso, pero también es una síntesis de todo lo que consiguió: para eliminarlo de América alguien debía ganarle a traición. Por eso el “Decano” se fue aplaudido por los miles de fanáticos que, durante toda la noche y hasta el último segundo, como lo habían hecho durante todo el año, creyeron posible cualquier tipo de milagros. Salud y gracias por tantas emociones, Atlético de América.

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