Hace seis años, Alberto Fernández escribió un duro texto contra Boudou y contra Cristina

En una columna publicada por el diario La Nación, el mandatario reclamaba que el ex vicepresidente pida licencia y se someta a la Justicia, y que la entonces presidenta deje de defenderlo.

ARCHIVO. Hace seis años, Alberto Fernández escribió un duro texto contra Amado Boudou y contra Cristina Fernández. ARCHIVO. Hace seis años, Alberto Fernández escribió un duro texto contra Amado Boudou y contra Cristina Fernández. TÉLAM.
04 Diciembre 2020

En no pocas ocasiones, en política se dan contradicciones. Algunas de ellas resultan realmente notorias.

Es el caso de lo que está sucediendo por estos momentos en relación al caso que involucra al ex vicepresidene Amado Boudou.

Dentro del oficialismo, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, salió a respaldar a Boudou, y a criticar a la Justicia. En concreto, había reclamado que no pisoteen los derechos del también ex ministro de Economía y ex titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), y había pedido que la Corte se haga cargo de un proceso plagado de irregularidades y arbitrariedades.

Pero poco más de seis años atrás, el presidente, Alberto Fernández -por entonces, alejado del Gobierno- reclamaba que Boudou pida licencia de su cargo como vicepresidente, y que la entonces presidenta, Cristina Fernandez, asuma el error de haberlo elegido como compañero de fórmula y deje de defenderlo.

El actual Presidente había escrito un texto muy crítico, que fue publciado el 30 de mayo de 2014 en formato de columna de opinión en el diario La Nación. En los inicios de la causa Ciccone, Fernández había titulado su columna: "Boudou: game over".

Entre otros, manifestaba que todos los argumentos de Boudou no eran sino excusas, que se desvanecían como el agua entre los dedos. Lisa y llanamente lo trataba de mentiroso.

De sus cuestionamientos no se salvaba su ahora compañera de fórmula. "Hubo un silencio presidencial que avaló esos alegatos defensivos. Cristina siempre supo que Boudou ocupa la Vicepresidencia de la Nación  sólo por su decisión personal. Hasta aquí, le ha costado mucho admitir el error que ha cometido. Tanto le ha costado, que ha preferido resguardarlo antes que aceptar que se equivocó. Tratando de preservarlo, Cristina no dudó en involucrar al parlamento en el más grave encubrimiento que se recuerda: la expropiación de Ciccone", decía el Presidente.

La columna completa publicada en el diario La Nación:

Amado Boudou ha sido llamado a prestar declaración indagatoria. Aunque genera cierto escozor pensar que un vicepresidente de la República deba tener que afrontar esa instancia, nadie dudaba que este momento finalmente llegaría.

Todas las excusas dadas por él hasta aquí se han ido desvaneciendo con la misma velocidad con la que el agua se escapa entre los dedos. Boudou ya no tiene coartadas. Los argentinos saben cuánto ha mentido en su alocada carrera por escapar de los hechos que se le atribuyen.

Fueron falsas las imputaciones que cargó en las espaldas de Esteban Righi y de Adelmo Gabbi a quienes atribuyó presiones maliciosas que nunca ocurrieron. Su desconocimiento sobre la persona de Alejandro Vandenbroele quedó desbaratado en el mismo momento en que se descubrió que era la misma persona que pagaba todos los servicios de su departamento en Puerto Madero. La distancia que tomó respecto de The Old Fund desapareció cuando se descubrió que ese mismo fondo pagó viajes de placer a sus parientes más cercanos. Hasta el administrador federal de impuestos lo desmintió haciendo pública una misiva firmada por el mismo Boudou en su condición de ministro de Economía en la que solicitaba flexibilidad en el cobro de una deuda impositiva para la empresa Ciccone.

Tan solo el sinnúmero de mentiras con las que pretendió defenderse, bastaría para poner en crisis la honorabilidad del vicepresidente.

Sin embargo, fue sorprendente escuchar las voces del oficialismo que avalaron sus dichos y lo exculparon del hecho que se le atribuye. Tan fuerte fue la defensa organizada desde el poder, que hasta una ley de la Nación impulsada por la mismísima Presidenta acabó por expropiar la empresa Ciccone para hacer más compleja la investigación de la maniobra.

Hubo además un silencio presidencial que avaló esos alegatos defensivos. Cristina siempre supo que Boudou ocupa la Vicepresidencia de la Nación sólo por su decisión personal. Hasta aquí, le ha costado mucho admitir el error que ha cometido. Tanto le ha costado, que ha preferido resguardarlo antes que aceptar que se equivocó. Tratando de preservarlo, Cristina no dudó en involucrar al parlamento argentino en el más grave encubrimiento que se recuerda: la expropiación de Ciccone.

Aunque dudo que lo haga, Boudou debería reflexionar sobre el daño institucional y político que causa permaneciendo en el cargo.

No se podría ser crítico de ese silencio, si no fuera tan fácil advertir que de ese modo ha buscado diluir la gravedad del caso y la responsabilidad que en el mismo le cabe a su vicepresidente.

Si Boudou recuperara la dignidad que evidentemente ha perdido, entendería el daño que causa. No es bueno para la República tener a un vicepresidente en ejercicio sospechado de haber querido beneficiar desde el Estado a una empresa en la que tenía intereses concretos. Y tampoco es bueno para el gobierno nacional del que es parte, tener que cargar con su defensa pública cuando son tantos los indicios que se ciernen en su contra.

Aunque dudo que lo haga, Boudou debería reflexionar sobre el daño institucional y político que causa permaneciendo en el cargo. Debería entender que haría un enorme bien pidiendo licencia para asumir su defensa sin las prerrogativas propias de su condición de vicepresidente. Aunque le cueste admitirlo, la pantalla anuncia el "game over" de su intento.

Ya es imposible aceptar que todo lo que hoy se conoce sea tan solo el resultado de un impresionante accionar mediático. Son demasiados los fallos judiciales que le restan razón a los argumentos con los que ha pretendido protegerse y son muchas las mentiras que se le han verificado.

Tal vez sea hora de que el oficialismo entienda que no se puede seguir resguardando institucionalmente la inconducta de un funcionario, aun cuando ello implique dejar sin amparo la decisión presidencial de preservarlo.

Porque en el mejor de los casos, Cristina se equivocó con Boudou. Pero el mayor costo de un error es persistir en el mismo.

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