Emoción: ese peligroso enemigo al momento de invertir

Emoción: ese peligroso enemigo al momento de invertir

Invertir. Apostar por una actividad con la expectativa de obtener un retorno, asumiendo por ello un riesgo. Riesgo sistémico. Riesgo País. Volatilidad. Iliquidez. Inflación. Son algunos de los peligros más frecuentes conocidos en el mundo financiero. ¿Qué pasaría si nuestro peor enemigo está dentro de uno mismo?, ¿Qué pasa con las emociones al momento de invertir?

“Intento liberar tu mente Neo, pero solo puedo mostrarte la puerta.

Tú eres el que la tiene que atravesar”.

Morfeo en Matrix

Del homo economicus al simple mortal

Racional. Maximizador de ganancias. Con información perfecta y completa, un agente económico no puede influir sobre los precios de los activos. Toma sus decisiones en base a una matriz riesgo-retorno. Así es como la economía clásica describe, en una  simplificación del mundo, al “homo economicus”. Un simpático personaje de ficción, creado para abreviar y entender la realidad.

“Contrario a la creencia habitual, los seres humanos somos seres emocionales que aprendimos a pensar”, sentencia Estanislao Bachrach en su libro “Ágilmente”.

¿Qué pasaría si los individuos somos simplemente seres humanos también al momento de tomar decisiones económicas? ¿Presentamos errores e inconsistencias desde el punto de vista racional? ¿Estos “sesgos” pueden estudiarse y sistematizarse?

Emociones e inversiones

Los individuos mayormente tomamos decisiones como consecuencia de un impulso emocional inconsciente. Este fenómeno psicológico no es ajeno a la Economía.

Al enfrentar la incertidumbre, los inversores basan sus decisiones en emociones y experiencias subjetivas más que en la lógica y realidad. Ello es consecuencia que la realidad percibida está gobernada por emociones, más que por hechos.

Al tratarse de inversiones una decisión basada en un impulso, puede costar bastante caro.

Más allá de tendencias de largo plazo, en los mercados, así como en todos los aspectos de la vida, existen ciclos de corto plazo. Los ciclos son patrones o tendencias que se forman en el tiempo. Un ciclo es lo que transcurre entre los dos puntos más bajos (valles) o altos (picos).

Las etapas del ciclo son 4: acumulación, fase alcista, distribución y fase bajista. Una simple noticia puede disparar cualquiera de las fases. Los inversores, seres emocionales, acompañan con su emociones estos ciclos de mercado.

Ciclo de Emociones y Ciclo de Mercado

Cualquier inversión se inicia con una actitud positiva general. El inversor hace una apuesta. Cuando siente que el mercado la valida, gana confianza y la avaricia puede llevarlo a permanecer más tiempo que el ideal. Cuando ese mercado entra en fase alcista y llega a su punto máximo, los inversores transforman ese entusiasmo en euforia. El inversor se cree más inteligente que el mercado, siendo éste el momento de mayor riesgo. El FOMO (fear of missing out) o el miedo a perder la ola alcista, lleva a tomar riesgos en exceso. “Muchos inversores operan por FOMO. No tienen tiempo de estudiar todos los activos, mercados, patrones, entonces simplemente siguen la manada”, señalan desde una mesa de inversiones local.

En caso que no se cumplan las expectativas de suba y retornos jugosos, el inversor comienza a sentir ansiedad. La negación de enfrentar un mercado bajista produce autoengaño. Con la esperanza en la recuperación, se acumulan pérdidas que solo son resistidas por quienes tienen la espalda suficiente. En la negación por enfrentar la fase bajista del ciclo surgen los sentimientos de desesperación y pánico. En el punto de capitulación o valle, la depresión invade el sentimiento general. Este es el momento de entrada óptimo. La mayor oportunidad de hacer buenos negocios.

El empresario e inversor John D. Rockefeller entendía esta premisa a la perfección: “La forma de hacer dinero es comprar cuando corre sangre por las calles”, sentenciaba.

Bots y Algoritmos: Saliendo de la emoción

El miedo y la avaricia pueden hacer más daño que los riesgos tradicionales incluso a los inversores más experimentados. La psicología vino a mostrar que atrás del proceso de toma de decisiones existe siempre una emoción. La razón surge después como un intento de justificar esa emoción.

“En los mercados financieros hoy podes operar 5 clases de activos: acciones, commodities, monedas, bonos y volatilidad. Antes había un rezago en la información de mercado y vos como ser humano podías explotar eso. Hoy el 80% del volumen de mercado es operado por robots y algoritmos. El que hoy opera por sus instintos (gut feelings) es predado por el que opera por algoritmos”, señala desde Uruguay un experimentado operador. Su equipo de analistas cuantitativos revisa diariamente el funcionamiento de los “bots” por él diseñados.

“Nuestros modelos matemáticos y estadísticos  se basan en que del otro lado hay gente de la economía real que necesita tomar decisiones de acuerdo a su ciclo de inversiones, lo cual genera patrones que explotamos”, agrega.

Más allá de las emociones

Establecer estrategias de inversión. Ajustarse a los planes diseñados. Diversificar e invertir a lo largo de un año son recomendaciones válidas para superar la trampa emocional. Con el foco puesto en los objetivos de largo plazo más que concentrados en los retornos de corto plazo, un inversor puede llegar a obtener mejores resultados.

Disciplina, estudio e información son buenos aliados contra el cocktail de sentimientos generados en torno a la acumulación y pérdida de dinero. Operar asumiendo riesgos y evitando caer en trampas psicológicas. Warren Buffet, el inversor estrella, lo resume brillantemente en una frase: “Hay que ser codicioso cuando los demás son miedosos y miedoso cuando los demás tienen los ojos inyectados de codicia”.

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