El respeto por los adultos mayores en Japón

19 Septiembre 2018

En la antigüedad, los ancianos ocupaban un lugar central en la sociedad, como ocurría entre los antiguos griegos, que les confirieron a los ancianos un papel muy importante en el gobierno; eran fuente de consulta permanente. En los países desarrollados los adultos mayores que conforman la tercera y cuarta edad suelen gozar de grandes beneficios económicos y sociales, que van desde haberes dignos y descuentos en transportes terrestres y aéreos hasta cobertura de salud gratuita o con costos mínimos.

Desde hace años, Japón se preocupa por su bienestar al punto que desde 2003, el tercer lunes de septiembre es feriado y las empresas y escuelas organizan actos para celebrar a los mayores, a los ancianos, a aquellos que hicieron que Japón renaciera de las guerras y los siniestros naturales. En nuestra edición de ayer, un periodista de LA GACETA que se halla en el milenario país, cuenta que en una avenida de Yotsuya, una zona de edificios oficiales y casas residenciales al oeste de la ciudad, “la mayoría de los adultos mayores andan solos. A pie y despacio, con gorros y paraguas previniéndose del cambio de tiempo. Los más avezados eligen las bicicletas para ir un poco más rápido que los peatones con quienes comparten las anchas veredas de la ciudad”.

En Japón, la edad de jubilación es a los 62 años desde 2016, pero muchas personas que no desean pasar a retiro, pueden ir renovando anualmente una prórroga. La esperanza de vida de las mujeres es de 86 años y de 80 para los hombres, es decir que, en promedio, los adultos mayores pasan entre 18 y 24 años de su vida retirados. Casi una cuarta parte de los más de 128 millones de habitantes superan los 60 años y se estima que la proporción aumentará hasta el 40% en el próximo medio siglo.

La Argentina y Tucumán están, por cierto, muy lejos de esa realidad. Por el contrario, los adultos mayores padecen todo tipo de ingratitudes en los últimos años de su vida, desde hacer penosas colas en los bancos y organismos públicos, hasta padecer una obra social como el PAMI, sinónimo de burocracia y de calvario para una buena parte de sus afiliados, así como percibir magros haberes.

Según un estudio demográfico, en Tucumán, los índices de envejecimiento poblacional aumentan cada vez más. En 2010 se habían registrado 30.658 adultos mayores más que en 2001. Se estimaba que en 2015, Tucumán iba a tener más de 200.000 adultos mayores. Una demógrafa señaló en una ocasión que la provincia no está preparada para los profundos cambios sociales que trae consigo el envejecimiento y que se acentuarán más en los próximos años. La experta afirmó que no se percibía que el Estado mostrara una preocupación social sobre el tema, más allá de fortalecer los centros de jubilados. Sugirió que debía mejorarse la atención sanitaria y dar opciones para el cuidado de los viejos para que no sufrieran.

En este panorama, por suerte, hay oasis como el programa de Educación Permanente para Adultos Mayores de la UNT, que les brinda no solo un lugar de encuentro, sino también de aprendizaje, una instancia para continuar y fortalecer el desarrollo cultural y espiritual.

Llegar a la vejez en la Argentina, salvo que se tenga una jubilación de privilegio, sigue siendo para miles de personas una suerte de desdicha. Por el trato a los niños y a los ancianos se conoce a una sociedad.

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