Vivir con amigos: pasaron los 30 y alquilan juntos para ahorrar

Un hábito que era común entre estudiantes se ha extendido, en la actualidad, a jóvenes que ya son profesionales o que tienen un empleo.

Vivir con amigos: pasaron los 30 y alquilan juntos para ahorrar

En las paredes no cuelga ni un solo cuadro. Tampoco hay posters. Ni fotos. El comedor tiene un escritorio grande que hace las veces de mesa. Hay tres sillas, dos de madera y una de plástico. En la pequeña cocina resalta una heladera exhibidora vertical. Antes estaba en el quiosco del tío de Rodrigo (30 años, encargado de un comercio céntrico de indumentaria deportiva). Cuando él se mudó con su amigo Gerónimo- que además es su compañero de trabajo- necesitaban sí o sí algo para conservar alimentos. Así que la compraron por una módica suma: $ 3.000. Muchas botellas de agua, una gaseosa a medias, queso y salame es todo lo que tienen para consumir. En el departamento que comparten desde hace un año y medio el protagonista es un televisor de 32 pulgadas, conectado a una play. Cuentan, además, con una habitación para cada uno.

¿Por qué decidieron convivir? “Gerónimo se había peleado de la novia con la que pensaba casarse. Estaba bajoneado y quería independizarse de su familia porque, además, estaba por cumplir los 36 años. Yo quería vivir cerca de mi trabajo porque mis padres son de Yerba Buena. Si bien no me corrieron de la casa, sentí que se había cumplido un ciclo. Primero, los dos empezamos a averiguar, cada uno por su cuenta, pero no había chance de llegar a cubrir con todos los gastos. Por eso a mí se me ocurrió decirle que vivamos juntos. Eso sí, que cada uno tuviera su espacio”, cuenta el joven desde su departamento de Buenos Aires al 600.

Normas de convivencia

Establecieron reglas de convivencia: “siempre avisar cuando van a ir visitas y mantener más o menos ordenado el comedor. Lo que pasa en cada dormitorio es problema de cada uno”, cuenta, entre risas, Rodrigo. Admite que es el más desordenado de los dos, pero se esmera por corregir eso. Como no sabe cocinar ni le gusta ir al súper, él se encarga de limpiar el baño y barrer el departamento. Su compañero hace el resto: desde fideos con salsa, arroz con atún y milanesas con puré hasta sandwichs.

Está feliz por cómo vive. Lo toma como un paso previo a irse solo. Es lo que sueña hacer algún día. “Pero no es algo fácil. Para hacerlo se necesita afrontar muchos gastos”, dice. Por ejemplo, donde viven pagan $ 11.000 de alquiler más $ 3.500 de expensas, las que incluyen los servicios de agua, gas y luz.

A Conty Contreras le pasó lo mismo. Cuando decidió independizarse, no le quedó otra que irse a vivir con amigas. “Soy de Famaillá y me vine a la capital para estudiar, hace 10 años. Al principio estuve con amigas para abaratarles costos a mis viejos y cuando decidí independizarme, no me quedaba otra que compartir departamento porque trabajaba en negro. Luego conseguí un empleo en blanco, pero mi sueldo no llega a cubrir la canasta básica así que la posibilidad de vivir sola no existe”, detalla la joven de 29 años.

Actualmente habita un departamento con dos compañeras. Cada una tiene su cuarto. Está cursando la carrera de Biología en el Instituto Lillo y trabaja para poder seguir estudiando. “La verdad es que estamos padeciendo mucho la crisis; nos alcanza apenas para cubrir los gastos. Lo lindo de vivir con amigos también es salir un poco del hogar tradicional, y es muy divertido”, explica convencida de que hoy las elecciones de vida son múltiples, variadas y más libres. Por ejemplo, ya no es imperativo irse de la casa de los padres para convivir con una pareja y tener hijos, señala.

LA OPCIÓN MAYORITARIA. Así como estas dos amigas, la mayoría de los argentinos elige vivir en compañía. la gaceta / foto de diego aráoz LA OPCIÓN MAYORITARIA. Así como estas dos amigas, la mayoría de los argentinos elige vivir en compañía. la gaceta / foto de diego aráoz

Para cortar el cordón. Para ajustar gastos. O para probar una experiencia. Las razones son muchas. Y cada vez hay más casos de jóvenes que deciden compartir el alquiler para reducir gastos o para no tener que resignarse a vivir en un espacio muy pequeño.

