“Unas 287.000 mujeres (en el mundo) morirán este año por complicaciones de embarazo, parto y puerperio... Y se podría evitar muchas de esas muertes”, lanza contundente el tucumano Rodolfo Gómez Ponce de León, asesor regional en Salud Reproductiva de la Organización Panamericana de la Salud, durante su disertación en el XXIX Congreso Científico Argentino de Estudiantes de Medicina, que se está realizando en Tucumán. La cifra que expresa ese “muchas” también es contundente: el 94 % es evitable. “Podemos hacerlo, porque sabemos cómo. Pero las cifras no bajan; al menos, no al nivel al que nos comprometimos, como Estados, a bajarlas”, añade.
El compromiso del que el tucumano habla está plasmado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible: reducir la mortalidad materna (MM) mundial un 75%. “Ningún país de América latina lo está consiguiendo”, destaca. Y no es que sea “caro” (si es que pudiera serlo salvar una vida): un documento que la OMS, el Fnuap (Fondeo de Población de Naciones Unidas), Unicef y el Banco Mundial publicaron en 1999 reconoce que es posible reducir la MM de forma considerable con una inversión reducida. La clave es un programa eficaz de asistencia en el embarazo y el parto. Y el problema, las inequidades en el acceso a la salud.
Causas conocidas
También en este punto las cifras son contundentes: en el mundo, las principales complicaciones, causantes del 75% de las MM en el mundo son las hemorragias graves, en su mayoría tras el parto (27%). Las siguen la hipertensión gestacional, que causa eclampsia y preeclampsia (23%); las infecciones (antes, durante y tras el parto) con un 11%, y los abortos inseguros (8%).
“Estos son datos de las nuevas guías clínicas de la OMS, publicadas hace unos 15 días”, cuenta Gómez Ponce de León, e insiste en las recomendaciones: no saltearse ningún control; que la cesárea sea una solución a un problema, y no una práctica cotidiana y por qué sí; que las embarazadas y sus familias conozcan los signos de alerta, y que la población sea donante habitual de sangre. Sí, porque disponer de sangre segura es uno de los seis ítems que hay que garantizar para salvar vidas.
“¿Alguno de ustedes estuvo en sala de partos cuando se produce una hemorragia?”, preguntó el médico a su público. No hubo ni una sola mano en alto.
“Son desesperantes, ¡cataclísticas! Ocurren en segundos y uno siente que se escapa la vida de esa mamá -añade-. Pero no podemos desesperarnos, por eso otra herramienta para salvar vidas es capacitar al personal, que debe saber qué hacer, de inmediato y coordinadamente”.
Y debe contar con los elementos -destaca, con un enorme infograma- que hacen falta para salvar vidas: además de la sangre segura, para combatir hemorragias es necesario disponer por ejemplo, de oxitocina (hace que el útero se contraiga). “Pero esta necesita refrigeración -advierte-. Y esto ya depende de políticas de Estado: un centro de atención de partos no puede no tener garantizada la electricidad”. Lo propio sucede con los antibióticos. Cuenta que desde hace muy poquito hay un medicamento que puede reemplazar la oxitocina, llamado carbetocina; es termoestable y puede resistir hasta 60°. “Cuando se apruebe, hasta en Santiago del Estero podremos usarla”, bromea. Pero falta...
“Además, son indispensables servicios eficientes y de calidad de asesoría sobre anticoncepción y aborto sin riesgo, y un minucioso registro de cada muerte y sus causas”, añade. “Si hay muertes que no se ha logrado evitar, que al menos sirvan para aprender y evitar las próximas”, reclama y cuenta que al de las muertes se suma en los países más desarrollado, un registro de las mujeres que “casi” mueren. “Suelen quedar con secuelas graves, pero están vivas. Y son una fuente riquísima de información que ayuda al equipo de salud a organizar y gestionar más eficientemente el sistema para que casos como los de ellas no se repitan”, destaca.
Definiciones y necesidades
La mortalidad materna (MM) suele indicarse como el número de muertes maternas en una población, dividido por la cantidad de nacidos vivos (normalmente: muertes por 100.000 nacidos vivos). Tanto para aprender de los casos fatales (y hacer lo necesario para que no se repitan) como para diseñar políticas efectivas enfocadas a la población más afectada hacen falta datos relevantes y verídicos. Pero en todos nuestros países la MM está subdiagnosticada, y en general los registros no reflejan la realidad.