Una vez más, Atlético no pudo cerrar el partido y Newell’s lo amargó

Núñez adelantó al "Decano" y Varela puso el 1-1 para los rosarinos. El resumen.

Fueron apenas cinco minutos, quizás menos, los del desastre de Atlético y los de la redención de Newell’s en un Monumental que jamás esperó ver ese 1-1 parcial cuando el reloj de Jorge Baliño estaba en tiempo extra y el partido parecía estar volcado a favor del dueño de casa.

Otra vez sopa, se dirá por ahí. Otra vez dos puntos se escurren de la mano. Y sí, otra vez, como contra Boca, en el penúltimo suspiro Atlético se quedó con un tercio de la bolsa en disputa. Y resulta que pudo no haber sufrido como también perdido. El resultado hubiera estado bien en ambos casos.

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Si no arrancó atrás en el marcador fue porque los palos fueron muy dañinos con Luis Leal, al fin y al cabo el héroe de Newell’s, que lo tuvo en la delantera como un caballero errante y luchador ante dos molinos de viento como Rafael García y Jonathan Cabral. Mucho despeje; poco control. Leal solito se las ingenió para lastimar a un equipo que no sufrió por los costados; que al mediocampo, básicamente, lo tuvo controlado y que a los extremos enemigos casi no dejó respirar, cortesía de una gran tarde de Gabriel Risso Patrón y de Cristian Villagra.

Newell’s hirió de muerte al “Decano” por el centro, en una movida concebida a partir de un flojo repliegue y de otra mala cobertura persiguiendo el balón. Fallaron los centrales, no los laterales en el gol, porque Cabral no pudo cortar a Leal y Leal mandó su estocada.

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Causa y efecto. La suerte, que tiempo atrás no fue aliada de Leal que tiró al palo y también al travesaño, entró a jugar su rol preponderante. Casi que fue un castigo para Atlético. Nadie llegó a ubicarse en el lugar que le correspondía. Newell’s fue más veloz, quiso más. Milton Treppo recibió de Leal y volvió la pelota al medio. Así asistió a Joaquín Varela, el defensor que se ubicó en posición de nueve; se dio el lujo de amagar y definir. Nery Leyes pasó de largo y Cristian Villagra no pudo volver a sacar un gol de la línea (antes lo había hecho con Leal).

La acción del gol visitante se lleva la posta de este relato. Fueron apenas cinco minutos pésimos de Atlético, suficientes para hacer olvidar todo lo bueno de los 85’ anteriores; suficientes para casi no recordar el golazo de Gervasio Núñez, de que Atlético, además, pudo estar 2-0 y que Baliño había dirigido tan mal que el público lo había declarado enemigo público.

El fútbol es un acto de magia en movimiento, no define ganadores o perdedores por intención, lo define por cómo aprovechan sus momentos y sus posibilidades.

Atlético durmió como el cocodrilo y fue cartera. Newell’s jamás se resignó a volverse con las manos vacías. Entró en modo desesperación y jugó con fuego siendo su propio bombero. Por eso, este 1-1 seguirá rubricando que Atlético no puede con Newell’s, que todo lo bueno que suele producir se enferma de lepra y después no encuentra el remedio a la enfermedad.

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