Una panificación que navega gracias al esfuerzo familiar

El negocio tuvo que achicarse debido a la suba de los costos.

23 Agosto 2018

Uno de los sectores afectados por la crisis económica que atraviesa el país son las panificaciones. Por eso, Fabián Carbajal, que junto a su esposa y sus hijos administra la panadería “Riquísima” hace 18 años, tuvo que aprender a navegar bajo la tormenta. “Este ha sido uno de los peores años”, confiesa a “Panorama Tucumano”, el programa de TV abierta de LG Play.

La panificación nació al calor del insomnio y el sacrificio en el 2001. El matrimonio de Fabián empezó de cero: para poder comenzar con el negocio, tuvieron que vender su auto y sacar un crédito. Cuando por fin lograron abrir las puertas, resignaron horas de sueño y pasaron madrugadas enteras ayudando al maestro panadero a cocinar el pan, cortar tortillas y poner cremas en las facturas. No estaban solos: sobre unos colchones que llevaban y colocaban en el piso de la pequeña fábrica descansaban sus hijos, que en ese entonces eran bebés.

El tiempo pasó, y el negocio creció con fuerza expandiendo su producción, siempre vendiendo en el local ubicado en la avenida Solano Vera 950, en Yerba Buena. Llegaron a incorporar un segundo maestro panadero, a dos pasteleros y a seis personas que trabajaban todos los días vendiendo panes, tortillas, bollitos y facturas.

Efectos de la crisis

Pero la situación cambió para mal en los últimos años. El aumento de la luz y del gas, la triplicación del precio de la harina y la caída del consumo fueron los huracanes que hicieron tambalear el barco. Por eso la panadería se achicó: ahora solo trabaja un maestro panadero y un pastelero, por lo que los hornos se encienden menos, y las seis personas que vendían ya no están.

“Actualmente a la panificación la manejamos todos los integrantes de mi familia: por la mañana estamos con mi esposa y por las tardes con mi hijo atendiendo el horneado y la atención al público. Así estamos afrontando la crisis”, explica con tristeza Fabián, minutos antes de que sean las 17 y abra el negocio.

El hombre confiesa que no fue fácil tener que despedir empleados con varios años de trabajo: “La misma crisis te obliga a que te tengas que ajustar. Lógicamente uno tiene que tomar medidas que no son las que quiere”.

Los costos

Para que el negocio pueda seguir, el panadero tiene que hacer malabares: ya no sólo se encarga de la venta, sino que también llega una hora antes a abrir el despacho para encender los hornos, hornear y cargar la panadería de productos. Por día trabaja alrededor de 15 horas, de lunes a lunes, y las marcas del cansancio se notan en su rostro.

Además, tuvo que empezar administrar algunos números del negocio. Por eso puede detallar cómo subieron sus costos: entre un 400 y un 500% la luz y entre un 1000 y un 1200% el gas. Para poder bancar los primeros aumentos, tuvo que recurrir a préstamos. “Esperábamos que los incrementos sean paulatinos como se prometió, pero vinieron de la noche a la mañana y lógicamente de la panadería no podíamos sacar esa plata”, explica.

Si Fabián tuviera que trasladar el aumento de los costos al precio de los productos, calcula que debería vender el kilo de pan entre $ 100 y $ 150. “Es imposible”, lamenta, y luego critica a las panaderías clandestinas, que al trabajar en la informalidad venden a precios más bajos.

Optimismo

Si bien confiesa que vive preocupado por la “incertidumbre que está pasando el país”, es optimista y está orgulloso de que gracias al esfuerzo de su familia están pudiendo salir adelante.

¿El combustible para tanta entrega? “A todo esto uno lo hace no sólo para el sostén diario, sino para que quede para ellos (su familia), y que puedan continuar con esto que uno ha iniciado”, concluye. Segundos después una clienta toca la puerta de la panadería. Es hora de abrir el local y seguir trabajando.

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