Argentina encabeza el ranking de consumo de alcohol

El homicidio en Villa Gesell trajo a colación el problema del consumo abusivo de alcohol en los jóvenes. El análisis de dos expertos en el tema.

ALARMANTE. Los números hablan por sí solos. ALARMANTE. Los números hablan por sí solos.

Walter Mercuri, fiscal a cargo de la investigación del asesinato de Fernando Báez Sosa, encontró una gran cantidad de bebidas alcohólicas en el chalet de dos pisos donde se alojaban los 11 acusados por el crimen de Villa Gesell. Los restos de la previa -botellas vacías de vodka, ron, fernet y vino- aparecieron ahí junto con las ropas ensangrentadas de los detenidos.

Si bien el abuso de alcohol no es aquí un atenuante (“aunque hubieran consumido alcohol, esas personas sabían lo que hacían”, le dijo Mercuri a TN), su asociación con la violencia y el homicidio ha sido bien establecida por la Organización Mundial de la Salud (en, por ejemplo, su informe “Es hora de actuar”, de 2018). La Argentina enfrenta esta evidencia a la cabeza del ránking: en el país, donde la edad de inicio promedio ronda los 13 años, el consumo asciende cada año a 9,8 litros de alcohol puro por persona (contra una media regional de 8 litros).

El director del Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones, Ramiro Hernández, considera que el alcohol debería ser uno de los temas principales para la prevención de los consumos problemáticos. “Los chicos no consideran que el alcohol sea una droga porque está naturalizado, incorporado a la cultura al punto de que ellos no conciben la diversión si no es de la mano del alcohol. Pero no es solo una droga, sino la que más daño causa y, por lejos, la que más se consume”, advierte.

Además, Hernández lamenta que muchos padres subestimen las consecuencias de la intoxicación con alcohol. “Algunas familias consideran que es preferible que el adolescente comience a beber en casa -observa-, con la idea de que es un ámbito controlado y de que aprenderá a moderarse en el consumo. Pero lo ideal sería que el adolescente no pruebe el alcohol hasta la mayoría de edad y que no esté facilitado en sus propios hogares”. De hecho, la Sociedad Argentina de Pediatría ya se pronunció sobre este problema y recomendó que los menores de 18 años no consuman nada de alcohol.

Ratoncitos borrachos

Ricardo Pautassi, psicobiólogo del Instituto de Investigación Médica del Conicet, estudió el consumo de alcohol en ratones adolescentes y encontró varias similitudes con los jóvenes humanos: los dos grupos aumentan sus conductas riesgosas, pasan menos tiempo con sus padres, y más con sus pares de su edad, y tienden a consumir más alcohol que los adultos. “Si ratas adultas y adolescentes tienen alcohol disponible durante las 24 horas, las adolescentes pueden consumir hasta tres veces más que las adultas”, cuenta.

De acuerdo con Pautassi, una de las revelaciones más interesantes de estos experimentos reside en que los animales adolescentes alcoholizados desarrollan conductas de, por ejemplo, violencia, sometimiento o huida. “Estos hallazgos -destaca- parecen contraponerse a ciertas creencias culturales, habituales en Argentina, que sugieren que la experimentación temprana con el alcohol podría ser beneficiosa, en la medida que se realizara en ambientes controlados y en compañía de mayores”.

Caldo de cultivo

Por fin, Hernández llama la atención sobre el ambiente en que se alcoholizan los jóvenes: “si no consumieran, los chicos no reaccionarían sin control. Pero a eso se suma el caldo de cultivo en que vivimos: somos parte de una sociedad violenta, y es en ese contexto donde el alcohol se transforma en un facilitador de la violencia”.

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