Cómo es convivir con chicos down en una oficina tucumana
Una mañana de junio de 2017 hacía tanto frío que a la mayoría de los empleados le costó levantarse para ir a trabajar. Marcelo Matías, gerente de logística de la firma Grupo Autopartes, todavía recuerda que hacían apenas cinco grados. El amanecer estaba oscuro y en las calles no había movimiento. Era un día especial para quedarse en la cama. Sin embargo, había que trabajar. El personal comenzó a llegar al local, ubicado en el cruce de las avenidas Ejército del Norte y Belgrano. Cada vez que alguien entraba se quejaba del frío, mientras se frotaba las manos para calentarlas a pesar de los guantes de lana. Las caras largas se notaban a la distancia. Hasta que llegó Dolores Orozco. Abrió la puerta y se presentó con anteojos de sol, un coqueto sombrero con flores pintadas, los guantes de lana, una bufanda, campera y una sonrisa enorme. Ella tiene síndrome de Down, cumplió 43 años, y trabaja desde hace tres años en la firma que administra José “Pepe” Ramón. “Cuando la vimos entrar con esa alegría en el rostro -recordó el gerente Matías-, fue imposible no cambiar las caras largas que teníamos hasta ese momento por el frío y por el día tan gris; Dolores todavía nos sigue contagiando no sólo las ganas de trabajar, sino también las ganas de vivir”, agregó. Dolores está en el área de “Atención al Cliente” y nunca duda en invitar un café a los ocasionales clientes.
Alexis Sosa nació con retraso madurativo. Tiene 23 años y un trabajo estable. Vive en Bella Vista. Todos los días, menos los fines de semana, se levanta a las 5.30. Camina hasta la parada del ómnibus, antes de que salga el sol. Ni el frío ni la lluvia lo frenan. En El Simoqueño llega a la capital hasta la parada que está en el hospital de Niños. En esa esquina sube al 18 que lo dejará en la puerta de su trabajo. Hace tres años consiguió un puesto en la misma empresa donde trabaja Dolores. Hace un tiempo, Alexis hacía el mismo recorrido en ómnibus, pero acompañado por un familiar. Ahora lo hace solo, no necesita compañía. Ya conoce el trayecto y puede desenvolverse muy bien.
Rodrigo Villagra es el más joven del grupo. Con 22 años, su trabajo implica acomodar la mercadería y repartir los pedidos de los clientes. Hace cuatro años entró a trabajar en la firma. Tiene síndrome de Down, al igual que Dolores. Al principio, le costaba tanto que, a veces, pegaba el faltazo. Pero ahora es el primero en llegar y no tiene faltas, ni licencias. Sus propios compañeros le reconocen el esfuerzo.
Eduardo Namur, más conocido como El Turco, tiene 30 años. Es el diplomático de la empresa. Su rol está en Atención al Cliente. Pero es famoso por ser el cantante del grupo. Siempre está dispuesto a deleitar a su público con un repertorio que empieza con Tonada de un viejo amor, sigue con Puerto Montt, y cierra con Color Esperanza. El Turco canta y un círculo se forma a su alrededor, mientras Dolores baila con “Pepe”, Rodrigo despliega su performance y Alexis aplaude a sus compañeros.
Los cuatro trabajan en la misma empresa. Aunque ingresaron en distintas fechas, hoy en día no se pierden ni una jornada laboral. “Primero queremos que ellos se sientan útiles -dice Pepe Ramón; ellos nos enseñan todos los días y sobre todo, nos traen muchísima alegría. Por eso la idea nuestra es tener, por lo menos un chico en cada sucursal y en eso estamos trabajando”, agregó.
Como fanáticos
Los chicos trabajan de 8 a 12, pero en estos días de Mundial, cuando la Selección Argentina jugó a la siesta se quedaron a comer para ver el partido. “Nos vestimos con camisetas, gorros, pusimos una pantalla gigante y se vivió como una fiesta”, relató “Pepe”.
El gerente Matías fue uno de los impulsores de la integración del personal con los chicos. “Nuestro objetivo fue su inclusión en el ámbito laboral -resaltó- y entonces tuvimos la colaboración de profesionales, médicos y terapeutas, y eso nos ayudó en este proceso, porque así pudimos educar a nuestro personal para con ellos y nos cambió el estado de ánimo y cambió todo el ambiente laboral”, insistió.
