Comienza tímidamente, como distraídamente, y luego se va envalentonando, patrocinada generalmente por la sequía de agosto y este año, de una gran parte de septiembre, hasta invadir el cielo con sus cenizas. La quema de cañaverales y pastizales es, desde hace muchos años, una postal tucumana de invierno que con frecuencia, se extiende hasta bien entrada la primavera. Sus víctimas preferidas son los ojos, las gargantas, los pulmones de los ciudadanos, pero también la ropa, el pelo, los patios, las calles, los paseos públicos, que se tapizan de hollín.
A las 14.15 del lunes, alrededor de 180.000 tucumanos se quedaron sin luz. Voceros de EDET indicaron que el siniestro se registró como consecuencia de una quema de caña o de pastizales, que obligó a El Bracho a sacar de circulación una de las líneas de distribución energética. El hecho provocó inconvenientes porque los semáforos dejaron de funcionar, así como los cajeros automáticos que se trabaron o apagaron y dejaron a algunos usuarios sin su tarjeta de débito.
“El apagón arrancó 14.15 y afectó a parte de la zona céntrica y a usuarios residentes hacia el sur, hasta Villa Quinteros... se produjo una quema intensa abajo de las líneas que afectó el servicio de 180.000 clientes. A las 15.10 se restableció el suministro de energía eléctrica”, señalaron directivos de la empresa, aunque según denunciaron algunos vecinos el corte se prolongó hasta las 16.30.
En el momento del apagón, el termómetro marcaba 37 grados, la temperatura más alta registrada en los últimos meses. De acuerdo con lo informado, los cortes se registraron en diferentes barrios de la capital, en Tafí Viejo, en Yerba Buena y en el sur de la provincia.
El viernes 27, alrededor de las 17, había dos focos de incendio cerca de la ruta 301, ex nacional 38, a la altura de García Fernández y pasando Acheral, hacia el sur.
Una de las quemas más imponentes se registró el 29 de agosto: los automovilistas que circulaban por la ruta 306, en el tramo que va de Villa de Leales a San Antonio, en el este de la provincia, se vieron envueltos por una enorme nube de humo, como consecuencia de la quema de cañaverales; muchos de ellos decidieron detenerse y aguardar que se disipara el panorama.
Según la información oficial, hubo hasta fines de agosto, más de 40 focos ígneos, una cifra menor que el año anterior, ya que para esa misma época se habían constatado 200 incendios. Las zonas más afectadas por esta práctica son Cruz Alta, Simoca, Bella Vista, Monteros, Chicligasta, Famaillá y Lules. Personal de la Secretaría de Medio Ambiente comenzó a localizar en un helicóptero los incendios para sancionar esta práctica, se informó en esa ocasión.
En varias oportunidades, las cenizas interfirieron en la actividad del aeropuerto Benjamín Matienzo, que tiene cañaverales y pastizales en sus cercanías, hasta el punto que tuvieron que cancelarse vuelos a causa de la contaminación atmosférica, y afectaron la misma central de El Bracho. Las autoridades sostienen a menudo que efectúan los controles y aplican la ley 7.459 que prohíbe la quema de caña como método auxiliar de la cosecha e impide a los ingenios recibir caña quemada, pero evidentemente algo no hace correctamente porque no ha podido erradicar esta práctica que desde hace mucho tiempo afecta la salud de los tucumanos y de aquellos que nos visitan en esta época.