En terapia intensiva

Los audios de los que Pedicone habla en su denuncia contra Leiva existen y se pueden escuchar en LA GACETA. La dirigencia, obsesionada con esa cuestión, le dio la espalda a la Justicia. Y la señora de ojos vendados no respira bien.

En terapia intensiva

“La mentira se comenta a gritos. La verdad se goza en silencio”, el poeta que escribió este rehilaje no conoció el celular y menos Twitter ni Facebook. Salir del laberinto en el que está inmerso Tucumán exige la inteligencia y el esfuerzo de estadistas dispuestos a pensar en las generaciones que vendrán. Los otros, no hacen falta. Ya fracasaron.

“¿Existen los audios?” “Y, esta película,  ¿cómo termina?” “¿Quién dice la verdad?” “Pedicone, ¿los grabó?” “No se le puede creer a un tipo que grabó a escondidas a otro”. “Es ilegal”. “Pero, ¿quién es el bueno?” “¿Quién es el malo?” “¿Cuál es el problema que Leiva le pida algo? Es cuestión del otro concederle la petición...” “¿A vos te sorprende esto? ¿No me digas que esta es la primera vez que escuchás algo así?” “¡Tanto lío por esto!” “Leiva contó que Pedicone libera a los presos y mostró más de 100 causas: eso es más grave”. “Vos, ¿a quién le crees?” “Tiene que haber alguien detrás de Pedicone”. “Ahora lo desmintió el secretario”. “Seguro lo apretaron”. “¿Quién lo apretó: Pedicone o del otro lado?” “Es una suciedad pensar así”. “Es un partido de ajedrez y cada movimiento esconde varias jugadas más” “¿Así se resuelven las cosas en Tucumán?” “Cuando escuche los audios voy a ver si le creo a alguno”. “Pero, ¿no te das cuenta que Leiva es hombre de la Casa de Gobierno?” “Pero, si trabajó siempre con el vicegobernador…” “Fue fiscal de Estado, ¿vos querés que tenga independencia?” “Pero, si juró cumplir con sus funciones y si no que Dios y la Patria se lo demanden”. “¿Y, qué?, Pedicone, también y mirá cómo lo grabó”. “Ese tipo no tiene códigos”. “Códigos, ¿qué es eso?”

Diálogos como los descriptos, y preguntas y respuestas como las del párrafo anterior, se desparramaron por toda la provincia. Un escándalo que trascendió las fronteras que cerraron los legisladores (oficialistas y opositores).  

Todas aquellas preguntas fueron y vinieron por teléfono, por WhatsApp, por e-mail y hasta por Telegram (red que ahora prefieren utilizar pensando que así no van a ser grabados). La mayoría no tiene una respuesta concreta y cada una de las aseveraciones tiene su cuota de verdad, como si la conciencia de cada uno guardara para siempre eso que se goza en silencio (como sugiere el vate tucumano ya fallecido) y que sólo puede dar tranquilidad a quien la lleva adentro.

¿Pero existen los audios? Sí. LA GACETA los recibió y en un debate de los editores se resolvió que la palabra la tenía la Justicia y, que por lo tanto, se debería esperar a que ella se pronunciase o pidiese esas pruebas.

Si la denuncia de Pedicone fue un sacudón que paralizó las reacciones en la política, en la Justicia fue un rayo inmovilizador -o mejor dicho esquivador- como el de los dibujos animados. “Que la Justicia investigue”, dijo simplemente el gobernador Juan Manzur. “Quiero negar todo lo que dice el camarista Pedicone”, señaló el vice, Osvaldo Jaldo. En los Tribunales las respuestas fueron balbuceos.

Con los bares cerrados, en la calle virtual y en los corrillos se repetía aquella pregunta. Por ese motivo los editores del diario decidieron no esperar más y publicarlos. Si usted -o vos- está leyendo esta nota antes de las 11 de la mañana podrá esperar para escucharlos. Si te enganchaste con este texto después de esa hora, este párrafo fue en vano.

Maniqueístas agrietados

Las demás preguntas podrían tener tantas respuestas como interlocutores. Los principales dirigentes resolvieron actuar como lo vienen haciendo. Maniqueístas agrietados que necesitan ponerse de un lado o del otro sin observar que en el medio hay algo trascendental.

La Legislatura no se preocupó por la Justicia. La dejó desangrarse con los ojos abiertos, mientras Pedicone y Leiva cruzaban sus espadas. La Cámara eligió ponerse de un lado (cualquiera sea), que es como dar la espalda a quienes necesitan confiar en esa “señora de ojos vendados” como la inmortalizó María Elena Walsh.

