Su nombre es Carla Antonella Sánchez, pero es conocida como “La Jefa”, la mujer que fue condenada por liderar una organización que se dedicaba al tráfico de droga a nivel nacional. Una joven que creció en Concepción y que al llegar a la mayoría de edad, se mudó a Santiago del Estero, donde instaló la base de sus operaciones. “La Justicia la consideró en la acusación como la mujer de mayor capacidad para operar en la región”, dijo su abogado Luis Vieyra Ruiz. La joven recuperó la libertad el año pasado y, según comentaron sus allegados, ahora intenta rehacer su vida como comerciante en el sur de la provincia.
Sus orígenes familiares son de Arcadia, una localidad cercana a “La Perla del Sur”, pero toda su infancia y adolescencia transcurrió en esa ciudad. Su presencia física hizo que se le abrieran varias puertas. “Los hombres se volvían locos con ella. Empresarios, dirigentes políticos y sindicales la buscaban. A algunos les daba bola, pero a otros no. Ella sabía que esa era su arma y la hacía valer. No cualquiera podía estar a su lado”, dijo Agustina Reyes, una mujer que aún recuerda los revuelos que generaba su figura al caminar por la plaza Bartolomé Mitre, el paseo público más importante de esa localidad.
Los concepcionenses entrevistados por LA GACETA coincidieron en señalar que era una chica de clase media, de una familia a la que nunca le sobró nada. Su padre, vendedor de autos usados, era conocido. “Carla era una chica a quien le gustaba andar bien vestida y tenía gustos caros que su familia no se los podía satisfacer. Calculo que por ese motivo comenzó a relacionarse con gente que le terminó haciendo daño”, dijo Pablo, un ex compañero que prefirió no dar a conocer su apellido.
Mudanza
“La Jefa” llegó a Santiago del Estero siendo la novia de José Santillán, un joven que también fue condenado por tráfico de droga. Se instaló en el barrio 25 de Mayo de La Banda. “Es un vecindario de clase media. Allí ella puso una casa de venta de ropa al que le puso de nombre Tentaciones. Los investigadores siempre pensaron que esa era en realidad una pantalla”, explicó Álvaro Juárez, cronista de la sección policiales del diario “El Liberal”. Se podría decir que Sánchez no inventó ninguna estrategia, sino que puso en práctica la misma que utilizaron otras coterráneas, según declararon en los juicios en las que fueron condenadas.
Margarita Toro, sospechada de liderar el clan que lleva su nombre y que dominaría una red de narcomenudeo que operaría en Villa 9 de Julio, cuando fue condenada dijo que esa era su actividad. La misma estrategia utilizó Nilda “La Cabezona” Gómez, antes de ser penada por cuarta vez -todo un récord a nivel regional- meses atrás. Para los investigadores no es casual que utilicen esa pantalla, sino que creen que oculta en los bagayos de ropa que traían desde Bolivia, podrían haber transportado cocaína.
Los santiagueños nunca se olvidaron del paso de “La Jefa” por esa tierra. “En los tiempos que Sánchez se instaló en Santiago, el barrio 25 de Mayo recién estaba cobrando vida. Estaba rodeado de asentamientos y era una zona complicada. Creo que las autoridades comenzaron a sospechar cuando observaron el movimiento incesante de vehículos durante las noches y su crecimiento económico”, agregó Juárez.
“Era una chica muy linda. Llamaba la atención por su belleza y por cómo se vestía. Además, siempre tenía un auto nuevo, que no eran de los baratos, estacionado en la puerta de la casa. Al principio pensábamos que era del marido, pero después nos enteramos que estaba preso en Córdoba por drogas. Ahí comenzamos a sospechar de ella”, explicó Iris Suárez, ex vecina de “La Jefa”.
Su esposo, Ernesto Lazarte agregó: “a todos los vecinos no sólo nos llamaba la atención el nivel de vida que tuvo, sino que además los movimientos que había en la casa. Generalmente de noche venía gente desconocida, con cara de pocos amigos, y salía después a toda velocidad. La mayoría de esos visitantes, por la tonada, eran tucumanos”.
