Si hay dos radicales, seguro hay interna. La ocurrencia, a manera de sentencia popular muy común de escuchar en el siglo pasado, trataba de retratar el perfil de los correligionarios más predispuestos a discutir y a enfrentarse que a buscar puntos de encuentro. Era una mirada externa, cargada de ironía, propia de las chicanas políticas. Puertas adentro, entre las huestes del radicalismo, a la frase sufría le añadían dos palabras con alguna sorna que alteraban el concepto: si hay dos radicales, seguro hay amague de interna. Una u otra acepción, en vista de las disputas verbales en las que se han enfrascado algunos dirigentes de la UCR respecto de cuál es el rol que debe jugar el partido de Alem como la principal estructura opositora en la provincia, tienen validez de alguna manera. Porque hay encontronazos ideológicos y pragmáticos que merecerían dirimirse en un proceso electoral interno, a puertas cerradas, para que se conozca la opinión de los afiliados sobre si están de acuerdo o no con aliarse con el bussismo para enfrentar al peronismo. Un gran plebiscito para conocer por dónde discurre el espíritu del radicalismo del siglo XXI, si el alma del centenario partido ha perdido en sentimiento, ideología y nostalgia o si ha ganado en pragmatismo y olfato a la hora de pensar en el acceso al poder después de tantas batallas perdidas frente al PJ desde el regreso de la democracia, por lo menos en Tucumán. Una alternativa como esa es imposible frente al estado de intervención del partido, por lo menos hasta junio de este año según decisión nacional de la UCR; menos pensando en que la segunda ola de la pandemia puede influir en mantener aislado o encerrada a la organización. Es decir, sin que se puedan llevar adelante comicios partidarios para saber qué piensan los 80.000 afiliados radicales, según los datos que surgen de la Cámara Electoral Nacional. Qué piensan sobre estos choques verbales entre dirigentes debido a las tratativas con Ricardo Bussi sobre si se invita o no a Fuerza Republicana a un gran frente opositor; pero también qué piensan los correligionarios sobre quiénes deben ser las autoridades de la organización.
Esos comicios de normalización de los cuadros partidarios se vienen postergando hace un par de años y la organización sigue intervenida, prácticamente desmovilizada, si bien como el resto de los partidos. Pero hoy, a causa de cuestiones ideológicas, ha cobrado vida, por lo menos desde lo discursivo. A las urnas no parece que vayan a ir para dirimir estas diferencias internas; aunque sería sumamente interesante. Existe el debate interno hasta de raíz ideológico, pero no parece que sea posible una votación. Amague de interna.
Ahora bien, ¿cómo puede influir esta discusión por FR sí, o FR no en este año electoral? Como en toda elección nacional están previstas las primarias abiertas para el 8 de agosto y las generales para el 24 de octubre. Eso quiere decir que habrá frentes electorales para competir en las PASO -si es que no se terminan suspendiendo-, los que se irán pergeñando hasta que se cierren los acuerdos entre partidos para que todos sus afiliados puedan votar en una gran interna abierta compartida en agosto venidero. ¿Es posible que en Juntos por el Cambio, o cómo se llame la coalición opositora, aparezca como miembro adherido Fuerza Republicana? ¿Se puede imaginar un padrón común compuesto por afiliados radicales, bussistas, Libres del Sur, del PRO y Creo, eventualmente?
No parece factible, máxime si tenemos en cuenta que el interventor de la UCR, el concejal José Argañaraz, ha afirmado que nunca suscribiría un pacto con el bussismo. Está en las antípodas de quienes apuestan a la sociedad con Bussi para destronar al justicialismo de la Casa de Gobierno. Y él tiene mandato como interventor hasta el 31 de junio, es decir, hasta después de vencido el plazo para construir las alianzas. Tiene la lapicera. Entonces, en los papeles no cabría pensar en un frente opositor para elegir diputados y senadores integrado por FR. Eso sí, el bussismo podría, por ser partido de distrito, presentar boleta propia y disputar los votos del espacio opositor.
Entonces, la discusión interna de bussismo sí o no como parte de un armado opositor, ¿cómo puede influir en el proceso electoral de este año, por lo menos en el radicalismo, debido a la pelea entre correligionarios? Lo primero a evaluar es si los choques mediáticos entre los dirigentes pueden llevar a una fractura a nivel de apellidos, que unos salgan por un lado portando la sigla de la UCR y otros por fuera, con una denominación diferente. ¿Es posible que se produzca ese quiebre? ¿Dónde estarían los “verdaderos” radicales? Las PASO podrían facilitar esa división porque, de ocurrir, cada sector podría saber con qué caudal de adhesión cuenta y cómo están parados frente a la sociedad, al ser una interna abierta a los independientes.
Las primarias son una invitación a esa alternativa, sólo hay que ver si algunos aceptarán el convite y el riesgo en aras de tratar de imponer una idea. Porque para la UCR, como eje convocante de un polo opositor con ansias de llegar al poder, las elecciones que vienen deben ser el mejor precedente para instalarse de cara al 23; un trampolín para el recambio de autoridades provinciales. ¿Que se rompa pero que no se doble? Está en manos de unos pocos la posibilidad de que el radicalismo se divida -ya pasó en su historia-, las PASO se presentan como una posibilidad para que eso suceda; sólo hay que ver si está verdaderamente en los espíritus la intención de la fractura. O si sólo es como se dice, dos radicales, una interna; o si finalmente es sólo un amague de internismo.