Microbiota: el ecosistema de las bacterias saludables

Investigadoras del Cerela bucean en los secretos que permitan mantener el equilibrio de las bacterias que ayudan a nuestra salud

EN EL LABORATORIO. Paola Gauffin Cano, Roxana Medina y otras investigadoras en el Cerela. EN EL LABORATORIO. Paola Gauffin Cano, Roxana Medina y otras investigadoras en el Cerela.

¿Alguna vez te imaginaste que la película “Alien” puede tener un lejano viso de realidad? Dicho de manera más académica: ¿alguna vez te imaginaste que en nuestro cuerpo habitan nada más y nada menos que 39 billones de bacterias? Posiblemente tampoco sepas que superan en número (no por mucho, pero lo hacen, según las últimas investigaciones) nuestras propias células humanas. Así que sí, hacete a la idea: somos seres habitados por otros.

“Un ‘hombre de referencia’ (70 kilos, 20-30 años y 1,70 m de estatura) tiene en promedio unos 30 billones de células y 39 billones de bacterias”, aseguran Ron Milo y Ron Sender, del Instituto de Ciencia Weizmann, de Rehovot, Israel, y Shai Fuchs, del Hospital de Enfermedades Pediátricas de Toronto, Canadá. Su estudio, “Estimaciones revisadas para el número de células humanas y de bacterias en el cuerpo”, fue publicado en la revista de divulgación científica Plos One (de acceso gratuito). Y lo que sí conviene que sepas, es que lo que te contamos es una muy buena noticia. Y no es la única.

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“Las bacterias que viven en nuestro cuerpo forman un ecosistema (cuyo nombre preciso es microbiota) y son fundamentales para nuestra supervivencia”, explica Paola Gauffin Cano, doctora en Bioquímica, docente de la carrera de Nutrición de la Unsta e investigadora del Conicet en el Centro de Referencia para Lactobacilos (Cerela). Hay que pensar, resalta, que son millones y millones de seres vivos que tienen material genético y producen enzimas, lo que genera efectos cruciales en nuestro metabolismo. “Las bacterias son muchas y muy variadas; forman ecosistemas saludables que podemos encontrar en la boca, en las vías respiratorias, en el intestino (especialmente en el colon) y en el tracto urogenital. Cuestiones como el estrés o largas temporadas de antibióticos, por ejemplo, pueden desbalancearlos”, agrega.

“Al mismo tiempo, en ese desbalanceo están implicados problemas como la obesidad, el síndrome metabólico, las dislipidemias...”, enumera Roxana Medina, también doctora en Bioquímica, investigadora en el Cerela y docente en la Facultad de Agronomía y Zootecnia. Añade que lo que no se sabe aún (y es una de las patas de la investigación) es cuál es la causa y cuál la consecuencia. Sí está claro que el equilibrio es multifactorial: “inciden la genética, la dieta, los hábitos... Es interesante poder explicar desde la ecofisiología la base de las recomendaciones de los nutricionistas”, añade. Pueden demostrar, por ejemplo, que el tan recomendado consumo de fibra ayuda a crecer a las bacterias beneficiosas.

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El metabolismo

Las dos se dedican, con un equipo de investigadores más jóvenes, a lo que se conoce como ecofisiología tecnológica. Estudian, por un lado, las habilidades de ciertas bacterias para restituir el equilibrio en microbiotas desbalanceadas, y por otro, buscan las que además resistan los procesos tecnológicos que permitan administrarlas a los potenciales pacientes, por ejemplo, en forma de un yogur. Este es un paso fundamental, porque -explican- administrarlas como complemento de las dietas ayuda a solucionar problemas metabólicos.

“Cerela cuenta con un banco de bacterias muy importante, así que nuestra búsqueda se simplificaba un poco; pero así y todo hemos estudiado cientos y cientos de microorganismos”, cuenta Gauffin Cano.

El equipo trabaja con microbiota intestinal y sabe que hay diferencias entre la de los pacientes delgados y la de pacientes obesos. Una de las hipótesis es que en la de estos últimos algunos microorganismos capturan mayor cantidad de energía. Su objetivo era encontrar la “bacteria ideal”, esa capaz de devolverle a la microbiota de pacientes obesos, diabéticos o con sindrome metabólico (por dar ejemplos) el equilibrio perdido.

Falta de financiamiento

Ha sido un largo camino de 10 años buscando aislar las bacterias, haciendo estudios preclínicos, primero en unos gusanitos (“no es cuestión de matar ratones a mansalva”, comentan) y luego en ratones. La búsqueda ha dado resultado: todos los ensayos preclínicos muestran que su lactibacillus fermentum CRL 1446 (ese es el nombre con que Cerela la ha registrado) es efectiva en casos de hipercolesterolemia y/o sobrepeso, y funciona también como hipoglucemiante. Esta era la otra buena noticia.

Lamentablemente, no todo son rosas. Para que este hallazgo pueda ser administrado a personas hacen falta ensayos clínicos que el equipo no puede financiar. “Estuvimos a punto de vender la patente a España -cuenta Medina-, y en esas pruebas se nos terminaron los fondos. Tenemos subsidios aprobados, pero el dinero no llega. Tampoco alcanzaría, de todas maneras”.

Una maravillosa oportunidad podría ser la nueva unidad ejecutora cuya creación conjunta con la UNT y el Ministerio de Salud de Tucumán adelantó a LA GACETA en febrero la directora del Conicet en Tucumán, Elisa Colombo. “El convenio con el Ministerio de Salud permitirá hacer ensayos clínicos. Ya está preparándose el espacio físico dentro de un Centro Provincial de Referencia en Tecnología, Ambiente y Salud. También participa el Ministerio de Desarrollo Productivo”, informó Colombo en esa oportunidad.

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