Atlético tiene el oficio de un equipo ganador

La pasó mal por momentos ante Banfield, pero pegó con eficacia y ganó un duelo clave.

SU ESPECIALIDAD. Con mucho esfuerzo y como casi siempre lo hace, Mauro Matos gana de arriba y cabecea la pelota en el área de Banfield, tras un centro y ante la mirada de Bruno Bianchi.  foto de matías nápoli escalero (especial para la gaceta) SU ESPECIALIDAD. Con mucho esfuerzo y como casi siempre lo hace, Mauro Matos gana de arriba y cabecea la pelota en el área de Banfield, tras un centro y ante la mirada de Bruno Bianchi. foto de matías nápoli escalero (especial para la gaceta)

La tribuna visitante de Banfield tiene una rareza: en sus costados se levantan dos torres, como si fueran edificios de cuatro pisos, que hasta hace unos años se utilizaban de cabinas radiales y que ayer fueron utilizadas por los dirigentes de Atlético. Lo curioso es que ese puñadito de autoridades visitantes ocupaban lo más alto del estadio, como un símbolo del “Decano” ganador y consolidado entre los cuatro primeros de la Superliga: Atlético mira desde arriba a River en la antesala del gran partido del domingo, acaso el más importante de la temporada, para pelear el ingreso a la Copa Libertadores 2020.

Al 2-1 final se lo explica en una frase: si Atlético sabe por viejo y por diablo (nunca por “Santo”), Banfield pecó por joven. El “Decano” ganó por un bien intangible: el oficio. Como esos electricistas o plomeros que acuden a nuestras casas y en tres minutos solucionan lo que a otros les llevaría horas o días, el equipo de Ricardo Zielinski se llevó el partido gracias a un don que domina a la perfección desde el comienzo de su ciclo, hace casi dos años: es como si el entrenador les leyera a sus jugadores “el arte de la guerra futbolística”.

A la juventud de Banfield, que espera vender por varios millones de dólares a sus jóvenes (en especial a Agustín Urzi, de 18 años; Martín Payero, de 20; y Claudio Bravo, de 21), Atlético le contrapuso la experiencia de sus viejos zorros curtidos en mil batallas: Cristian Lucchetti, de 40 años; Juan Mercier, de 39; y de Mauro Matos, de 36.

Atlético genera incomodidad en sus rivales, les hace perder el equilibrio emocional. Para el local habrá sido desesperante saber que hizo casi todo bien (o al menos que hizo mucho bien) y sin embargo no le alcanzó para prácticamente nada.

Al fútbol no se juega por merecimientos pero el primer tiempo de Banfield fue mucho más que para perder 0-1. A un tiro libre de Jesús Dátolo en el palo, una atajada monumental de Lucchetti con ayuda del travesaño que evitó el gol de la vida de Juan Álvarez y muchas otras situaciones de riesgo, Atlético contraatacó con su única llegada, la del gol: pase principesco de David Barbona y entrada en carrera de Leandro Díaz, a quien le cometieron el penal que el propio 9 ejecutó y anotó el primer gol.

Hasta entonces Atlético había sostenido el partido ante un rival que corría como en una maratón (y que además jugaba bien) en su formidable lectura del juego. Como un boxeador que prefiere tirar una mano, y acertarla, antes que pegar cientos de golpes al bulto, el “Decano” aguantó hasta que llegara su oportunidad.

En el mediocampo volvió a destacarse Rodrigo Aliendro, a quien los relatores radiales quizás deberían decirle Droopy, ese dibujito animado que aparece en todos lados, como si fuese varios futbolistas en uno.

Si el entretiempo suele ser un momento para que el equipo en desventaja reacomode sus ideas, Atlético volvió a golpear, esta vez definitivamente, apenas comenzó la segunda parte: Gervasio Núñez convirtió un golazo que valió toda la espera. Fue el primer gol de tiro libre que el “Decano” festejó después de 133 partidos, desde septiembre de 2015, desde aquel remate de Luis Rodríguez contra Douglas Haig.

Lo que siguió después, ya con River en el horizonte (y por qué no Vélez, la fecha siguiente), se pareció a una pérdida de tiempo: Banfield continuó con la posesión de la pelota pero esta vez sin generar peligro, absorbido en la telaraña de un Atlético siempre dueño del partido, también muy lejos de Mauricio Arboleda pero con su rival metido en un puño.

Acaso lo único para lamentar fue la salida por lesión de Barbona, cuya presencia ante River será uno de los temas a seguir en la semana. También hubo que padecer el sufrimiento del final tras el descuento de Urzi, en especial cuando Bruno Bianchi evitó en la línea el empate de Dátolo, que había asustado otra vez de tiro libre.

Pero si Atlético suele festejar en los últimos años, cómo no lo haría el fin de semana de carnaval.

Comentarios