Estamos en tránsito por la última parte de enero de un año que comenzó de manera particular en lo deportivo. Mientras, todavía no ha desaparecido la estela de los desbarajustes ocurridos durante la temporada 2020 debido a la pandemia. Se está ante un panorama extraño, singular, cargado de incertidumbre, que es casi una extensión de aquel que golpeó seriamente a la actividad en los últimos meses. Y mientras esto ocurre, pensar en los meses por venir, en cómo enfrentarlos, en qué organizar y de qué manera, resulta un ejercicio ciertamente desafiante.
Por un lado, se está completando parte de las competencias que debieron hacerse el año pasado y que sobrevivieron a la pandemia. Por otro, se intenta proyectar acción en campos de juegos y pistas, colgando un cartelito de “calendario provisional sujeto a la situación sanitaria” en los comunicados. Es decir, impera por estos días en la mayoría de las actividades deportivas el querer hacer frente al no saber si se podrá. En vigencia las restricciones sobre la práctica y la competencia para ciertas disciplinas, los interrogantes tampoco ayudan para saber qué será posible y qué no. En consecuencia, surgen las preguntas: ¿estamos en condiciones de encarar una programación con algo de lógica, a la luz de la vacunación en curso y bajo normas sanitarias estrictas? ¿O habrá que pensar de otra manera?
La realidad dice que, en Tucumán, en los últimos días, no se pudieron concretar espectáculos deportivos competitivos en los Valles ni en ningún otro punto turístico de la provincia. Sí hubo prácticas, actividades recreativas, dicho sea de paso, con los conocidos excesos a los que lleva la relajación de la población -sobre todo la más joven- pese a la amenaza de la covid-19. También se estuvo pudiendo jugar al fútbol en torneos organizados por la AFA o por el Consejo Federal, además de haberse concretado algunas citas del turf o del golf, claro está, sin público. Lo demás se mantuvo, y sigue, en parate.
La pandemia parece también haber abierto una brecha más grande en la práctica de disciplinas profesionales o con apoyo de sponsors, sobre aquellas amateurs que se hacen a golpes de esfuerzo y sacrificio. En el medio, surgen los criterios con los que el COE habilita las actividades. Las redes sociales son un campo minado de críticas al respecto. Se pone en tela de juicio cómo se procede. Pero también es cierto que la mayoría de quienes deben velar por el cumplimiento de las normativas se toman a la ligera protocolos y controles. Lo que se ve en las canchas de fútbol reducido es una contundente relevación de lo aquí planteado.
Queda a resguardo, ante esta escena, el espíritu inquebrantable del verdadero deportista, ese que se nutre de la esencia de la actividad y que pese a todo no se entrega. Para fortalecer sus actos, quizás haga falta una mayor enjundia desde la dirigencia en las gestiones, y también del lado de quienes tienen posibilidades de apoyarlos. La lucha que hay por delante por mantener vivo y sólido al deporte es una empresa que compromete a todos.
El deporte, como manifestación necesaria para el hombre, necesita de condiciones adecuadas para poder ser. En su nombre, hay quienes lo practican sin tomar recaudos. Se trata de un error que pagamos todos. Seguridad no es sólo tener mejores cascos, calzados, vehículos o instalaciones. Antes que todo eso está la salud. Y hay que ponerla antes que nada al momento de pensar una nueva temporada, con calendarios y eventos que abarquen a todos.