ACTÚA HOY
• A las 21 en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras al 1.500).
El nombre remite inevitablemente a la sonata de Ludwig van Beethoven, con su reminiscencia suavemente romántica. El “Claro de Luna” que propone Marcelo Katz habla, con un agregado de humor, diversión y juego, de los grandes temas del ser humano: “el rumbo o la deriva, el orden o el caos, el amor, la muerte, el sentido de la vida”.
Actor, clown y docente, Katz presentará su obra esta noche en el teatro Rosita Ávila, donde desde mañana dictará un taller (ver “Placer...”). “Cada vez que alguien entra al escenario lo hace con sus logros, frustraciones, miedos, alegrías, muertes y cicatrices. La idea es abrir las compuertas para que fluyan, se conviertan en ficción y tiñan la escena de manera expresiva”, sostiene.
Aclara que su espectáculo mezcla el teatro y el clown, con un personaje que se pregunta sobre los caminos de este oficio, coescrito junto a Martín Joab, quien lo dirige en la puesta en escena.
- “Claro de luna” es una clara referencia a la sonata. Una parte fuerte de tu formación es musical. ¿Cuánto te marcó en tu vida?
- La música me toca muy intensamente. Estudié muchos años clarinete, algunos piano, e hice algo de composición en un conservatorio. No llegué a ser un buen instrumentista, pero cuando dirijo, la música tiene una inserción y un protagonismo muy grande y al trabajar en generación de un espectáculo, lo hago con alguna música que me empuje, como viento de cola, por mis mares creativos. Y yo remo…
- ¿Montar una obra de teatro es similar a escribir una partitura con el cuerpo y el texto?
- Efectivamente, es una suerte de partitura. En clown siempre se escribe con el cuerpo, improvisando para encontrar los pasajes hacia el territorio lúdico y empático, ya sea desde un guión previo o con ideas y disparadores varios.
- ¿Qué características le imprimís a tu clown en esta creación?
- Es un espectáculo que produje para giras, a partir del deseo de llevar algo que me permitiera actuar además de dar clases. Unos cinco meses al año estoy de viaje en Europa y América. Mis anteriores unipersonales tenían mucha complicación técnica y mucha carga en peso y volumen, lo que hacía difícil moverlos. “Claro de Luna” es intimista, con mucho contacto con el público. Es tierno, divertido y reflexivo, porque transita por territorios de ternura, de emoción y de juego. Es una puesta muy despojada; quería hacer algo muy sintético y liviano, para moverlo en viaje.
- ¿Tu clown cambia de obra a obra o es el mismo siempre? ¿Quién se adapta a quién?
- En este caso, no es totalmente blanco o negro. Los clowns componemos nuestros propios materiales, somos nuestros propios autores. Y lo hacemos teniendo en cuenta nuestros gustos, posibilidades y cualidades expresivas. Pero cuando se está generando la idea madre, uno se deja llevar por los temas, las imágenes y las fantasías de lo que quisiera ver reflejado en el escenario. No estás chequeando si tal o cual idea está dentro del espectro habitual que manejás como clown, con lo cual muchos materiales, a la hora de ensayar, no te son tan cercanos o cómodos. Ahí hace falta trabajar para plasmar actoralmente lo que generaste como autor. Uno empieza generando para su clown, pero luego las ideas vuelan y termina sucediendo que el clown tiene que ponerse al servicio del espectáculo. Eso es interesante porque evita que el personaje se repita haciendo siempre las mismas cosas.
- ¿Cuáles son los anclajes emotivos que recorren tus obras?
- Mi mamá murió cuando era chico, y mi papá, jefe de guardia de un hospital público, vivía prácticamente ahí. No se interesaba en otra cosa y no recuerdo haber tenido una verdadera conversación con él. Tal vez estos rasgos fundacionales de mi vida aparecen en algunos anclajes emotivos de mis discursos escénicos: la soledad, el ser querido, la sobreadaptación, la interlocución y la empatía. Pero a veces aparecen temáticas que disparan para otras zonas. Pero no lo tengo muy pensado y prefiero no pensarlo tanto para no encasillarme.
- ¿Se puede hablar de una línea estética argentina del clown?
- Yo no la encuentro. Creo que el clown, bien entendido y abordado, es universal. Cada alumno y cada artista son un mundo en sí mismos, con sus colores, temas, temores, motivaciones, fantasías, capacidades, dificultades, agujeros, obsesiones, y es muy difícil lograr encontrar una línea que los una. Argentina es el país de Latinoamérica con más desarrollo del oficio. Hay gran cantidad de formadores y mucha gente volcada a ejercer de una u otra manera la profesión. Pero aún hay mucho por hacer, y no hay una gran cantidad de producciones en el país, y algunas con standares de calidad dudosos.
> Placer por la tontería
Tres días de taller intensivo
Marcelo Katz comenzó a enseñar clown hace 28 años y contabiliza más de 3.500 alumnos en ese tiempo en sus talleres en el país, como el que dará entre mañana y el miércoles en Tucumán. “Fui generando un método personal que se sirve de distintas vertientes: el actor naturalista, el mimo, la danza, el circo, deporte y el trabajo de medias máscaras. El clown es el arte del placer por la tontería, el oficio de divertirse para divertir y de emocionarse para emocionar. Se lo enseña con pasión por la tarea, porque es un arte riguroso que requiere mucha constancia y mucha paciencia. El cuerpo es la llave para que pueda darse el viaje hacia el territorio del juego”, describe.