Es cierto que Boca nunca dejó de ser Boca en estos años. Incluso tras la dolorosísima final perdida en 2018 en la Copa Libertadores ante River. Solo en el idioma de las redes sociales es posible pronunciar una frase que aún resuena: “Boca murió en Madrid”. Solo allí, donde todo se traduce y explica en burlas y cargadas. Boca no murió, obviamente, así como tampoco lo hizo River al descender. Boca compitió dignamente aquella vez pero perdió el partido que jamás hubiese querido perder. Eso es innegable. Y si después de esa final perdida y la semifinal de 2019 (también ante River y también perdida), sintió que perdió algo de su esencia (sin la necesidad de morir), podría os decir que la recuperó en el partido de ayer.
El equipo de Miguel Ángel Russo protagonizó una remontada con todas las letras. Perdió feo la ida de los cuartos de final ante Racing y no solo hizo un giro completo en el marcador ganando 2-0 sino que se llevó por delante a su rival con fútbol y actitud. Mucho fútbol y mucha actitud. Todo bajo el liderazgo futbolístico y anímico de Carlos Tevez. Boca apareció en todo su esplendor en el primer tiempo. En el segundo bajó la intensidad pero siempre estuvo por encima de Racing en todo sentido.
Que el equipo de Sebastián Beccacece no haya salido del vestuario para completar una serie que ganaba 0-1 no es responsabilidad del “Xeneize”. Neutralizarlo sí lo fue. Marcarle los goles a través de Eduardo Salvio y Sebastián Villa también.
Boca jamás murió pero podríamos decir que ayer recuperó parte de su mística. Esa con la que supo ganar seis Libertadores y con la que intentará ganar la séptima. ¿Otra final con River? Todavía falta para eso. Primer están las semifinales. Y aunque sea todo muy rápido, primero también está su festejo.