La crónica desinversión que sufre la vía pública en Tucumán es un diario problema de la ciudadanía. Ya ha adquirido ribetes crónicos la paradójica -y para los vecinos, inconcecible- situación de que mientras en miles de hogares se sufre la falta de agua, en miles de calles se padece el anegamiento de aguas. Agua corriente, en el mejor de los casos; derrames cloacales en cuadras y más cuadras en San Miguel de Tucumán o en Juan Bautista Alberdi, además de otras 17 municipalidades.
El problema no es menor, pero adquiere ribetes verdaderamente peligrosos cuando la falta de inversión y de mantenimiento del asfalta sale de los ejidos urbanos y se traslada a las rutas. Especialmente, a las dos vías que conectan la Capital con el reguero de ciudades del sudoeste de la provincia. Localidades que reúnen, prácticamente, a la mitad de la población de la provincia.
Durante estos días, que forman parte de la larga temporada de lluvías de esta geografía subtropical, la cuestión se agrava a niveles alarmantes por un hecho que resulta también paradójico -y para los viajeros, también inconcecible-: en la provincia que registra un promedio anual de lluvias que ronda los 2.100 milímitros, las rutas no son a prueba de agua.
La “vieja” ruta 38 es una sucesión de riesgos, que en tiempo de precipitaciones devienen trampas. Hay incontables tramos sin pintura asfáltica, donde se torna azaroso determinar donde comienza y donde termina el carril por el cual se debe viajar. Hay escasísimos tramos iluminados, que corresponden escasamente a las entradas de las municipalidades. Y, sin banquinas pavimentadas, abundan los kilómetros en el que los bordes irregulares de la carretera (también sin delimitar con pintura) entrañan el peligro constante de salirse del camino, derrapar en la cuneta, o reventar un neumático cuando, como se dice comúnmente, se “muerde” la banquina. El resultado son maniobras peligrosas que en incontables oportunidades terminan en accidentes con pérdidas materiales y hasta humanas.
Otro peligro de la antigua traza (desde hace décadas convertida más bien en una suerte de larga “avenida interpueblos”) es que en numerosos tramos, tanto en los de doble mano como en la mismísima autopista San Miguel de Tucumán - Famaillá, acumula agua en la calzada, como si se tratara de una simple avenida de ciudad. Estas aguas empozadas han provocado incontables accidentes por el fenómeno conocido como “aquaplaning”: el vehículo que viaja a cierta velocidad atraviesa una superficie cubierta de agua, los neumáticos pierden contacto con la cinta asfáltica, el automóvil se queda sin tracción y el conductor deja de tener control del coche. Los resultados son despistes y, a menudo, vuelcos.
La nueva traza de la ruta 38 no presenta tantos problemas estructurales, dado su juventud (comenzó a construirse en 2009), pero la desinversión se advierte, de manera acuciante, en la ausencia casi total de iluminación y en la inquietante falta de señales viales. Muchas señalizaciones están simplemente pintadas sobre el asfalto, lo cual resultad de nula utilidad cuando se enfrentan lluvias torrenciales.
Esta situación resulta contrastante con los costos. LA GACETA lo hizo notar en numerosas oportunidades. Por ejemplo, en 2013, cuando se habilitó el tramo Concepción-Aguilares, con un costo de $ 14 millones por kilómetro con sólo un carril de ida y otro de retorno. Son contemporás la autovía Córdoba-Rosario (con un costo de $ 8 millones por kilómetro) y la multitrocha de acceso a Salta (con un costo de $ 10 millones por kilómetro). Considerando que la iluminación representa el 21% del costo de una carreterra, la carpeta simple de la nueva ruta 38 podría estar perfectamente iluminada de principio a fin, dado que fue más costosa que las autopistas construidas en esa época.
El Gobierno provincial no puede desentenderse de estas situaciones con el argumento de que sonrutas nacionales. Que no tenga jurisdicción sobre ellas no lo exime de reclamar a la Nación por la desinversión y la falta de mantenimiento.
Es cuanto menos llamativo que la menos extensa de las provincias tenga rutas tan descuidadas.