El 25 de octubre hemos sido testigos y partícipes de un hecho histórico en nuestro país, pues hemos concurrido con nuestro voto al inicio del término de la constitución política que nos dejó la dictadura cívico militar de (Augusto) Pinochet.
Millones de chilenas y chilenos, en el extranjero como en suelo chileno han decidido que quieren una nueva carta fundamental. El alto porcentaje de votantes que superó la barrera del 50% -que no había ocurrido desde el cambio al sistema de voto voluntario, considerando la pandemia- se manifestaron por la opción Apruebo por el fin de la actual constitución y el comienzo de un proceso constituyente con delegados elegidos, en un 100%, entre las y los ciudadanos de nuestro país.
Nuestros compatriotas han sido absolutamente claros y nos han dicho, con un contundente resultado del 78,27% a favor, que debemos cambiar el paradigma mediante el cual las ciudadanas y ciudadanos se han relacionado con el poder, con quienes los gobiernan y representamos, y avanzar hacia un Estado Social de Derechos y a un modelo de desarrollo sustentable, con respeto y garantía de los derechos humanos.
Es la lección que nos deja este plebiscito, y debemos ser capaces de leerlo y comprenderlo. Estamos obligados a generar cambios profundos, y de no hacerlos, tenemos el llamado de aquellos que han votado el domingo, los mismos que se comenzaron a manifestar desde octubre del 2019, y que masivamente han dicho “Basta de Abusos”, “Basta de inequidades”, “Basta de financiamientos irregulares”, “Basta de colusiones empresariales”, “Basta de políticos autocomplacientes”.
La gente quiere un nuevo país, y la posibilidad de crear un nuevo modelo, un nuevo tipo de sociedad. El pueblo tiene completamente claro que no podemos seguir con el actual modelo extractivista, de sobreexplotación de nuestras materias primas naturales, sin agregar mayor valor, con un alto costo ambiental. Por tanto, es indispensable avanzar hacia un modelo de desarrollo inclusivo y digno.
Tanto el “despertar social”, como la pandemia, han desnudado una profunda desigualdad y la falta de acceso a bienes esenciales. El modelo económico del cual muchos se sienten orgullosos, ha generado grandes diferencias e inequidades, y el sistema ha dejado abandonados a algunos, y a otros los ha hecho competir de tal manera, que hemos creado una sociedad individualista en extremo.
La gran participación de jóvenes y de la mujer chilena ha demostrado que queremos una Constitución en la que quede establecida y asegurada la igualdad y la justicia de género, para que las mujeres vivan en un ambiente libre de violencia, reconociéndolas como sujetas de derechos. (Télam)