Es el jefe de Seguridad y un aliado en la intimidad de Atlético Tucumán

Roberto Andrada custodia la integridad del plantel “decano”. El acceso al “detrás de escena”.

EN EL TÚNEL. Andrada custodia la salida de Lucchetti y el resto en cada partido. EN EL TÚNEL. Andrada custodia la salida de Lucchetti y el resto en cada partido. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL

Es un testigo privilegiado de los momentos más felices del plantel. Pero también de los más difíciles, de esos que duelen y que quedan en la memoria colectiva. Es el hombre que acompaña a los jugadores de Atlético desde que comienza la concentración hasta el final del partido y se mueve con ellos para garantizar que nada los interrumpa ni moleste. Roberto Andrada es el jefe de seguridad del plantel “decano” y viaja con los jugadores desde el hotel hasta la cancha.

Desde hace 15 años, el suboficial de la Policía de Tucumán, trabaja para la institución de 25 de Mayo y Chile. “Estoy en el corazón del ‘Decano’. Es mucha responsabilidad y agradezco a Ángel Sava, que fue la persona que me marcó el camino a seguir y a la dirigencia que ha confiado en mí desde hace tanto tiempo”, resalta.

HACE DÍAS. El lunes, Andrada estuvo presente durante el homenaje a Diego. HACE DÍAS. El lunes, Andrada estuvo presente durante el homenaje a Diego.

La vuelta del fútbol en medio de la pandemia modificó las rutinas del plantel. No es posible hacer cosas que antes eran comunes a la mayoría de los futbolistas. “Por ejemplo, ahora, no podemos compartir un mate con los jugadores -explica Andrada-; también tengo que controlar que los fanáticos no se acerquen demasiado a ellos por el riesgo de contagio. Sí se pueden tomar fotos, pero a una determinada distancia”, detalla.

Antes de la pandemia, las concentraciones del plantel duraban dos días hasta el momento de jugar. Ahora, en cambio, los futbolistas se presentan el mismo día del partido y el horario depende de la programación del juego. El lunes, por ejemplo, cuando Atlético jugó frente a Arsenal, los futbolistas fueron citados al hotel Hilton ese mismo día a las 16.

Cuando el partido de local se juega a las 19.30, la rutina de trabajo comienza con la merienda para los jugadores. El clima futbolero empieza a tomar forma entre bromas y conversaciones, mientras aparece algún hincha en busca de una foto. “Tenemos que ser muy rigurosos para no poner en riesgo al plantel en plena pandemia -afirma Andrada-, muchas veces, los hinchas quieren abrazar a los jugadores, pero eso no es posible hoy en día y tenemos que frenarlos: fotos sí, a cierta distancia, pero abrazos no”, asegura.

CON EL “BEBÉ”. Andrada posa con uno de los más bromistas del plantel, según él. CON EL “BEBÉ”. Andrada posa con uno de los más bromistas del plantel, según él.

A las 16.30 comienza la charla técnica del entrenador Ricardo Zielisnki. Es el momento clave y de intimidad en el que el equipo repasa las indicaciones del trabajo de la semana. La mente está puesta en el partido. “A partir de aquí, los jugadores refuerzan la concentración para jugar y tratamos de que nadie los interrumpa”, dice Andrada. A las 17.15, los jugadores comienzan a subir al ómnibus que los lleva al estadio. Muchas veces, hay hinchas que esperan en la calle para acompañar al micro con bocinazos y banderas.

En el viaje, los futbolistas cumplen sus propias cábalas, mientras suena la música preferida del grupo. “Por suerte hay buena onda. Siempre hay uno que se destaca por las bromas y, en este caso, es Guillermo Acosta con sus cargadas, y también Cristian Lucchetti tratando siempre de unir al grupo, de hablarles y eso lo veo en las buenas y en las malas”, detalla. El viaje desde el hotel hasta el estadio dura unos 15 minutos. En ese lapso, Andrada supervisa el recorrido, al lado del chofer, mientras se comunica con el jefe del operativo policial en la cancha.

Hoy, con el equipo puntero e invicto sobran los momentos de festejo en la intimidad. Cuando las cosas no salen, las horas compartidas y el viaje fortalecen al grupo. “Me acuerdo del viaje a Mendoza para la final de la Copa Argentina contra River -rememora Andrada-, fue hermoso, porque los jugadores lo disfrutaron y a la vuelta, a pesar de la derrota, el grupo se unió más todavía. Lucchetti era el que más hablaba con todos y decía que a la semana siguiente había que empezar de nuevo y trabajar el doble para levantar cabeza”.

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