En el camino, según John Waters

Viaje alocado entre Baltimore y San Francisco

11 Abril 2021

Esta road novel delirante del icónico director del cine trash es una aventura imperdible. A sus 66 años, un John Waters consagrado y un poco aburguesado decide emprender un viaje incierto por las rutas estadounidenses, haciendo dedo, desde Baltimore hacia la ciudad de San Francisco. Por supuesto, las referencias a los clásicos de novelas ruteras son inevitables; desde En el camino, de Jack Kerouac, pasando por Miedo y asco en Las Vegas, de Hunter S. Thompson, solo por enumerar algunos títulos del género.

La primera diferencia que emerge con respecto a aquellas experiencias existenciales -y literarias- es el contexto y la época. Ya no resulta tan fácil “hacer dedo” en estos tiempos y los generosos que lo levantan en ruta son personas que habitan en los márgenes culturales; camioneros con propuestas de fiestas extremas, una bibliotecaria itinerante con un catálogo de libros inclasificables, un policía existencialista aficionado a las drogas sintéticas o un músico neopunk de relaciones poco convencionales construyen un itinerario de personajes bizarros que parecen salidos de alguna de las películas de Waters.

Los relatos que articulan este viaje alocado oscilan entre la realidad y la ficción; luego de una persecución policial que termina en tragedia nuestro protagonista termina incorporándose a un circo que lo suma como atracción bajo el nombre de “el hombre sin ningún tatuaje”, o el encuentro con una veterana actriz estrella de sus películas que todos creían muerta pero que se mantuvo por décadas vendiendo medicamentos vencidos, o la manera en que consigue financiamiento para su próxima película gracias a un amistoso traficante de marihuana, son historias que no disciernen entre la crónica precisa de los hechos y las ensoñaciones sobre lo vivido durante toda la travesía.

Las drogas, los personajes -fascinantes- que abren un amplio abanico para las aventuras más inesperadas y los momentos freaks son acontecimientos que se repiten a lo largo del trayecto, con el humor corrosivo como aliado inseparable y una mirada acida e inteligente sobre los modos de vida dominantes en la actualidad.

© LA GACETA

Por Ezequiel Mario Martínez

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