Cómo se vive sin olfato y sin gusto

Parosmia y fantosmia son dos trastornos en los sentidos que cada vez más pacientes presentan como secuela de la covid. Los tratamientos para superarlos son aún experimentales y la duración de la recuperación, en la mayoría de los casos, es de tres meses.

DISTORSIÓN. Como secuela de la covid, se puede producir una alteración en la manera en que reconocemos olores familiares. DISTORSIÓN. Como secuela de la covid, se puede producir una alteración en la manera en que reconocemos olores familiares.

“No puedo comer cuando veo a mis amigos o a mi familia. Apenas entro a un bar o a una habitación donde hay comida siento olor a podrido, y eso dificulta muchísimo la forma de relacionarme con los demás”, cuenta Rosario Martínez. Ella es una de las tantas afectadas por las secuelas poscovid en el olfato y en el gusto (hay un conjunto de afecciones estudiadas desde hace tiempo, a las que se suman síntomas propios del coronavirus).

Luego de recuperarse de la enfermedad, Milagros Villagra empezó a sentir mal gusto y olor en alimentos como pollo, carne y ajo. “No era como a podrido; era feo, intolerable... Me daba muchas náuseas, pero no lo puedo relacionar con ningún otro olor o sabor -relata-. Cuando salía de mi pieza y mi mamá estaba cocinando alguna de esas tres cosas, me agarraban ganas de vomitar y no podía comer nada”.

Y eso no es todo: también se pueden sentir olores que no existen. Un mes después de recuperarse, Celeste Fernández empezó a sentir olor a cigarrillo en todos lados. “Al principio pensaba que mi mamá había vuelto a fumar y me lo estaba ocultando (ríe), pero después comencé a sentirlo en otros lugares -narra-; era lo que más me molestaba, porque estoy embarazada y me provocaba náuseas”

“La afección olfatoria se produce de dos maneras fundamentales: la cuantitativa, como en las hiposmia y anosmia; o la cualitativa, como en las parosmia o fantosmia. En la hiposmia hay una pérdida parcial del olfato, mientras que en la anosmia es total. La parosmia provoca que las personas sientan olores diferentes: te dan una rosa y resulta que percibís limón, o algo avinagrado; cambiás tu concepción consciente de lo que estás oliendo. En la fantosmia, en cambio, no hay un estímulo externo, e igual sentís un olor. Por lo general, son desagradables en ambos casos”, diferencia y explica Gustavo Rodolfo Casserá, médico otorrinolaringólogo, que agrega que estas dificultades existían de antes: “pero ahora, al estar en medio de una pandemia, con un virus que ataca de esa manera la mucosa respiratoria y sobre todo el epitelio olfatorio (la mucosa olfativa), ha empezado a aparecer este tipo de síntomas más frecuentemente. Algo que antes teníamos en la consulta de otras enfermedades, ahora lo tenemos como secuela de la covid”.

Por qué se produce

Lo que sucede es un daño neuronal del olfato. “El sentido del olfato no tiene órgano propio, como los demás; una neurona especializada actúa como quimiorreceptor y al detectar moléculas químicas en el aire, envía un impulso que recorre una vía nerviosa hasta llegar a la sensación consciente del olor”, explica.

En casos, como el de la covid, se daña fundamentalmente la mucosa olfatoria, un área de unos tres centímetros cuadrados con sus componentes celulares, la propia neurona incluida. Esta célula normalmente tiene un ciclo de vida; y una célula madre, la célula basal de la mucosa olfatoria, la va reproduciendo cuando muere. Cuando la madre se daña o no se reproduce cómo debería -cuenta- se tienen sensaciones olfatorias diferentes, porque la reproducción o la recuperación de esa mucosa y de sus células no es la correcta.

Por qué los feos

Los humanos podemos detectar u oler 400.000 moléculas, el 80 % de las cuales “huelen feo”. Esto podría explicar por qué, después del daño causado por la covid-19 es más frecuente, al principio, recuperar olfato para los olores desagradables .

“Detectar los olores ‘feos’ nos aleja de elementos peligrosos como mecanismo de protección y, cuando el olfato se altera, no sólo se altera para olores placenteros, sino también para olores desagradables, pero parece que estos últimos reaparecen primero”, indica Casserá.

Cambia el estilo de vida

Imaginemos que estamos frente a un gran sánguche de milanesa pero no podemos comerlo porque lo rechazamos por su olor distorsionado. Repliquemos esa imagen con la mayoría de los alimentos y cada día.

En estas semanas con parosmia y fantosmia, Martínez ya bajó un par de kilos: “no puedo comer carnes, pollo, pescado, milanesas de soja, papas, acelga ni ensalada. Básicamente nada, con excepción de pastas, polenta, lentejas y cosas dulces -enumera-. El olor a podrido que siento siempre es difícil de describir. Lo peor es saber que ese olor no existe pero tenés que convivir con él todos los días de tu vida. Al principio reaccionaba de mala manera, sentía mucha bronca y me negaba a comer; pero desde que me enteré que por el momento no hay solución médica, estoy tratando de acostumbrarme”

Celeste sentía un fuerte sabor a salado en los alimentos. “Más que nada al pollo, por eso lo comía muy lento y con mucho líquido, o a veces no comía, o quizá esperaba un rato y luego intentaba comer -recuerda-; al principio pensaba que le ponía demasiada sal a la comida cuando cocinaba, y le consultaba a mi esposo, pero él lo sentía bien”.

Consulta médica

“Por lo general, no hay un tratamiento 100% efectivo, porque es algo nuevo. Todos los que se están haciendo son experimentales -agrega el médico-; lo que se recomienda es una especie de rehabilitación del olfato, que tiene un buen sustento en cuanto a antecedentes”.

No hay que subestimar las secuelas, porque si bien se espera que con el tiempo se normalice el olfato, la coexistencia de problemas respiratorios puede empeorar la situación actual. “Es sumamente importante la consulta temprana, porque vos podés detectar ahí patologías asociadas. Imaginate que alguien tiene alergias o una infección en la nariz. Eso agrava el cuadro, porque la mucosa sigue enferma y no se puede recuperar; no le da tiempo a la célula madre de producir una nueva neurona”, explica Casserá.

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