Oscar Nieva, a quien todos le llaman “Gula”, trabaja desde hace cinco años en el área de Reparto y en Depósito. “Ellos son mis profesores de la vida -dice Gula sobre los chicos-; se aprende en cada momento, a cada instante aparece una enseñanza de bondad, de ser buen compañero, de ser amable, de esforzarte, de ser sincero; siempre digo que si hubiese más Rodrigo, Alexis, Dolores y Eduardo, el mundo sería divino”, resaltó.
Café caliente
El grupo es tan fuerte, que hay una amistad inclusive fuera del trabajo. Cada tanto se juntan para compartir una merienda, un asado. “Eso es lo importante -explicó Marcelo-, la inclusión no sólo laboral, y festejamos el cumpleaños de uno u otro”.
Entre las estanterías, donde reposa la mercadería, en el corazón del depósito, aparece Dolores con una bandeja con café caliente para las visitas. Después de las canciones de Eduardo y las parejas de baile llega el momento de volver al trabajo. Cada uno con su rol asignado para cumplir la tarea. “Lo mejor aquí es trabajar con Alexis, con Rodrigo y todos mis compañeros”, dice Eduardo. A su vez, Dolores agrega que ella sólo trabaja en esta empresa y que no piensa cambiar de lugar. “Imposible que Dolores se vaya. Nadie podrá pagar la cláusula de rescisión que tenemos con ella”, advierte “Pepe” sonriente. Rodrigo dice que lo mejor es poner pilas para trabajar para no estar sin hacer nada.
Alexis es un reloj de precisión en su trabajo. Su tarea es envasar agua destilada en bidones de cinco litros. Todos recuerdan su récord de producción cuando logró cargar 180 bidones en un solo turno, mientras que otros compañeros cargaban entre 80 y 90 bidones.
-¿Te cuesta levantarte antes del amanecer para venir a trabajar o te levantás bien y alegre?
- Me levanto bien para venir a trabajar, porque me gusta.
Experiencia recomendable
“Pepe” no se arrepiente de haber tomado la decisión de incorporar a las personas con síndrome de Down. “Esta es una experiencia maravillosa desde todo punto de vista; claro que esto no sería posible sin el apoyo de todos los empleados; son ellos los que están en el día a día y es una experiencia que la recomiendo a las empresas. Me gustaría generar un efecto contagio, porque nosotros vivimos el día a día con mucha alegría”, remarcó.
Y nos despedimos. Eduardo, “El Turco”, reparte abrazos a los visitantes. Con cariño le llaman el “abrazador serial”. A su lado, Dolores ríe a cada instante. Eduardo es el más callado de todos. Pero siempre atento a la conversación, mientras Rodrigo tira besos al aire como si fuese un bailarín que saluda a su público desde el escenario.
El Estado debe contar entre sus trabajadores con un 4% de personas con discapacidad
La legislación provincial avala la incorporación de las personas con discapacidad al mercado laboral en el sector público. La ley provincial 6.380, reglamentada en 1997, determina que se debe asignar un cupo del 4% en el empleo público. El artículo 11 de la norma dice textualmente: Las reparticiones del Estado Provincial, sus entes autárquicos y los municipios deberán incorporar como empleados a personas discapacitadas que reúnan condiciones de idoneidad para el cargo al que fueron convocadas, en una proporción no inferior al cuatro por ciento (4%) de la totalidad de su personal permanente, conforme a la Planta de Cargos del Presupuesto General de Gastos y Cálculo de Recursos de la Unidad de Organización de que se trate”. Este artículo va más a fondo en la defensa de las personas con discapacidad, ya que advierte que cuando se produzca una vacancia en la planta de cargos de personal permanente de los organismos del Estado se cubrirá dándose prioridad a las personas con discapacidad, las que se irán incorporando hasta completar el cupo señalado. Hasta tanto se produzcan las vacantes dentro de la planta de personal permanente necesarias para cumplir el porcentaje, el cupo será cubierto a través de la incorporación de personas discapacitadas a la planta no permanente. Sin embargo, a pesar de que la legislación tiene más de 20 años, en ningún repartición pública se cumple ese cupo asignado.