Desde poco después de recibirse de médica en la UNT ya “le pica el bichito” de la calidad de la salud y de la seguridad del paciente. “Todos los miembros del equipo de salud somos humanos y cometemos errores. A veces esos errores pueden llegar a ser fatales. No podemos eliminarlos todos, pero sí mejorar los procesos asistenciales y minimizar los riesgos”, afirma Florencia Koch, especialista en medicina general que trabaja en el hospital Padilla y acaba de ser seleccionada como auditora internacional por Acreditación Canadá, institución destinada a auditar los programas de calidad en salud de centros asistenciales, especialmente de América Latina.
¿De qué hablamos?
“Se trata, según la OMS, de que cada paciente reciba el conjunto de servicios diagnósticos y terapéuticos más adecuado para conseguir una atención sanitaria óptima, teniendo en cuenta todos los factores y los conocimientos del paciente y del servicio médico, y lograr el mejor resultado con el mínimo riesgo y la máxima satisfacción del paciente con el proceso”, explica Koch.
“Por ejemplo -destaca- entre la compra y la administración de un medicamento hay 50 pasos; el margen de error puede ser alto: los más típicos se refieren a confusiones por semejanzas en el envase o letra muy pequeña en el rotulado. Controlar variables como esas (no almacenándolos cerca, por ejemplo) permite un uso más seguro de los medicamentos”.
“Otro punto crítico son las cirugías seguras, y eso se mejora muchísimo con una lista de resguardos -establecida por la OMS- que debe ser chequeada antes de empezar. El modelo para estas prácticas es el de los aviones: controles cruzados”, añade.
“En términos generales, hay seis premisas básicas, según una guía de la Sociedad de Medicina de Estados Unidos -enumera-: seguridad, atención centrada en el paciente, efectividad, eficacia, accesibilidad y equidad. Y estamos trabajando en ese camino”. En el Hospital Alemán de Buenos Aires, donde trabajó 14 años, fue testigo del proceso de acreditación internacional, pero el puntapié inicial para esta, su gran preocupación por la calidad, fue un curso en el hospital Austral sobre mejoras en los procesos asistenciales.
De vuelta en Tucumán
“Había trabajado muchos años en un hospital privado, y sentí que las instituciones de la salud pública, que los pacientes más vulnerables socioeconómicamente hablando, tenían derecho a salud de la misma calidad. Sentía que perdía mis días entre gente que lo tiene todo... Así que en 2014 renuncié y me volví”, relata.
Y está entusiasmada, porque va viendo cambios, aunque reconoce que no es un proceso sencillo. “Muchas veces se hace cuesta arriba, porque implica cambios muy costosos; no necesariamente en términos de dinero sino -y es mucho más complicado- de cambios culturales. Se hace indispensable crear una cultura de la calidad, y de su mano, sistemas de control”, resalta.
“El Ministerio de Salud tomó la importante decisión de lanzar el Programa de Calidad y Seguridad del Paciente. Y se crearon comités en todos los hospitales”, apunta; ella conduce el del hospital Padilla. La participación en el equipo es voluntaria y ad honorem; está integrado -cuenta- por líderes de distintas áreas: médicos, administrativos, enfermeros, instrumentistas quirúrgicos. “Sería ideal que también participaran -como en países que ya tiene más años en esto- los pacientes; su voz es muy importante a la hora de la evaluación de la calidad de las prestaciones”, afirma, pero -reconoce- eso también necesitará tiempo.
Sin embargo, está segura de que esos procesos se logran con un combo que describe como visión y gestión. “La clave del éxito son liderazgos institucionales comprometidos y trabajo en equipo -sostiene-. Se trata de un ciclo de mejora continua. Y en eso el sistema de salud ya está dando buenos pasos”.