Cuando un poeta se va

En enero pasado falleció el poeta Rodolfo Alonso, porteño de estirpe gallega, nacido el 4 de octubre de 1934 a la vida que amó con un amor ejercido en su entrega gozosa a la actividad cultural incesante, al acercamiento a autores de esta y otras latitudes, a las tareas de ensayista, traductor, editor, colaborador en muchos medios -siete décadas en LA GACETA Literaria- y, sobre todo, poeta, autor de la pródiga, fecunda cosecha de una poesía vital sin proclamas y delicada sin frunces, que inició como el más joven del influyente grupo Poesía Buenos Aires en los años ‘50.

11 Abril 2021

Sorpresa: el texto interroga al lector y lo entrega, atado, a la magia de la naturaleza y a la belleza de los cambios estacionales. Esa originalidad que lo rescata de la mera descripción es uno de los rasgos de la poesía de Alonso. En el poema que dedica a Van Gogh, lo interroga: “¿Por qué pintaste tantos girasoles sino para encender tu propio cuarto?”  

Lo conocí -es un decir, ya que realmente lo conocería después, a través de su poesía y su amistad- en 1999, al celebrarse los 50 años de LA GACETA Literaria, en el que colaboró desde muy joven. Le escribí a raíz de un poema suyo que me había impactado, y se inició así una correspondencia digital un tanto esporádica, pero siempre interesante. Cuando le conté, en 2000, que asistiría a un Congreso de Literatura Comparada en la Universidad de Pretoria, Sudáfrica, me escribió una carta con un poema adjunto: era “Mandala para Mandela”, publicado en su poemario Música concreta en 1994, volumen que en 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía. El título del poema y su pedido eran una suerte de triple significado que resultó gracioso: “mandala” obviamente, se refería al poema como un símbolo caro a la tradición hindú. Lo “mandé” por correo, ya en Pretoria, con su traducción al inglés, sin atreverme a llegar al imponente edificio desde donde gobernaba Nelson Mandela. Nunca supimos qué pasó luego. “Billie Holiday/ canta para ti” comienza el poema, y repite la frase, como un mantra, con los nombres de otros “afros” notables en el arte y la política: Paul Robeson, Aimé Cesaire, Langston Hughes, Patrice Lumumba, Martin Luther King, para cerrar con “¿Y qué podría/ añadir entonces/ yo que ni siquiera/ tengo tu hermoso/ color?”

Dejo a Google informar sobre la copiosa lista de títulos publicados -poesía, ensayo, traducciones- y de múltiples distinciones recibidas. Señalo, sí, que la editorial Eduvim de Villa María, Córdoba, publicó su obra poética completa en tres volúmenes.

Nuestro último intercambio epistolar fue en 2019: le envié la ponencia que había presentado en otras Jornadas, realizadas en Tucumán, sobre elementos ideológicos y simbólicos en la obra del gran poeta estadounidense Wallace Stevens que se advierten en su obra en una reelaboración muy personal y enriquecedora. Su respuesta me emocionó: “Te lo agradezco de corazón, y me honra que te ocupes de mí en esa vecindad.”

Dijo Tomás Eloy Martínez en 1958: “Intensificación sentimental, síntesis, absoluta liberación expresiva a través de la simplicidad y la brevedad; eso es lo que Alonso aporta a lo que se ha dado en llamar ‘vanguardia de la poesía argentina’.”

“Cuando un amigo se va deja un espacio vacío”, decía la canción de Alberto Cortez. Si el amigo fue escritor, nos seguirá diciendo cosas aún no leídas, o tal vez olvidadas, o nos repetirá la frase que nos conmovió. El espacio vacío estará allí, pero si fue poeta, se llenará de poesía.

© LA GACETA

Por Eugenia Flores de Molinillo - Profesora de Literatura norteamericana.

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