La lección final de la “profe” Paola

Franz Kafka escribió en 1915 sobre el femicidio de Paola Estefanía Tacacho perpetrado el 30 de octubre de 2020. Ciertamente, no habló entonces de la profesora de Inglés asesinada por el poco hombre al que había denunciado repetidamente por acosarla. Pero el autor de “El proceso”, técnicamente, delineó la tragedia de la joven de 31 años. Por momentos, de manera profética. En un cuento cuyo título, en esta perspectiva, resulta premonitorio: “Ante la ley”.

Ante la Ley hay un guardián. Hasta él llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde.

—Es posible —dice el guardián—. Pero ahora, no.

En una semana se cumplirán cinco años de la primera denuncia contra Mauricio Parada Parejas, quien por tres meses, en 2014, había tomado clases de inglés dictadas por Paola en un terciario. El 20 de noviembre del año siguiente, ella acudió a los Tribunales y radicó el primer expediente, 70.722/2015. Los mensajes y las acciones del ex alumno habían devenido acoso.

El 27 de mayo de 2016, la Fiscalía de Instrucción VII dictó una orden de prohibición de acercamiento. Pero el 1 de junio él estaba, otra vez, en la puerta del trabajo de ella.

Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice:

—Si tanto te atrae, intenta entrar pese a mi prohibición. Pero recuerda: yo soy poderoso. Y soy el último de los guardianes. De sala en sala irás hallando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero.

Paola interpuso entonces la segunda denuncia: ese mismo primero de junio planteó la “desobediencia judicial” de Parada Parejas, según consta en el expediente 34.121/2016. Tres semanas después, el 22 de junio, denunció un nuevo hecho en el marco de esa misma causa. En septiembre, el fiscal Diego López Ávila solicitó la elevación a juicio.

Ese año, ella habría de volver una vez más al palacio judicial. El 9 de septiembre radicó la cuarta denuncia, esta vez en una nueva causa: 49.749/2016.

El campesino no había previsto semejantes dificultades. La Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero mira con más detenimiento al guardián, con su abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, y decide esperar hasta que él le conceda permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años.

Junio de 2017 será extenuante para la joven docente. Ese mes radica dos nuevas denuncias contra el acosador, que sigue violando la orden de restricción. El primer expediente es el 39.136/2017. El segundo, el 39.152/2017.

El hostigamiento era permanente. Hasta tal punto que Paola cambió de teléfono celular, cerró sus cuentas sociales y hasta abandonó un trabajo. Pero Parada Parejas se instalaba frente a su departamento. La seguía al colegio. O al gimnasio. Y cuando ella desandaba el camino encontraba su nombre escrito en paredes, en postes y hasta en veredas.

Pero durante ese mes, una decisión del juez Juan Francisco Pisa la desmintió. El magistrado hizo lugar a un planteo de “oposición” de la defensa del acusado de acosar en contra del pedido de elevación a juicio. Así que archivó la causa y lo sobreseyó. “No es posible acreditar que el imputado haya sido el autor del delito por el que viene acusado”, sentenció.

Paola ya no volvió a Tribunales durante lo que quedaba de ese año.

Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. (…) Pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo:

—Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo.

El acoso, por supuesto, no cesa. Aunque hay normas de los más diversos niveles que deberían proteger a Paola (Convención Americana sobre Derechos Humanos y Convención para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, entre muchas), con rango constitucional en el país y en Tucumán, ella no logra acceder a la ley. El hombre que la atormenta, en cambio, sí. Así que él mantiene su hostigamiento permanente.

El 20 de marzo de 2018, la “profe” Tacacho vuelve a denunciar la “desobediencia judicial” de Parada Parejas respecto de la prohibición de acercamiento en el expediente 17.997/2018. Y vuelve al día siguiente al castillo de las leyes con la acusación 18.251/2018.

Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquel le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadirlo.

El resto del año, Paola no tendrá paz. Lo prueba la novena denuncia contra Parada Parejas: 29.713/2018, del 11 de mayo. Lo ratifica, a la semana siguiente, la décima acusación de la docente: 32.711/2018, el 19 de mayo. Y lo grita en la segunda mitad del año la undécima presentación, 42.109/2018, el 12 de julio. Pero la ley no se abre para la mujer, que en 2019 no formulará denuncias.

Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo o si lo engañan los ojos. En aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse.

Hacia mediados del calendario, este 2020 se anunciará fatídico. Es evidente que la orden de prohibición de acercamiento no le importa a Parada Parejas. Ni al Poder Judicial tucumano.

“Expediente 29.704/2020” es la décimo segunda denuncia de Paola contra el sujeto que se ha obsesionado violentamente con ella. Es del 11 de mayo.

El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino.

—¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable.

Al día siguiente de aquella presentación, la docente acudirá por última vez a los Tribunales. Esta vez, la carátula tiene una diferencia notoria respecto de las anteriores. Se lee: “Amenazas en perjuicio de Tacacho”. Como en las 12 veces anteriores, el “acusado” es Parada Parejas.

Evidentemente, él cumplirá. Pero la ley que debía protegerla no cumplirá con ella.

– Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella?

La ley está hecha para todos o no es ley. Pero Tucumán es la capital del Estado de Excepción. Aquí rige el derecho positivo y, por ende, están vigentes sus normas. La cuestión es que no se aplican. El poder político dejó de hacerlo porque esa es una vía para acumular poder. Con perversa coherencia, la cronicidad del Estado de Excepción hizo que también el Poder Judicial dejara de aplicar las leyes. Y ahora los costos no se pagan con internas, sino con vidas.

Ante la ley todos somos iguales. Pero no ante su aplicación. La ley, entonces, es privilegio. Uno del que gozó Mauricio Parada Parejas, exculpado de las imputaciones de Paola, para poder asesinarla con libertad. Un privilegio que a ella le fue negado hasta la locura de vivir prisionera del terror más justificado.

Kafka, que plasmó la locura en sus textos, plantea que el común de los ciudadanos ni siquiera llega ante la ley sino, en todo caso, ante sus mediadores. Hace un siglo. Y también hoy. El pueblo, entonces, no está sometido a la ley, sino a sus guardianes. Entonces ellos ya no son los guardianes de la ley, sino sus dueños.

Esa es la lección final que, con su vida, dio la “profe” Paola.

El guardián ve que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras.

—Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora la cerraré.

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