Te recomendamos un imperdible documental sobre dos genios en Nueva York

La ciudad que nunca duerme, bajo la lupa de Fran Lebowitz y Martin Scorsese.

Te recomendamos un imperdible documental sobre dos genios en Nueva York
21 Febrero 2021

                                                                        Por Daniel Medina

Aunque nunca hayamos estado en Nueva York, sentimos que conocemos esa ciudad. La voz de Frank Sinatra resuena cada tanto, nos fascinamos con las películas de Woody Allen, y seguimos las andanzas de Holden Caulfield, pergeñadas por J. D. Salinger. Incluso hemos pasado gran parte de nuestras vidas acompañando las odiseas Don Draper, en la serie Mad Men y con el personaje de Lena Dunham en Girls. Cada uno tendrá su versión de “la ciudad que nunca duerme”, según su travesía cinéfila, musical y deportiva.

Y ese es uno de los motivos por los cuales nos resulta tan fácil sumergimos por completo en el documental “Supongamos que Nueva York es una ciudad”, donde la intelectual Fran Lebowitz charla y discurre, bajo la atenta mirada del director de cine Martin Scorsese. En varias ocasiones Scorsese ha retratado a Nueva York en sus películas (no como un mero telón de fondo o un paisajismo insípido, sino como algo vivo, que repercute sobre los demás personajes del film); pero en este caso hace de maestro de ceremonia o entrevistador de la verdadera protagonista. 

El documental se puede ver en Netflix.

Algunos pensarán que Fran Lebowitz tiene algo de Beatriz Sarlo. Harán la traslación simplificadora: “una Beatriz Sarlo neoyorkina”. Pero Lebowitz está más cerca de un Oscar Wilde: una inteligencia incandescente, alejada del academicismo. Una inteligencia que se ríe del mundo, porque sabe que el humor permite comprender mejor lo que sucede.

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En los siete capítulos, de 25 minutos cada uno, asistimos al espectáculo de la inteligencia y la sabiduría: el paso del tiempo (tiene 70 años) le ha permitido comprender mejor cómo funcionan las personas, la ciudad, las cosas.

Se podrían llenar páginas y páginas completas señalando las ocurrencias de esta mujer. Voy a mencionar sólo unas pocas, al resto deberán verlas ustedes mismos. Hay un momento en que ella habla del talento. "El talento se distribuye al azar, no se hereda, no está en el ADN, no se puede enseñar; te toca o no te toca: es completamente democrático", dice. Cuenta, en este sentido, lo difícil que es darse cuenta en qué uno puede ser bueno y en qué cosas (por más que lo desee) nunca tendrá talento. Recuerda, entonces, sobre un instrumento musical, que sus padres debían comprar para la escuela. La institución educativa hasta ese momento lo prestaba, pero para seguir en el año siguiente debía comprarlo. Y era caro y ella los escuchaba a sus padres discutir cómo harían para comprarlo, porque era una familia humilde. Ella bajó y les dijo que no gastaran esa plata, porque ella jamás sería buena tocando ese instrumento. La madre trató de retrucarla con una frase de autoayuda, muy en boga en estos días: le dijo que si practicaba todos los días sería una gran música. Y Fran, -una Fran infante- le respondió que no, que tocaría mejor, pero que nunca sería buena, porque no tenía el talento.

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"Tengo una opinión sobre todo y cada cosa que existe. Y no me la guardo", dice en una parte del documental. Y es verdad: no hay nada sobre lo que no haya reflexionado. Es interesantísima la discusión que Fran tiene con otro director de cine, Spike Lee, sobre los deportistas como artistas. El director de cine pone a Michael Jordan a la altura de un Rafael y cruza fuertes argumentos con Fran. Vale la pena escucharlos. 

Está claro que “Supongamos que Nueva York es una ciudad” es algo más que una radiografía lúcida de un lugar. Es una travesía mental de personas que hablan sobre lo que aman.

Y no hay nada más inspirador que eso para refugiarnos de la mediocridad que nos acecha. 



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