La posibilidad de estar en una casa o en un departamento de dos dormitorios se hace posible juntándose con amigos. O incluso con conocidos, pero que no tienen una relación estrecha. Este tipo de convivencia no es nueva. Lo que cambia es que antes se daba principalmente en grupos de estudiantes. Ahora son treintañeros, muchos de ellos ya profesionales o que poseen un empleo. No tienen planes de armar una familia a corto plazo. Y saben que si quieren vivir solos los costos son altísimos. La ecuación es simple: alquilar un dos ambientes más expensas y gastos puede llegar a costar mínimo $ 12.000. Por mucho menos (desde $ 7.000), pero compartiendo piso y gastos, es posible elegir un departamento de dos o tres dormitorios entre amigos. Y hay otra diferencia: siempre va a ser más caro cocinar para uno solo que para dos o tres.

“Vivir entre amigos es algo que era tradicional en los estudiantes universitarios. Actualmente con la suba de los costos se comenzó a ver más esta tendencia entre jóvenes y no tan jóvenes con el objetivo de bajar los gastos. El costo de alquilar para una sola persona se ha disparado no tanto por el valor del alquiler, como por los servicios y las expensas. No es una tendencia masiva, pero sí es algo que se ve en las inmobiliarias más que antes. Esto entraría en lo que el especialista en consumo Guillermo Oliveto- en su reciente conferencia en Tucumán- mencionó como un consumidor más racional, prudente, cuidadoso de los gastos”, explicó Virgilio Raiden, psicólogo y desarrollador inmobiliario tucumano.

Raiden pone como ejemplo un caso de adultos recientemente divorciados que alquilan juntos una casa en Yerba Buena, que además la usan como lugar de trabajo. Y así logran una optimización total de los gastos.

“En la búsqueda del departamento pasa lo mismo que en otras decisiones de consumo; muchas veces se aspira a una cosa pero se puede alcanzar otra. La mayoría de las personas que vive sola prefiere el departamento de un dormitorio, pero la diferencia de costos con un monoambiente hace que esta unidad sea buscada y fácilmente comercializable, sobre todo en estos tiempos”, apunta.

Los permisos de construcción en Catastro municipal también pueden dar fe de este fenómeno. Del total de departamentos que en la actualidad se construyen en el área central, el 80% no tiene más de uno o dos ambientes, comentó Luis Lobo Chaklián, subsecretario de Planificación Urbana de la capital. Aunque aparecieron nuevamente los pedidos para construir los de tres ambientes, son muy pocos, explicó.

Se prefiere al amigo

¿Cómo viven los argentinos? En una abrumadora mayoría, con otras personas. Sólo el 17% reside en hogares unipersonales de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). También una encuesta que acaba de hacer el sitio Zona prop (que agrupa información de distintas variables del sector inmobiliario) indagó sobre este aspecto.

El 76% de los encuestados convive con alguien. La sorpresa fue que la mayoría (51%) señaló que prefiere vivir con un amigo cercano antes que con un pariente (40%). Tan sólo un 9% elegiría vivir con un conocido. Al responder acerca de por qué vivirían con alguien, el 54% de los encuestados respondió que lo haría para sentirse acompañado, un 24% para compartir los gastos y el 22% porque le resulta divertido.

Las ventajas

Las ventajas no son sólo económicas, según los entrevistados para esta nota. Vivir en grupo puede ser divertido y mucho más ameno para quienes esquivan la soledad.

Además, la división de roles quita obligaciones. Casi como compartir la vida con una familia, pero elegida por afinidad.

Aunque suena a plan imbatible, no todo es color de rosas. Y sin reglas claras, la convivencia puede convertirse en una pesadilla. Puede dar fe de eso Lucy Olviera. Antes de mudarse a su nuevo departamento, donde ahora vive con una conocida, ella compartió un espacio con varios amigos. “Tuvimos problemas porque no había reglas de orden y limpieza. Además, no se respetaban mucho los tiempos que necesitábamos cada uno para estudiar”, recuerda la joven de 26 años, que es oriunda de Mendoza y estudia ingeniería en Zootecnia.

“Ahora, desde hace dos meses, estoy viviendo con una persona que apenas conozco. Laura es amiga de una amiga mía. Las dos necesitábamos lo mismo: compartir los gastos de un departamento. La verdad que la estamos pasando bien. Lo bueno no es sólo lo económico, sino que también uno está acompañado”, cuenta.

Antes de convivir acordaron que las dos se encargarían de la limpieza del departamento y siempre avisarían en caso de llevar visitas. Otra cosa: se puede invadir con cosas personales los espacios comunes, resalta Lucy, que trabaja en un quiosco además de estudiar.

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