POESÍA
LAS ÁREAS DE BRODMANN
MÓNICA CAZÓN
(Abra Pampa Éditions - París)
Desde hace mucho tiempo Pablo Urquiza viene realizando en París, donde vive, una importante tarea en favor de la poesía argentina. Su colección “Abra Pampa Éditions” tiene un amplio catálogo, traducido al francés, de lo que se está escribiendo en nuestro país. Ediciones muy cuidadas, bien traducidas, además de llevar adelante una invalorable difusión.
Una publicación reciente es Las áreas de Brodmann de Mónica Cazón, poeta tucumana con una ya larga trayectoria.
Lo primero que resulta evidente en este libro, es que está atravesado por la idea de la pérdida. Esta aflicción aparece en el primer poema y no abandona al lector hasta el final; todo el libro puede ser leído como variantes de un único poema. De esto resulta un yo siempre presente, no sólo porque a él le pertenece la historia que subyace, sino porque también es suya la opinión, el quebranto y el posible desenlace.
Conviene aclarar de inmediato que no estamos, afortunadamente, ante una muestra de poesía catártica, ni ante un inventario de “estados de ánimo” en los que predomina lo confesional, sino ante observaciones agudas y eventuales conclusiones, tal vez escépticas, sobre la experiencia de un profundo desencanto. Lo que en realidad predomina es la reflexión, y a través de ella un punto de vista diverso, aparentemente contradictorio (sólo aparentemente) desde el que puede verse que “el desamor es un lugar violento” y también que “sólo el tiempo/ puede enseñarle/ a amar sus cicatrices”. No hay tregua para esta percepción en todo el libro, pero tampoco hay sitio para una sesión gratuita de psicoanálisis al uso, en la que el poeta agobia con victimismo o autocontemplación. Lo que sí hay, en cambio, es materia viva pasada por el pensamiento, meditación sobre la pérdida, y esto la hace más intensa porque el lector no percibe que está ante una historia cerrada y personal, sino ante la intemperie de la condición humana. Por eso es trasmisible, y el lector puede implicarse en ese juego caliente de la poesía, que es adoptar como propia una situación ajena. La buena poesía puede hablar en primera persona del singular, pero su experiencia es vivida por otros: un logro de la identificación.
A esto ayuda el lenguaje. El yo que habla no está cargado de sentimentalismo, sino que es directo, sin golpe emocional. Es el relato de un proceso de conocimiento más bien lógico: se trata de saber por qué, cuáles son las consecuencias, qué vamos a hacer con nosotros mismo y con nuestras circunstancias. Y el resultado es una trama compleja para averiguar cómo resolveremos el dilema que finalmente somos.
Las áreas de Brodmann es un buen libro que Mónica Cazón ha visto nacer bilingüe, traducido al francés por Pablo Urquiza, con el que deja planteados interrogantes y posibles respuestas.
(Un interrogante menor que, confieso, no pude resolver, a pesar de haber averiguado su significado, es el título. Trabajo para los exégetas).
© LA GACETA
Santiago Sylvester