Aunque la campaña electoral nacional hacia las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 12 de septiembre arranca formalmente hoy, desde hace varias semanas los tucumanos asistimos a un proselitismo basado en chicanas políticas, en agresiones innecesarias y con declaraciones de mal gusto.
Este año no se eligen postulantes ejecutivos, sino a tres senadores y a cuatro diputados que representarán a Tucumán en el Congreso, el espacio en el que se discuten los lineamientos generales de las políticas públicas del país que, lógicamente, repercuten en esta provincia. Por eso la importancia de que esta campaña transite en un marco de moderación y de prudencia, en la que cada aspirante a una banca pueda expresar sus propuestas, explicarlas y que sus rivales ocasionales puedan refutar con sólidos argumentos aquellas con las que no estén de acuerdo.
Una vieja aspiración ciudadana era que las campañas electorales den igual oportunidad a los candidatos. En buena medida, la ley electoral nacional estableció un reparto equitativo de espacios y fijó controles al gasto y a la propaganda. Se trata de un avance, por supuesto, pero esa igualdad desaparece cuando la dirigencia transita por fuera de los cánones establecidos. Cuando las campañas se han destinado más a desacreditar al otro que a los principios, planes y programas del candidato, como dice las normas.
Después de un año y medio de pandemia y de una situación excepcional, con pérdidas irreparables para miles de familias, lo menos que se espera de los referentes políticos es empatía. En medio de tanto dolor, de tanta incertidumbre, ellos tienen ahora la oportunidad de un exhibir madurez política. Lamentablemente, poco de eso se ha visto en la etapa de definición de las candidaturas que finalizó ayer.
Ocurre que la ofensa y la descalificación permanentes parecen haberle ganado terreno a la sana discusión de ideas y de propuestas a las que deberían ceñirse los partidos. Agresiones verbales y denuncias de baja calaña, vinculadas a aspectos personales y de la vida privada de los rivales parecen ya escenas de consumo cotidiano en algunos medios de comunicación y de manera brutal en las redes sociales, el lugar en el que casi no hay reglas para ensuciar al oponente. Hoy, entre los dirigentes vale más hurgar en los archivos de los rivales que evaluar si sus iniciativas son viables y posibles de concretar. En muchas ocasiones, resulta hasta penoso para el ciudadano común husmear un poco más entre las discusiones de campaña.
Las declaraciones están signadas por la chicana política, a la que gran parte de la sociedad es ajena y no llega a comprender porque se basa en el sarcasmo y en la ironía en lugar de una propuesta política concreta y de interés general. De la misma manera, las agresiones carecen de justificativo en una sociedad democrática. Deben ser, directamente, rechazadas. También los exabruptos o aquellas declaraciones de mal gusto resultan injustificables. Son prácticas inaceptables.
Más allá de estos últimos antecedentes, Es de esperar que en esta etapa en la que primará la deliberación política en el país y en Tucumán haya menos injurias entre los candidatos y comparaciones ofensivas para descalificarse sin argumentos entre unos y otros. El ciudadano que medita su voto espera y merece que los postulantes den promesas con fundamentos. En definitiva, la sociedad aguarda que este sea un momento propicio para discutir proyectos e ideas, no una temporada de agravios y bajezas.