"Tucumán fue la única provincia que brindó el ambiente para declarar la independencia"

Teresa Piossek Prebisch acaba de recibir la mención Sarmiento en el Senado. Aquí habla de esa distinción, de su vida y de la historia.

EN EL LIVING DE SU CASA. Teresa Piossek Prebisch es una amante de la historia tucumana. la gaceta / foto de inés quinteros orio EN EL LIVING DE SU CASA. Teresa Piossek Prebisch es una amante de la historia tucumana. la gaceta / foto de inés quinteros orio

Libros que huelen a hojarasca, pinturas que han virado a sepia, antigüedades que guardan el espíritu grisáceo de un museo y una mecedora de madera donde se mece Teresa Piossek Prebisch (San Miguel de Tucumán, 1930). Teléfonos a disco, muebles coloniales, un Shakespeare del siglo XVII, un retrato de Garcilaso de la Vega y una historiadora a la que no le gusta “eso de tener una cosa bonita metida en un armario”. Un departamento amplio con una inmensa biblioteca de libros que huelen a hojarasca, con paredes adornadas por pinturas que han virado a sepia, con el espíritu grisáceo de un museo, con las antigüedades que lo guardan.

A la torre de este décimo piso se llega a través de un largo pasillo de estoas blancas, altas plantas y bancos de madera. Aquí dentro el visitante se siente acogido, refugiado, tranquilizado por la suave voz y la dulce compañía de Teresa. Hace unos días, ella recibió la mención de honor Sarmiento en el Congreso de la nación. “Sí, sí, fue una cosa muy gratificante para mí  - transmite- , porque tres compañeras de la Junta de Estudios Históricos, de la que soy presidente, le mandaron mi currículum a la senadora Silvia Elías de Pérez, que decidió gestionar en el Senado un reconocimiento por mi labor cultural en Tucumán, la mención Domingo Faustino Sarmiento. Fuera del hecho de la distinción, la ceremonia me conmovió porque mi prócer preferido de la historia argentina es, justamente, Sarmiento”.

-¿Por qué Sarmiento?

-Porque antes de él la generalidad de la gente no recibía educación. Y mucho menos las mujeres, mucho menos las mujeres. Pero Sarmiento comprendió que el instrumento básico para que alguien avance en la vida es la instrucción y dijo: “no, todo el mundo a estudiar. Hay que abrir escuelas en todo el país. Y todos los niños tienen que ir a la escuela y aprender”. Fíjese la vida moderna, analícela usted: si los niños no fueran a la escuela, los diarios no existirían, los libros serían para el claustro universitario nada más. Hay niños que por x razones no van, y es un problema para la sociedad, ¿no? Esos niños a los que, por la situación económica de su casa, mandan a trabajar niñitos nomás. Pero, en general, la gran mayoría de los niños va a la escuela. Y después muchos van a la universidad. Bueno, esa es una revolución educativa, uno de cuyos artífices fue Sarmiento.

Teresa habla pausado, con la serena confianza de los ancianos. Como sus apellidos lo insinúan, proviene de una familia de grandes intelectuales tucumanos: su padre, Adolfo Piossek, fue rector de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), y su madre, la poeta Amalia Prebisch, era hermana del médico Julio, también rector de la UNT, el economista Raúl y el arquitecto Alberto. “Mi padre era abogado, un distinguido abogado - recuerda- . Mi madre fue profesora de Literatura Argentina y Española en la Escuela Sarmiento, y de Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras. Los dos eran muy lectores y muy instruidos. Tenían una biblioteca de 4.000 volúmenes y la buenísima costumbre de hablar de lo que había leído. Nos contaban a las hijas sobre tal y tal autor, qué bien escribían, qué ideas curiosas tenían. Y nosotras, incluso cuando éramos muy chicas para leer libros medulosos, a través de las menciones que hacían mis padres íbamos tomando idea de las cosas. Después era muy común que mis padres invitaran a tomar el té o a comer a profesores universitarios, a conferencistas que venían a Tucumán. Y a las hijas nos hacían participar de la mesa. No tanto para conversar, sino para conocer a la persona distinguida a la que habían invitado y escuchar lo que tenía para decir. Y las criaturas por ósmosis van aprendiendo cosas”.

-¿Ese ambiente determinó que usted y sus hermanas se dedicaran a la cultura?

-Sin duda, absolutamente sin duda, porque nosotras desde chiquitas sabíamos que íbamos a ir a la escuela, que después íbamos a seguir en el secundario y que después íbamos a realizar estudios de nivel universitario. Lo sabíamos desde chiquitas y empezábamos a pensar: “¿qué carrera me gusta? ¿Cuál preferiría?”. Por supuesto que el ambiente que crearon mis padres influyó decisivamente.

