Sentada frente a sus alumnos particulares, María plantó bandera frente al ser nacional. A la hora en el que el país iba a quedar paralizado por el Superclásico, los había citado sin ceder un ápice en aquello de “mire que juegan River-Boca”. “Rinden mañana, no hay tiempo, hay que estudiar. Además, si lo quieren ver, después lo van a seguir pasando en la televisión hasta el hartazgo” les dijo, con la misma lógica y practicidad de quien separa paja de trigo.

Eso sí, como una licencia, dejó a los chicos que sigan “de a ratos” las alternativas del gran juego en el “celu”. Así, le “llegaban” novedades. Pero nada de formaciones, de goles, de fiesta prometida...

A María, el fútbol no le es ajeno. Lo disfrutan sus hijos, su marido. “Simpatiza” con River, aunque no le pregunten si Armani es el arquero o el delantero goleador. Subida lateralmente a la montaña rusa informativa de ayer, no pudo sustraerse a ella. Y, como mucha gente, no se prendió en aquello de que se jugaba algo así como la final del Mundial, ni mucho menos que se trataba del partido del siglo.

“Inadaptados” se le escuchó decir a María cuando uno de los chicos contó del ataque al bus de Boca. Y ante el creciente tsunami que vomitaban los medios, agravó los adjetivos. “Salvajes, energúmenos, incivilizados, decadentes.” Y calló.

En el silencio de la sala, quedó apenas el suave deslizar de las lapiceras sobre las hojas en blanco. No habrá partido de sábado repetido para ver. Pero mañana sí habrá examen. Y hay que estudiar.

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