Afortunadamente, siempre las hay. ¿Qué sería de las sociedades si solo existiesen las malas noticias? Tal vez muchas buenas nuevas no están relacionadas con la bonanza económica, pero sí con el bienestar espiritual, con la identidad de una comunidad. En su última sesión, la Cámara de Diputados de la Nación convirtió en ley la enseñanza del folclore en todas las escuelas del país.
En los fundamentos de la iniciativa, se indica que todos los educandos tienen derecho a recibir educación sobre el folclore, como bien cultural nacional, en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. La norma indica que el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología definirá, en consulta con el Consejo Federal de Educación, las pautas de incorporación de contenidos curriculares del folclore al nivel inicial, primario y secundario. Si bien la ley tiene alcance nacional, cada provincia podrá adaptarla a sus propios criterios educativos, según las características de la región en la que se halla geográficamente.
La sanción de esta ley cristaliza la iniciativa de la Academia Nacional de Folklore impulsada ya en 2013 en el ámbito parlamentario. “El niño se nutre de la cultura tradicional a partir de ese saber transmitido por la experiencia, en forma oral y a través de las generaciones, de las que recibe diferentes formas y modos de satisfacer sus necesidades de tipo material, social y espiritual. Para afirmar y valorar el acervo cultural es fundamental reconstruir nuestro árbol genealógico, que nos posibilite reafirmar y revalorizar nuestras raíces nacionales y latinoamericanas, y despertar sentido de pertenencia y amor hacia nuestra identidad”, expresó en una oportunidad el presidente de la Academia, Antonio Rodríguez Villar.
A fines de la década de 1930, el pensador tucumano Alberto Rougés escribió: “para que la educación pública no siga fracasando en materia de formación cultural es necesario que se comprenda que el objetivo esencial de esta debe ser formar, en la medida de lo posible, creadores de cultura y un público para estos, capaz de apreciar la creación, de amarla y, por ahí, de incorporarla a la vida espiritual de un pueblo... ese fondo emocional y valorativo es parte esencial de la personalidad de un pueblo, hace del pasado, presente y futuro de este, un todo espiritual. En él nace el niño a la vida consciente, arrullado por canciones de cuna. El arte tradicional, gran pedagogo, le enseña luego rimas infantiles, cuentos, adivinanzas, villancicos, romancillos, el canto jubiloso, vivificante del espíritu, que el niño entona en sus juegos espontáneos, y que no se deja entrar a la escuela, para reemplazarlo por otro, extraño a la sensibilidad del alumno, que este no canta sino en clase”. En diciembre de 2016, la Legislatura provincial sancionó una ley que promovía la enseñanza del folclore en todos los niveles del sistema educativo, sin embargo, su destino es aún incierto.
Enseñar folclore en el ámbito escolar está lejos de ser un pintoresquismo. Tiene que ver con la construcción de la identidad, con conocer nuestras raíces, costumbres, música, literatura, mitos. Sería un excelente complemento para la enseñanza de la historia y la cultura de Tucumán. Si no sabemos de dónde venimos, no podremos desarrollar un sentido de pertenencia y tampoco podremos saber hacia dónde vamos.