La misión

Los representantes que elegimos tienen la misión de construir los caminos por los que se circulará en el futuro. Cuando menos empedrado, mejor. Sin embargo, en este laberinto optaron por dejar que la Justicia termine internada en la Unidad de Cuidados Intensivos, afectada por el virus de la Parentela y por el violento vendaval de mentiras que confunden. Es posible que tanto Pedicone como Leiva se conviertan en difíciles interlocutores de la sociedad si es que la Justicia no resuelve esta causa, si no encuentra la verdad. Pero ya es tarde, hay un valladar que impide saber qué pasó porque alguien (o varios) no quieren dejar que se sepa qué ocurrió.

Precisamente, ayer el secretario que firmó el acta diciendo que existían los audios, los negó. Dijo sentirse coaccionado. Los audios pierden validez, y las palabras de un secretario de la Justicia se devalúan como el peso argentino. Con él, también los valores de la Justicia. El laberinto cada día tiene más vueltas, más circunloquios y más trampas.

¿Por qué Pedicone demoró en presentar su denuncia? ¿Por qué Leiva esperó contar hasta 100 los expedientes que Pedicone hizo mal y no paró en 10 y lo denunció? ¿Por qué el secretario Fernando Valladares perdió el miedo para hablar el viernes por la noche, cuando ya Pedicone ya había mostrado el pendrive -utilizó un iPod para grabarlo- que le había pedido a su hijo antes de salir a hablar con la prensa?

La Justicia se retuerce de dolor en su lecho de enferma.

El ministro fiscal Edmundo Jiménez está de licencia desde hace tiempo por culpa de la pandemia. Quien lo reemplaza en el máximo cargo de investigador es Daniel Marranzino. Él también ya salió de licencia. El mensaje que queda en el aire es que este tema que mantiene en vilo a muchos (especialmente a los que tienen poder), aunque no lo digan, pareciera que no les importa tanto o no tiene tanta trascendencia en el Ministerio Público.

La Justicia no respira bien. Otro virus la debe haber atacado.

La política claramente no le ha hecho un favor poblándola de amigos y de figuras de su cantera y de sus asados. La preocupación a la hora de cubrir algunas sillas ha sido la individual y la del cuidado de sus intereses, no por las generaciones venideras. Eso está reservado para los estadistas, pareciera.

Ver a la Justicia con un respirador genera angustia y desconfianza y cuando esos sentimientos se apoderan del ciudadano, las instituciones crujen.

La política se devalúa y cuando ésta pierde su valor hasta el transporte público deja de funcionar. El Poder Judicial hace mucho que ha dejado de ser un mediador entre los otros poderes y ese descreimiento deriva en que cada uno intente resolver las cosas por motu proprio. Y, así siempre el ciudadano caminará por la cuerda floja de la legalidad, por la oscuridad de las grabaciones o por la simpleza de los puños. Y, lo que es peor: en el acostumbramiento de que las mañas valen más que el esfuerzo.

Los ciudadanos son espectadores de una pelea en la que Pedicone y Leiva parecen subidos a un ring. Nadie espera que el árbitro le levante la mano a alguno. No hay árbitro: todos están expectantes para ver quién sale vivo de la reyerta. En los pasillos de la Casa de Gobierno y en la Legislatura hay caminantes que hablaron con Pedicone y le preguntaron hasta cuándo va a tirar de la cuerda: “Hasta que renuncie Leiva”, dicen que fue la respuesta, convencido de que ese accionar está fuera de la Justicia. A Leiva, que se siente con un gran respaldo político del oficialismo, esa posibilidad ni se le cruzó por la cabeza.

Si la grabación es un invento. Si el vocal de la corte miente. Si el fedatario que dijo que existían los audios ahora dice que en verdad no los escuchó. Si los que hablan en nombre del gobernador en realidad no lo hacen, si los que deben marcar el camino se ponen de un lado o del otro, si los que deben liderar discuten en vez de consensuar, seguro algo nos está pasando como sociedad. Si al menos uno de estos condicionantes es cierto, bienvenida sea esta crisis para desandar el camino y para encontrar las verdades por las cuales gozar como sugería el poeta de la primera línea.

Tucumán no ha tenido muchas crisis sociales, pero las pocas han sido devastadoras. De la dictadura nadie ha salido airoso. Después han venido episodios políticos como la intervención federal, los “ni niego ni afirmo” de Antonio Bussi o sus cuentas suizas, hasta que llegó la desnutrición de Barbarita. De aquella dolorosa imagen se saltó al vergonzoso estallido de la protesta policial que hizo que los vecinos armados se miraran con desconfianza los unos a los otros. Hasta que llegó esta semana que no nunca más volverá -felizmente- en donde nadie buscó la verdad ni el salvataje institucional. Y, la Justicia se agravó. De las crisis se sale con prudencia, con moderación, con liderazgos responsables y con diálogo sincero, como enseña la política.

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