Para el periodista Juárez, el crecimiento ostentoso de Sánchez le jugó en contra. “No sólo le gustaba vestirse bien y circular en vehículos costosos, sino que además fue comprando propiedades. Una de ellas fue una finca en un paraje cercano a la Banda que, según creyeron los investigadores, era utilizado para el ‘bombardeo’ de drogas o el aterrizaje de avionetas”, explicó.
Según las investigaciones que se realizaron a lo largo de varios años, “La Jefa” comenzó desde muy abajo. Siempre de acuerdo a la acusación en su contra, habría abastecido de marihuana primero y de cocaína después a transas tucumanos. Pero con el correr de los años, fue creciendo en el duro y áspero mundo del narcotráfico y habría llegado a ser proveedora de estupefacientes en esta provincia, Santiago, Catamarca, Córdoba y Buenos Aires. Y otra de las bases que montó para continuar con el negocio ilícito fue en Concepción. El lavadero de su hermano Enzo (que fue condenado, al igual que ella) habría funcionado al menos como un punto de reunión de supuestos compradores de los estupefacientes que ella traficaba.
La caída
Los investigadores señalaron que “La Jefa” pecó de ingenua. En su afán por seguir creciendo, no tuvo en cuenta que en el mundo narco las traiciones son una manera de eliminar al enemigo para ocupar su espacio. Tampoco midió las consecuencias de vivir aferrada a los lujos. Uno de los secretos de este negocio es, justamente, mantener el perfil bajo para no llamar la atención de las fuerzas de seguridad y de la Justicia. Y su crecimiento, al parecer, habría molestado a muchos.
El fin de su organización comenzó a gestarse en junio de 2014. Ese día “perdió” (en la jerga narco se utiliza esa palabra para denominar el secuestro de droga) una carga de 900 kilos de marihuana que eran trasladados a Tucumán por vía automovilística. Su nombre comenzó a ser analizado por los investigadores y aparecía en las causas que manejaba el fiscal federal santiagueño Pedro Simón y el juez federal Guillermo Molinari de esa provincia. Meses después, ambos funcionarios ordenaron un allanamiento en su casa del barrio 25 de Mayo. Allí encontraron otros 100 kilos de la misma droga. Ella no estaba. Sus primeros defensores dijeron que había viajado a Buenos Aires a comprar ropa para su local comercial. Pero nadie creyó esa versión y “La Jefa” desapareció.
Sánchez no volvió nunca más a Santiago, ni se instaló en Concepción. Eligió un barrio privado de Yerba Buena para esconderse, un recurso cada vez más común entre los narcos tucumanos porque allí pueden llevar una vida de lujos sin levantar sospechas; están lejos de las miradas curiosas de vecinos y además cuentan con seguridad privada. Alquiló una casa y vivió varios meses casi en anonimato para los residentes y los investigadores, porque tenía una identidad falsa. Se cree que en ese lugar trató de reorganizar su grupo y seguir con el negocio. Los dos golpes, según los investigadores, no hicieron mella en el negocio.
“Ella se instaló en el barrio con su hija. Teníamos el trato normal. Un saludo a la distancia y nada más. Era famosa porque siempre estaba bien vestida y circulaba en un auto descapotable (era un Peugeot 307) a toda velocidad”, comentó Sabrina, vecina de la joven. “Ese día que llegó Gendarmería para detenerla nos asustamos muchísimo. No entendíamos nada. Después de ese hecho hubo una reunión donde expresamos nuestra preocupación porque se debía tomar mayores recaudos a la hora de alquilar propiedades”, indicó.
Hugo Carrizo ya no vive en ese lugar. Pese al paso de los años, aún no se puede olvidar lo que vivió ese día. “Justo llegué en medio del procedimiento. En la guardia había gendarmes con armas largas y con cara de malos. Me identificaron y me dijeron que dejara el auto estacionado en la entrada. Tuve que ir caminando hasta mi casa. A lo lejos observaba que los uniformados cavaban pozos buscando dinero. Fue una escena salida de las series de Netflix”, recordó sonriendo.
Sánchez, apenas con 28 años, fue retirada esposada del barrio privado. Luego, en medio de un fuerte operativo de seguridad, trasladada a Santiago del Estero. A partir de ese momento, comenzarían a conocerse detalles de su carrera como líder narco.