Urge que haya certidumbres frente al ciclo lectivo

A pocos días de que comience el nuevo año escolar, la incertidumbre en la comunidad educativa es el común denominador. Si bien desde fines del año pasado y con mayor fuerza desde enero las autoridades nacionales remarcaron que el regreso al sistema presencial de clases es imperioso, poco es lo que tienen en claro aún padres y docentes, fundamentalmente; y en muchos colegios privados aún no se brindaron precisiones a las familias sobre los protocolos y los cronogramas de regreso.

En medio de esta vertiginosa carrera por retomar la enseñanza en las aulas, lo único concreto es la fecha: el lunes 1 de marzo se concretará el regreso anunciado. Lógicamente, las clases presenciales exponen principalmente preocupaciones en materia de seguridad sanitaria. Y se abren muchas preguntas en las familias: ¿serán capaces los niños y los adolescentes de respetar las nuevas condiciones, como el uso de los barbijos o la distancia social? ¿Podrán los empresarios del transporte público garantizar que no haya hacinamiento en las unidades? Por estas horas, los interrogantes se plantean en cada uno de los hogares, porque el inicio de cada ciclo lectivo exige una reorganización familiar, y mucho más en esta situación de pandemia. Suena lógico; un sistema híbrido como el que se plantea (de poca presencialidad y mucha virtualidad) representa una pesadilla logística para los padres, pero es un primer paso ineludible.

Aunque hay voces disidentes entre los gremios de educadores, principalmente, es alto el grado de coincidencia entre los factores que integran el sistema educativo de que no se puede esperar más para reabrir las escuelas. Por eso resulta importante que todos los involucrados hagan el esfuerzo y cumplan su parte, de manera de que esta presencialidad pueda sostenerse en el tiempo. Es difícil imaginar cómo sería una educación en las aulas segura; de hecho, hay casos en Jujuy en donde varios grados debieron suspender los dictados presenciales por casos de coronavirus. A esto se agrega el debate por el estado de infraestructura en los establecimientos públicos. La desigualdad social, en un tema central como la educación, también causa estragos ante una decisión tan trascedente. Si se mantiene la virtualidad de 2020, se expulsa a miles de niños pobres del sistema, que no tienen acceso a tecnología y conectividad. Y si se apuesta al regreso a las aulas, aparecen las asimetrías: escuelas en mal estado, como la de Bellas Artes de la UNT, cuyos alumnos no saben dónde estudiarán; y colegios privados que ya enviaron a los padres los protocolos y cronogramas. Hasta en eso, habrá diferencias: mientras que en la enseñanza pública se garantizarán apenas dos jornadas presenciales cada 15 días; en la privada habrá una mayor actividad en las aulas, porque el Ministerio les permitió esa posibilidad en base a las posibilidades edilicias de cada establecimiento.

A fines de diciembre, más de 80 organizaciones de la sociedad civil presentaron la campaña #ALasAulas y llamaron a todos los argentinos a comprometerse para que la educación sea una prioridad este año. Se involucraron instituciones como Argentinos por la Educación, Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP), Consejo de Relaciones Públicas, Enseñá por Argentina, IDEA, Junior Achievement, y Liga de Educación y Cultura, entre otras. De la misma manera, especialistas de todos los ámbitos reiteraron la necesidad de niños y jóvenes de volver a las aulas. Ayer por la mañana, frente a plaza Independencia, miembros de la agrupación Padres Organizados protestaron para reclamar al Gobierno por un retorno presencial casi completo. Mañana, docentes autoconvocados se concentrarán para rechazar el regreso a las aulas. A tan pocos días del 1 de marzo, es responsabilidad de las autoridades remarcar una y otra vez todo lo que está en juego y comunicar con transparencia cada paso que se da. Es fundamental que los Gobiernos, nacional y provincial, lleven claridad a la comunidad educativa para que no haya lugar a conjeturas o suposiciones, ni mucho menos temores infundados.

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