“No la llevó al óbito por situaciones ajenas, porque hubo vecinos que escucharon los gritos de la víctima y los ladridos de su perro y decidieron intervenir”, señaló la fiscala de cámara Estela Giffoniello en su alegato para argumentar por qué Luis Rondón debía ser condenado bajo la figura de tentativa de homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y por violencia de género. La investigadora resaltó que se encontró sangre en el martillo con el cual habría agredido en la cabeza a su esposa, Fátima Elva Aparicio. La Justicia le dio la razón, y condenó al acusado a 15 años de prisión, la máxima pena prevista para este delito.
La fiscala describió que el 15 de mayo de 2019 Rondón, habiendo planificado ya su ataque, se escondió tras la cortina del baño, esperó a que su víctima llegara y tras derribarla, comenzó a pegarle martillazos en distintas partes de la cabeza hasta ocasionarle una fractura de cráneo. El papel de los vecinos del edificio de Bernabé Aráoz al 100 fue importantísimo, destacó Giffoniello. “‘¡Ayuda! ¡No me pegués más!’, escuchó una testigo y fue a ver qué pasaba; otra vecina fue determinante al dar aviso inmediato a la emergencia médica y pedir el traslado de la herida”, expuso la fiscala, que enfatizó en que los miembros del consorcio que se involucraron y las asistencias le permitieron a Fátima vivir.
Tras el ataque, Aparicio estuvo 30 días internada en terapia intensiva e inducida en coma para que pudiera soportar las curaciones. Los médicos acreditaron durante el juicio que como consecuencia padece una asimetría de cráneo y que podía sufrir de pérdida de memoria de corto plazo.
“Había mucha sangre, contaron los testigos. Las manchas en el piso muestran que el agresor arrastró a la víctima hasta la puerta de entrada y otras manchas exhiben que la mujer padeció golpes consecutivos y regulares. Las pericias descartan que las lesiones pudieran causarse con golpes contra la pared o la puerta, como quiso sostener el acusado”, esgrimió la fiscala.
Giffoniello cerró su alegato recordando que existía violencia de género física, económica y familiar en contra de una víctima que escapó de Salta, su provincia natal, y se refugió en Tucumán con la esperanza de rehacer su vida, pero Rondón no se lo permitió y vino a buscarla.
Aparicio, quien ayer no amplió su declaración, había señalado días antes que con Rondón ya estaban separados y que el 10 de mayo, tras averiguar su domicilio, le apareció de improviso y se metió “de prepo” en el departamento que alquilaba junto con dos de sus hijos. La víctima había contado que entonces ella se refugió en casa de su hermana, por temor a amenazas pasadas que había sufrido. Volvió a su vivienda el día del hecho, porque Rondón le había mentido que ya había regresado a Salta.
La querellante, Mónica Pérez, se adhirió en totalidad al alegato fiscal. Sólo pidió resaltar algunos agravantes: el vínculo, dado que no había un divorcio consumado; y que también existió violencia psicológica.
Rondón, quien sí declaró antes de los alegatos, reconoció ante los jueces Alicia Freidenberg, Eduardo Romero Lascano y Stella Maris Arce, que golpeó a la víctima pero que no con la fuerza necesaria ni la intención para matarla. También pidió perdón. El defensor oficial que lo asistía (sólo se lo identificó como Molina en la audiencia virtual), intentó reforzar ese aspecto y sugirió una condena de ocho años y seis meses por el delito de lesiones graves. “Puedo asegurar que Rondón no tenía intención de matar a Aparicio. Tuvo diferentes oportunidades para hacerlo y no lo hizo, ni siquiera cuando la encontró en el baño”, sostuvo. “Entiendo que no hubo dolo para hablar de tentativa de homicidio”, agregó.
“Lamento no haber sido el hombre que Fátima necesitaba en su vida”, dijo Rondón antes de recibir la sentencia y ser trasladado al penal de Villa Urquiza.
Declaración del acusado: “Pido perdón, soy consciente de lo que hice”
“Quiero pedirle perdón a Fátima, también a mi madre que me amó incondicionalmente y que no me crió para esto. Perdón también a todos los que sufrieron con este proceso”, enfatizó Luis Rondón luego de escuchar los alegatos. “No soy un asesino, jamás maté y jamás lo haré. Tampoco soy un misógino como dijeron que soy; por el contrario, lamentablemente me gustan mucho las mujeres y eso fue un error”, aseveró previo a recibir la condena de 15 años de prisión por tentativa de homicidio agravado. Sus últimas palabras ante el tribunal fueron: “doy gracias a Dios que Fátima sigue viva; ya no tendrá que preocuparse por mí y sólo espero que sea feliz. Soy consciente de lo que hice y también sé que no tuve intenciones de matarla”. Antes, cuando había declarado antes de los alegatos, sostuvo: “admito que sí le pegué con el martillo, pero no con la violencia con la que se dice. Nunca quise hacerle daño y mucho menos intentar asesinarla... si no ella no estaría aquí”, dijo antes de señalar que los golpes de la víctima se habían producido porque: “su cabeza golpeaba contra una bisagra de la puerta que los vecinos querían abrir”.