Yerba Buena: depositaron en la urna muchas ilusiones y el desvelo de una noche larga

- Te hubieras ido a bailar y volvías directamente a la hora de votar.

- ¡Ay papááááá! Anoche no había nada, igual. Además, no llegué tan tarde.

Ayer, domingo 9 de junio en el que los tucumanos eligieron a sus gobernantes, cerca de las ocho y media de la mañana, Emilio Jaramillo salía del colegio San Patricio, situado sobre la avenida Aconquija. A cada paso, retaba a su hija por el desvelo. Ambos acababan de depositar sus votos en ese establecimiento educativo, uno de los 19 habilitados para votar en el departamento de Yerba Buena, que incluye al municipio homónimo y a las localidades de San José, Villa Carmela y San Javier. Pese a que a esa hora el termómetro indicaba 7°, en las mesas habilitadas había -en unas más; en otras menos- hileras de hasta ocho o 10 personas.

Uno de esos electores era el arquitecto y urbanista Rolando Piñero, quien fue intendente y concejal de esa ciudad. En su sobre depositó, además de su voluntad electoral, una esperanza. La esperanza de que su ciudad tenga un código de edificación. “Yerba Buena necesita que se regulen los asuntos relacionados con las construcciones, las demoliciones, las renovaciones, la apertura de calles, la nivelación de las veredas y la ocupación de los espacios públicos y particulares”, dice. Luego habla de reglas de convivencia, que ordenen la venta ambulante o la actividad de los cuidacoches, por ejemplo.

A unas cuadras de allí, en la escuela de Comercio Miguel Lillo, Romina Roda -coordinadora del grupo Esperanza Viva-, también dejó una ilusión adentro del sobre: “al intendente quiero pedirle que construya puentes, no muros. Que ilumine plazas, calles, esquinas y barrios. Que persiga la inclusión y la igualdad en derechos, en oportunidades y en salud. Que mire hacia los costados, no al frente. Porque para ir hacia adelante hay que fijarse y oír a los que tenemos al lado. Yerba Buena puede ser una ciudad inclusiva y modelo. Me gustaría que los demás nos miren y digan: ‘queremos ser como ellos’”.

Como Romina, Luciana Sequeira abriga expectativas. Ha votado en la escuela Salobreña, a unos metros de la avenida Perón. Y apenas sale del aula le dice a este diario que, cuando el hombre obtiene poder, se olvida de quiénes estuvieron a su lado. “Los políticos son un ejemplo de eso. Se olvidan de las personas que les dieron su voto y que, con esa acción, los ayudaron a llegar. Me gustaría que, esta vez, no se olviden. Que el bien común sea su norte”, reflexiona. “Yo quiero seguridad. Quiero que Yerba Buena vuelva a ser la de antes; que se pueda caminar en paz”, apunta Viviana Coronel. “Que no me desilusionen. Eso pido. Que si prometieron algo, trabajen para cumplirlo”, propone Francisca Nieva, a la salida de la escuela José Ignacio Thames. “Yo quiero una ciudad sin pérdidas de aguas”, agrega Rosa Casado, mientras señala un charco pestilente que viborea en un cordón de la avenida Aconquija.

- ¿Cumpliendo con el deber cívico? -le preguntó una vecina a un taxista, que esperaba en la explanada de ingreso.

- Nooooo. Estoy dele llevar gente. Voy y vengo. Llevo y traigo - le contesta.

- ¿Gente para quién? - se entromete la cronista.

- Nooooo, para nadie. ¡Bueno, usted ya sabe! Para un candidato... pero no le digo cual., jajaja. Me paga $ 3.000 el día.

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