Una conquista de igualdad inspiradora, que no cesa

En el mes de la Mujer, LA GACETA viene publicando pequeñas fichas biográficas diarias correspondientes a 31 mujeres tucumanas (ver en esta edición). Destacadas todas, algunas son muy conocidas y otras fueron olvidadas. Suponemos que no faltarán las sorpresas como tampoco las polémicas. En Tucumán, y aún con los condicionamientos del pasado y de la cultura, las mujeres hablaron por sí mismas y dieron que hablar. Las hay en todas las áreas y abarcan todos los talentos.

Cada publicación consta de datos biográficos, y de comentarios sobre el aporte que hicieron o acerca de sus cualidades. Tratamos de incluir las actuaciones más diversas: de la campaña y de la ciudad; las que implican liderazgo y las que se cierran en una actividad solitaria. Para cubrirlas con nombre y apellido nos adentramos en algunos oficios que, por lo general, son actividades comunitarias o anónimas. Entre los principios que tomamos para la selección está en primer término la “popularidad local”: el que hayan sido tucumanas o hayan tenido una actuación relevante en la provincia. Luego buscamos que representen o encarnen un saber colectivo. Por último, dedicamos nuestra atención a quienes ya fallecieron. Con estos principios nos sumergimos en el Archivo de LA GACETA. Sabemos que semejante empresa nos expone a las ausencias y a los errores. Siempre faltará alguien, en especial, si tenemos un número limitado de posibilidades: los 31 días de marzo. Aún así, creemos poder representar la diversa capacidad de las mujeres tucumanas. Hay ilustres y caritativas, hay sabias y hay luchadoras. Hay logros deportivos y desempeños políticos.

La mujer participó de la historia tucumana de mil maneras y fue representada de otras tantas. En el folclore, con su mirada romántica, se la exaltó como portadora de belleza, seguridad y fortaleza. Esa visión masculina fue desafiada: las mujeres superaron las limitaciones de una sociedad tradicional, que la relegaba a las tareas domésticas. Un gracioso y liviano ejemplo lo da el viajero inglés Scrivener cuando, a principios de 1826, narró algo que le pareció un acto de osadía femenina: estando en el patio de la casa tucumana en la que se alojaba, rodeado de las mujeres, “una de ellas me indicó que me aproximara (…) tan pronto me hallé a su lado (…) dejó caer una cáscara de huevo llena de agua perfumada, que al quebrarse echó su contenido sobre mi cara, mientras tanto con la (mano) izquierda me frotó la cabeza con almidón en polvo”. Era carnaval y, en ese mundo dado vuelta, las mujeres tomaban la iniciativa.

Aquel espacio casi secreto de la casa luego se extendió hasta abarcar los confines de la esfera pública. En el medio de los dos, las mujeres desarrollaron métodos para escapar del encierro hogareño. En 2019, Carlos Páez de la Torre (h) expuso en uno de sus artículos los ingeniosos códigos secretos con los que aquel mundo femenino, lleno de prohibiciones sociales, se comunicaba a través de los abanicos: “apoyar los labios en las varillas externas del abanico quería decir ‘no te creo’. Abanicarse con lentitud equivalía a ‘me es indiferente’. Para indicar ‘tenemos que hablar’, bastaba con pasar el índice por las varillas. Usarlas a estas para apartarse el pelo de la frente significaba ‘no me olvides’. Abanicarse con la mano izquierda quería decir ‘basta de coquetear con esa’”. Los mensajes se multiplicaban hasta formar un verdaderon lenguaje. Es un tiempo superado, pero que está lleno de historias que vale la pena recordar.

El protagonismo femenino se abrió paso en Tucumán desde fechas tempranas. Acaparó espacios que tradicionalmente le fueron propios así como, entrando al siglo XX, ocupó otros que se habían reservado para los varones. Algunos logros quedaron expuestos y algunos casos dieron que hablar. Desde fines del siglo XIX hubo en Tucumán publicaciones de mujeres dirigidas a mujeres y, así como se venera la figura mítica de la Pachamama como una anciana que simboliza la prodigalidad y la sabiduría, recordamos también la de “Mama Pacha”, que fue cantinera del Ejército del Norte y protagonista sorprendente de la batalla de septiembre de 1812, donde capturó a seis soldados realistas. Es justamente en las luchas libertarias donde las vemos en acciones llenas de coraje, como la legendaria convocatoria de doña Águeda Tejerina de Posse o la participación valiente de la que llamaron “la tucumana”, Manuela Pedraza, en el Buenos Aires invadido por las tropas inglesas. Con la Nación constituida, las veremos ocupar los espacios de saber, las oficinas de investigación técnica y científica, y brillar en los campos de creación artística. Hoy podemos decir que todavía queda camino por recorrer, pero que conviene hacer un alto para celebrar la conquista de igualdad de las mujeres e inspirarnos en este ejemplo.

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