Italia 90, la eterna noche mágica

Italia ‘90 nos legó la mejor canción en la historia de los mundiales y a una Argentina que supo cambiar el chip, pero no pudo evitar quedarse en las puertas de la gloria

FELICIDAD. Matthäus levanta la Copa tras superar a Argentina en la final. FELICIDAD. Matthäus levanta la Copa tras superar a Argentina en la final.

En el ambiente del fútbol la polémica está siempre sobre el tapete. Las grietas por diferentes temas relacionados al deporte más popular son algo muy difícil de zanjar. En casi imposible que un grupo de personas estén totalmente de acuerdo sobre un tema.

Pero hay un punto en el que esa hipótesis queda de lado: a la hora de elegir la mejor canción referida a un Mundial.

Todos los certámenes tuvieron -y la siguen teniendo- una melodía que acompaña todas las transmisiones y que se escucha de principio a fin. Pero hay una sola que perdura en la memoria de cualquier persona, sea o no futbolera. “Un’estate italiana” (Un verano italiano) era el título de un tema que superó todas las fronteras y marcó un hito en lo que a musicalización de Mundiales se trata.

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La cantaban Gianna Nannini, y Edoardo Bennato y, con una melodía romántica y bien pegadiza, relataba lo que significa para cualquier amante del fútbol la máxima cita ecuménica.

Quizás al argentino medio, más allá de que como música no había como hacerle frente, los sucesos que se desencadenaron en esa Copa hayan ayudado para que nadie quiera o pueda olvidarla.

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Italia 1990 no fue un Mundial más. Más allá de que ese torneo -disputado justo en el país del catenaccio- se dio la peor media de goles en la historia (2,21 por partido) todos recuerdan cada instante de una Copa “mágica”. Mucho más para Argentina, que llegó la nación de la pasta y la tarantella a defender el título logrado en México 1986.

Pero más allá de esa obra de arte de la música futbolera, Italia 1990 fue mucho más que eso; una Copa que tuvo tintes casi heroicos para una Selección venida a menos acobardada por mil y un obstáculos que aparecieron antes y durante el campeonato.

Carlos Bilardo tuvo que hacer malabares para poder encontrar un equipo que pueda sacar el pecho ante la adversidad. La inesperada derrota 0-1 en el debut contra Camerún, la fractura de tibia y peroné que sufrió Nery Pumpido durante el segundo partido, contra Unión Soviética, o el angustiante pasaje a octavos de final como mejor tercero de su grupo fueron algunos detalles de un panorama que pintaba negro para una Argentina que dependía casi exclusivamente de lo que podía hacer un Diego Maradona muy disminuido físicamente.

Pero hubo una mano casi celestial que apareció a partir de octavos. La suerte cambió como por arte de magia, en uno de los partidos en los que cualquier fanático espera que la fortuna le dé una manito: en octavos, Argentina logró un milagroso triunfo sobre Brasil, gracias a una genialidad del “10” y una corrida espectacular de Claudio Caniggia, luego de que los postes salvaran una y mil veces a Sergio Goycochea.

Ese fue quizás el punto en el que el hechizo tomó su máximo esplendor. En ese juego es como que Argentina dejó atrás la malaria y un manto sagrado la cobijó en los duelos posteriores, con un héroe inesperado: Goycochea, quien aprovechó esa Copa para saltar al estrellato, casi inesperadamente.

Bilardo tenía una “táctica” que era convocar al seleccionado al arquero suplente, en su club, del arquero titular. Su teoría se basaba en que como ya estaba acostumbrado a esperar su turno en el banco, no iba a generar “conflictos”. Por eso citó a “Vasco”, que terminó siendo el protagonista casi principal de la historia.

Él y sus atajadas fueron fundamentales para que Argentina dejara en el camino, por penales, a Yugoslavia e Italia y se hiciera un lugar en la final. Justo en ese juego, “Goyco” no pudo contener un penal de Andreas Brehme cuando el duelo se moría y la Selección tuvo que conformarse con el subcampeonato.

Así y todo, con ese duro golpe al corazón, la canción de Italia 1990 seguirá generando emociones cada vez que suene en cualquier recóndito rinconcito del mapa.

Un Mundial aparte

Diego Maradona, amado en Nápoles y odiado en el resto de Italia, vivió un torneo especial. El “10” fue abucheado en casi todas las sedes donde jugó, menos en “su” ciudad, donde hasta le hicieron una bandera: “Napoli te ama, pero Italia es nuestra patria”, rezaba el curioso y sentido “trapo”.

La diosa fortuna jugó de su lado

Irlanda no ganó ningún partido durante Italia 1990; aún así llegó hasta cuartos de final. En la fase de grupos empató contra Inglaterra, Egipto y Holanda; en octavos hizo lo mismo contra Rumania, pero ganó 5 a 4 en la definición por penales. En cuartos de final, Italia puso fin al sueño irlandés al vencerlo por 1 a 0.

La última vez

La Copa disputada en Italia fue la última para selecciones que se desintegraron en los siguientes años como Yugoslavia, Checoslovaquia, Alemania Federal y la Unión Soviética.

El polémico bidón y la magia de Diego

“Galíndez, el masajista de Argentina, me dio algo para tomar. Y esto va a quedar en la historia del fútbol, porque yo tuve problemas serios. No sé qué preparados tenía, porque después de que bebí comencé a quedar tonto”. La frase de Branco tras Argentina-Brasil por los octavos de final confirmaron las sospechas de que Carlos Bilardo había “jugado sucio” ante una “Canarinha” fuera de serie.

De todos modos, el triunfo 1-0 de los “albicelestes” no fue sólo por eso. La suerte también estuvo de su lado y contó con un Diego Maradona magnífico que, en una pierna, armó una jugada épica y habilitó a Claudio Caniggia, quien definió el duelo. Sí, a Argentina se le alinearon los planetas para dejar afuera a un equipazo y seguir el camino hacia la final.

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