La revolución “naranja” de la sponsorización

En 1993, el seleccionado tucumano armó un revuelo nacional al usar publicidad en su camiseta.

DISRUPTIVO. A riesgo de ser sancionado, Tucumán se presentó con el logo de 7Up e impulsó un fuerte pero necesario debate. DISRUPTIVO. A riesgo de ser sancionado, Tucumán se presentó con el logo de 7Up e impulsó un fuerte pero necesario debate.

En la actualidad, los sponsors representan un soporte importantísimo para el desarrollo del rugby. La publicidad ayuda en buena manera a sostener la estructura de los clubes, seleccionados y Uniones del país. Empezando por la misma UAR: gran parte de su millonario presupuesto se alimenta de ingresos por patrocinio, sobre todo a partir de 2012, con la entrada de Los Pumas al Rugby Championship. Sin embargo, lo que hoy parece tan obvio no siempre lo fue. Hasta mediados de los 90, “sponsor” era casi una mala palabra, ya que muchos lo asociaban al profesionalismo, y por ello resultaba contrario al espíritu amateur del rugby argentino.

Derribar ese conservadurismo ilógico fue posible gracias a una revolución liderada por -cuándo no- Tucumán, la provincia más rebelde del interior. La chispa se encendió el 11 de julio de 1993, cuando el seleccionado “naranja” se presentó en cancha de Pueyrredón (Buenos Aires) para enfrentar a un combinado de Ontario (Canadá) con un detalle inédito: un pequeño logo de 7Up en la camiseta. El encuentro era parte de un cuadrangular organizado por la Unión de Rugby de Tucumán y la empresa Pepsi, en el que además de los Naranjas y del equipo canadiense, participaron el seleccionado de Buenos Aires y el de París. Ya desde el principio, dirigentes de la Unión bonaerense se despegaron del tema, programando partidos con normalidad en lugar de permitir a jugadores y árbitros de sus clubes ir a presenciar el cuadrangular.

El conflicto terminó por estallar en la jornada final del cuadrangular, que se jugó en cancha de Atlético. Contra los parisinos, Tucumán volvió a lucir el pequeño logo de 7Up. No tan pequeña fue la bandera que se desplegó sobre la tribuna de calle Laprida, con la leyenda “dale campeón” y un enorme logo de la bebida gaseosa. Fue el acabose: al día siguiente, 15 clubes de Buenos Aires presentaron una nota conjunta a la UAR, solicitando que se sancionara a Tucumán por haber infringido las reglas del amateurismo.


Aquella gira

Para entender mejor el origen del conflicto, conviene remontarse a 1991, cuando Tucumán realizó la histórica gira por Australia y Nueva Zelanda. “En esa época, Pepsi empezó una fuerte movida publicitaria. Y el ‘Mocho’ (Gabriel) Palou, que era entrenador nuestro en el seleccionado y a la vez gerente general de la Pepsi en Tucumán, decide hacer una patriada y armar una gira por Oceanía con apoyo de la empresa. En la camisa y el pantalón había un loguito chiquito de Pepsi. Pero era sólo en el uniforme, en la camiseta no”, relata José Santamarina.

Ya desde entonces hubo reparos desde Buenos Aires, pese a que estaba dentro de lo permitido por la entonces International Rugby Board (IRB), hoy World Rugby. “Nosotros seguíamos una fórmula: lo que no está prohibido por escrito, está permitido”, explica el “Cheto”. Bajo esa premisa fue que en el 93 se organizó el polémico cuadrangular internacional “Jardín de la República”, que para colmo tenía como trofeo la Copa 7Up.

“Metimos publicidad en todo lo que no era la camiseta. Por eso en la ropa de entrenamiento teníamos una campera amarilla con el logo de Paso de los Toros, que era una marca de Pepsi. El tema es que, de acuerdo al reglamento de la UAR, había un límite para el tamaño de la publicidad en la camiseta, que creo que era de 24 centímetros cuadrados. Nosotros lo hicimos de 6x4, parecía un escudito. Y para la primera fecha elegimos la cancha de Pueyrredón, porque era el único club que nos permitía poner cartelería”, recuerda Santamarina.

Curiosamente, Pueyrredón fue uno de los 15 clubes firmantes en la nota contra Tucumán ante la UAR. Es que lo del logo en la camiseta había sido demasiado para el conservadurismo más recalcitrante de Buenos Aires. Algunos clubes, como CUBA o CASI, renegaban a tal punto de la publicidad que no la permitían en sus canchas, y este último llegaba a no participar en torneos donde la hubiera.

Arnaldo Alonso, por entonces presidente de la URT, negó que Tucumán se hubiera apartado del reglamento y criticó la actitud de los clubes denunciantes, a la que entendió como una revancha política tras las últimas elecciones en la UAR. “No es casualidad que, de esos 15 clubes, 14 pertenecen a la lista opositora a la que apoyó Tucumán”, disparó Alonso. Las suspicacias se vieron alimentadas por un antecedente: en el último Argentino de Seven, el seleccionado de Santiago de Estero había lucido la publicidad de una gaseosa en el pecho, sin que nadie presentara alguna queja al respecto.


Bisagra

La audacia pudo haberle costado una nueva sanción a Tucumán (que ya había recibido algunas severas por parte de la UAR), pero la entidad madre concluyó que no se había infringido el reglamento. Sin embargo, gracias a esa rebeldía, se instaló definitivamente el debate que condujo al posterior sinceramiento sobre la sponsorización: tres años más tarde, en 1996, comenzaría el vínculo comercial entre la UAR y Visa, su main sponsor, que hasta hoy luce en el pecho de Los Pumas. Un año más tarde, la Unión de Buenos Aires autorizó el patrocinio en las camisetas de los clubes.

Santamarina resalta el espíritu revolucionario de aquellos Naranjas: “éramos un equipo duro, pero también transgresor. Los tucumanos éramos los más quilomberos, nos bancábamos la que viniera. Ya nos habían suspendido la cancha por un año dos veces, así que no nos importaba sumar otro conflicto por lo que creíamos justo. Eso nos unía más como grupo. Y lo que pretendíamos era sumar apoyo económico para la estructura del seleccionado, para los viajes, los hospedajes, etcétera. No para que los jugadores cobráramos. No podíamos seguir compitiendo a ese nivel vendiendo rifas. Lo bueno es que en todo el interior y en algunas partes de Buenos Aires nos manifestaban su apoyo. Había jugadores que nos decían que le diéramos para adelante, que si nos suspendían, ellos no se iban a presentar. Fue una linda revolución”.

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