Copa América: el problema argentino,el problema de la Conmebol

08 Julio 2019

Por Sebastián Fest

En la última final de la Champions, la que Liverpool le ganó a Tottenham, el jefe del fútbol sudamericano se encontró con una elegante burla al pisar el palco VIP del estadio “Wanda Metropolitano” de Madrid.

“¡Bienvenido a la PlayStation!”, le dijo Alexander Ceferin, presidente de la UEFA, a Alejandro Domínguez, su homólogo de la Conmebol. El esloveno se tomaba amigable revancha de la chicana del paraguayo antes de la final de la Copa Libertadores 2018: “Esto es el fútbol de verdad; la Champions es fútbol de PlayStation”.

Luego pasó lo que pasó, y la pregunta es qué le dirá Ceferin a Domínguez la próxima vez que se vean, porque el fútbol sudamericano no deja de generar titulares negativos. Si la Libertadores fue el torneo del escándalo, el de la final insólitamente jugada en Europa, la Copa América quedará en el recuerdo como un torneo que Lionel Messi denuncia por corrupto y entregado en bandeja a Brasil, aunque Brasil lo haya ganado por ser, con diferencia, el mejor equipo de la región.

Es innegable: cada vez que la Argentina está en el medio, la Conmebol cruje. Sucedió con la Libertadores, ahora con la Copa América. ¿Qué pasará dentro de menos de un año, con la excéntrica sede compartida entre Colombia y Argentina? Los hechos se sucedieron entre el martes y el sábado, con Argentina, Brasil, Chile y, sobre todo, Messi como protagonistas. Tantos años llevan ciertos argentinos pidiéndole a Messi que sea menos Messi y más Maradona, que, cuando finalmente lo fue (expulsión, declaraciones de impacto, negativa a recibir la medalla), el capitán de la selección dejó en shock a todo el país. Un shock de euforia para algunos y de preocupación para otros.

¿Es realmente este el Messi que necesita la Selección? En parte sí, en buena parte, no.

La mala o nula utilización del VAR en la noche del martes durante la semifinal ante Brasil devolvió al fútbol sudamericano a su histórico estado de sospecha, en tanto que la expulsión conjunta de Messi y Gary Medel permitiría reconfigurar el sistema de tarjetas: si lo de Messi era para roja, para el caso de Medel habrá que crear la tarjeta negra. Cualquiera que vea las imágenes entiende quién provocó y pecheó con fuerza y quien apenas reaccionó.

Y hace bien Messi en pararse ante los periodistas y hablar. Tan huérfana está la AFA de un discurso claro, tan lamentable y pésimamente escrita era esa interminable carta que se le envió como protesta a la Conmebol, que lo mejor que le puede pasar a la Selección es que hable su capitán, ese que no necesita presentación en ningún lugar del mundo. El problema, en todo caso, está en lo que dice: “La corrupción no permite que la gente disfrute del fútbol. Lamentablemente veo que está armada la Copa para Brasil”.

Nunca en su vida dijo Messi algo tan claro y contundente en público, lo que llevó a Marcelo Gallardo a preguntarse si alguien lo asesoró o fue una decisión autónoma. Fue su decisión, claro, ¿o hay alguien en la estructura de la Selección y de la AFA que se atreva a decirle “no” a Messi? No lo haría Claudio “Chiqui” Tapia, que hace del no hablar un culto y que, cuando abre la boca, es casi siempre para confirmar que está mejor callado. Pero a él y a Messi les cabe una reflexión: fuera del Mundial, la Copa América es lo único que tienen. Porque Ceferin no los quiere jugando en la Liga de Naciones europea ni como miembros de la UEFA ("¡Mentira absoluta!", dijo). Lo de Argentina es, entonces, Mundial y Copa América, un trofeo que quedó profundamente devaluado y con la etiqueta de “corrupto” puesta nada menos que por el mejor del mundo.

Dice Tapia que si “habla” le ponen “dos años”. Se parece a aquellas declaraciones en las que mentó una “billetera gorda” para explicar por qué Josep Guardiola no podría dirigir a la Selección, pese a que el español estaba interesado y su entorno había abierto la posibilidad del contacto, de iniciar una conversación. ¿Qué quiere decir con “hablar”? ¿Quién le pone esos dos años? ¿Conoce cosas que perjudican a la Argentina y prefiere no hablar de ellas para evitar los “dos años”?

Argentina es un país que hace demasiado tiempo que desprecia las instituciones y las formalidades. Se cree -muchos creen- que lo espontáneo y lo improvisado es más “auténtico”, y por eso necesariamente mejor. Esa tendencia se exacerba en el fútbol. La AFA tiene hoy un presidente que dirige el fútbol con el criterio del sindicalismo verticalista peronista, un entrenador de la Selección que nunca había sido entrenador, pero que defiende su puesto con la misma fuerza que en sus épocas de jugador, y una gloria como César Luis Menotti que, quizás un día lo admita, cayó en la trampa: no lo querían para cambiar las cosas. Sólo querían su nombre. En este contexto, que Messi tenga voz clara es excelente. No lo es, en cambio, que exacerbe el victimismo sin atisbos de autocrítica.

¿Qué ofrece el futuro? Una Conmebol contra las cuerdas, porque las actuaciones de los árbitros y su absurda relación con el VAR llamaron la atención en todo el mundo. Una Copa Libertadores dirigida por muchos de estos árbitros. Y una Copa América partida entre el extremo norte y sur de Sudamérica, además de co-organizada por la AFA, esa federación que le dice a la Conmebol que le está jugando sucio. Una Conmebol incapaz de evitar que Jair Bolsonaro alce el trofeo de campeón.

Mucho y muy rápido tendría que cambiar para que, dentro de un año, los problemas y las sospechas no vuelvan a ensuciar al fútbol sudamericano.

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