-Usted se dedicó a la historia de la Conquista española, que en los últimos años ha sido reinterpretada, muy criticada. ¿Se ha juzgado el pasado con los ojos del presente?

-Bueno, hay historiadores modernos serios y hay historiadores que uno ve que macanean un poco. Si usted va a juzgar el siglo XVI con los ojos y las tendencias políticas de los siglos XX y XXI, si usted va a interpretar con los cánones de los siglos XX y XXI cosas que sucedieron en el XVI, es muy probable que usted se equivoque. Hay que ubicarse en el momento histórico, en las cosas que sucedían, en las presiones que soportaba cada comunidad, en los avatares que padecía cada sociedad. Ponerse en el pellejo de esos tiempos y recién juzgar, recién juzgar. Esa es mi opinión.

La historia no fue la primera ocupación de Teresa. En realidad, ella se recibió de profesora de Lengua y Literatura Inglesas. “Por ese tiempo me casé - relata-  y me mudé a Buenos Aires con mi marido. Un día, en la época de Onganía, la Universidad de Buenos Aires inauguró su editorial, Eudeba, y convocó a un concurso titulado ‘Provincias argentinas’. Y yo dije: ‘¡ay! Yo voy a escribir sobre Tucumán’, porque extrañaba horrores Tucumán. Verdaderamente horrores. Así que me puse a estudiar, no me satisfice con lo que ya sabía sobre historia de Tucumán: quería saber más. En Buenos Aires, en las bibliotecas Nacional y Mitre, encontré material espléndido para estudiar y descubrí lo que es el Archivo General de Indias de Sevilla, donde se guarda una copia de todo lo que se escribió en América, desde crónicas hasta actas de Cabildo. Y, bueno, estudiando esos documentos es como me hice historiadora”.

-¿Qué valor tiene el conocimiento del pasado?

-Yo hago un símil. Vos quieres saber qué padres has tenido, cómo se llamaban, cómo eran. Recordarás escenas de tu casa familiar. Bueno, la sociedad es igual: quiere conocer quiénes fueron sus antecesores. Uno quiere saber cómo era el Tucumán del siglo XVI, por ejemplo. Vos quieres conocer tu pasado.

-¿Conocer nuestro pasado nos cambia?

-¿Cambia? No sé si nos cambia, pero sí sé que nos da más solidez. Individualmente, saber de qué familia provienes, qué normas morales tenían en tu familia, te da fuerza, te solidifica. Y lo mismo sucede con los pueblos. Por ejemplo, Tucumán, de las Provincias Unidas, fue la única que brindó el ambiente para que pudiera reunirse un congreso y declarar la independencia. Fue una declaración audaz y para darla había que contar con un pueblo que la respaldara. Bueno, por cosas como esas quieres a tu terruño, porque sabes que ese terruño es un respaldo que tienes y que debes transmitir a los que te rodean: si tienes hijos y nietos, contarles. Yo me acuerdo de todo lo que me contaban mis padres del pasado, cómo me gustaba, cómo me enriquecía. Fue una de las fuentes de mi amor por la historia.

-¿Qué siente, cada 9 de julio, por ser tucumana?

-Yo siento emoción porque acá hubo una sociedad que permitió semejante revolucionaria decisión. Eso para mí es un gran orgullo y por eso en julio cuelgo en cada balcón una bandera. Yo creo que hay que inculcarles a los niños la costumbre de colgar la bandera en los frentes de sus casas para las fiestas patrias. Aunque, bueno, no sé si eso responde a lo que me has preguntado.

En 1983 Teresa regresó a Tucumán. Enviudó tres años después: “volvimos con mi marido felices de volver, pero él murió en el ’86 y yo ya quedé con mi vida hecha aquí en Tucumán. Y aquí estoy y no quiero moverme. Yo lo quiero mucho a Tucumán por lo que me ha dado desde la niñez y porque me sigue dando mucho. Así que yo lo quiero muchísimo a mi Tucumán. Y en síntesis esa es mi vida”.

-¿Hay alguna cosa que sienta que le queda pendiente en su vida? ¿Algún deseo?

-Y sí. Uno tiene muchos deseos. Yo querría estudiar más historia, penetrar más en la historia tucumana. Escribir más. Ya veremos cómo se dan las cosas, porque la vida está hecha de los deseos individuales de uno, y la vida, por otro lado, va induciéndote, llevándote en tal o cual dirección. Así que veremos, veremos. Pero yo sigo ligada a la Junta de Estudios Históricos, al estudio de la historia.

-¿La vida es demasiada corta?

-Es corta, es corta. Ya lo creo que es corta. No hay tiempo para hacer todo lo que he soñado desde la niñez, lo que querría para ahora en adelante. No hay tiempo. Por eso hay que tratar de aprovechar la vida, de no desperdiciarla.

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